Estados Unidos, el país que lidera la coalición militar para la paz es el más peligroso para la paz mundial. Incluso sus aliados, los europeos, piensan lo mismo, afirmó en la sede central de la UPEC el periodista y escritor español Pascual Serrano, durante su conferencia «La prensa, la libertad de expresión y las mentiras de la OTAN», que abrió las sesiones de este martes del Tercer Festival Nacional de la Prensa Julio García Luis.
Serrano, un reconocido analista de medios, admitió que no mostraba nada desconocido por la comunidad internacional, en tanto hasta las encuestas han revelado esa situación: en 2013, la conocida firma Gallup hizo un sondeo internacional que evidenció que el 24 por ciento de los consultados ubicaba al gran país del norte como el mayor peligro para la paz mundial.
En la segunda sesión del Festival, liderada por el presidente nacional de la Upec, Ricardo Ronquillo Bello, y la estructura de dirección de la organización, Serrano recorrió, del presente al pasado y viceversa, hitos en el control mediático mundial por los grandes polos de poder que, no por casualidad, desatan las guerras.
A partir de su propia experiencia, el ponente contó que cuando comenzó la guerra en Ucrania en febrero de este año, los periodistas que colaboraban con los sitios rusos Sputnik y RT se convirtieron, en Europa, en «delincuentes», bajo el argumento de que tales medios servían a la «propaganda de Putin».
Entonces, los trabajos más recientes de Serrano para Sputnik abordaban acontecimientos de China, países africanos, Afganistán, pero, al irónico decir del reputado colega, «parece que aquella era propaganda de Sputnik» al cabo, la publicación rusa pasó, de ser una agencia estatal de un país con buenas relaciones, a una «enemiga».
Serrano contrastó que, si bien en Europa no se tenía pleno derecho a la vivienda y al trabajo, se creía contar con el derecho a la información, cosa a la postre descartada.
Muchos elementos, inéditos a su juicio, lo demostraron. «A quienes decíamos que había que hacer una investigación internacional independiente las masacres atribuidas por Occidente a Rusia, el establishment nos acusaba como negacionistas. No creer en la versión de la OTAN era como no creer en la ley de gravedad», afirmó.
El especialista calificó como un ejercicio fundamental cuestionar la versión de la OTAN y apoyó ese llamado con los ejemplos de las intervenciones del bloque atlántico desde Serbia y Kosovo, en la antigua Yugoslavia.
Su conferencia resumió magistralmente el resultado: Kosovo acabó como territorio arrasado; asolaron Afganistán en búsqueda de terroristas para al final huir de manera humillante y dejar al país en peor condición; invadieron Iraq por una falsa armas de destrucción masiva; derrocaron a Muamar el Gadafi en Libia bajo el pretexto de proteger a civiles… Serrano ubicó la raíz de estas agresiones: «Para esas tropelías, Estados Unidos y la OTAN necesitan la opinión pública. Cualquier guerra es posible si consigues la opinión pública».
El uso (mal)intencionado de ella abre paso a estos ataques, el ponente lo demostró: las falsas armas de destrucción masiva en Iraq —expuestas en presuntas imágenes por el halcón Colin Powell— y la escenificada muerte de 312 bebés kuwaitíes porque fuerzas iraquíes habían «robado» incubadoras, movilizó hacia el lado incorrecto a la opinión pública.
En Libia fue parecido: la versión de la OTAN decía que Muamar el Gadafi había reprimido las protestas y dejado 50 000 muertos, la nación fue suspendida del Consejo de Derechos Humanos y se dio entrada a aviones militares de Francia y la OTAN. Se produjo la invasión que acabó con el asesinato salvaje de Gadafi.
En Siria, se denunció un presunto ataque químico, cerca de Damasco, con cientos de muertos; se responsabilizó al presidente Al Assad y se desató una guerra que no acaba por un ataque cuya autoría no ha sido bien determinada.
También en Yugoslavia la OTAN intervino con la excusa de la «limpieza ética» ejecutada por su liderazgo y luego se demostró que muchas escenas de masacres eran claros montajes escenográficos. De todos modos, se destruyó la arquitectura de las Naciones Unidas para violar la soberanía de una nación.
Serrano denunció más: antes, en 1990, contra Rumanía, se presentó a cientos de cadáveres y se responsabilizó por su muerte al presidente Nicolae Ceaușescu, cuando en realidad los cuerpos habían sido exhumados y expuestos para presentarlos como víctimas de aquel, a la postre asesinado, con su esposa.
El ponente insistió en que su conferencia no está dirigida a defender a esas figuras, sino a dejar claro los mecanismos de mentiras con que la OTAN y, en particular, Estados Unidos implican a la comunidad internacional en intervenciones que ni liberan, ni respetan los derechos humanos ni restauran democracias.
«Las mentiras de la OTAN es la línea que no se ha interrumpido nunca en la historia», dijo antes de acotar que su propio país, España, que participa en las operaciones del bloque, entró en él después de un referendo, pero con mucha distancia entre lo buscado en la consulta y lo hecho en realidad.
Ese no es el único engaño internacional que comentó. También, dijo, se engañó a los soviéticos cuando Estados Unidos y el bloque se comprometieron a no extender la Alianza al este, cerca de las fronteras de la nación euroasiática. En realidad, desde 1999 se han ido incorporando países del este europeo, con lo que se cierra el cerco en torno a Rusia.
Serrano definió dos novedades mediáticas. La primera de ellas es la necesidad de proscribir medios internacionales no occidentales y actuar sobre ellos. Un reglamento de la Unión Europea prohíbe difundir contenidos de RT y Sputnik, así como plataformas y aplicaciones de estas, que además son eliminadas de espacios europeos. Para el periodista, eso abre un debate sobre hasta qué punto, en el panorama actual, es exitoso prohibirlos y obliga al planteo de incertidumbres jurídicas.
«Uno se puede preguntarse qué legislación permite autorizar eso, sin control judicial y sin citar qué ley se ha vulnerado. Si un medio se legaliza se supone que sus directivos y periodistas cometieron un delito, que la Fiscalía debe llevar un proceso y decidir si se puede continuar o no» el trabajo; cuestionó.
Con su agudeza característica, se preguntó entonces —porque hace hoy lo que ha hecho siempre— si antes de la guerra en Ucrania, mentíamos o no. «¿Qué hacíamos diferente? ¿Llevábamos años mintiendo, sin habernos dado cuenta?», dijo antes de exponer la incongruencia de prohibir medios sin analizar todo eso.
Serrano afirmó que pensábamos que las redes sociales de internet eran el paraíso de libertad: «Parecía que un Gobierno no podría decidir sobre ellas, pero no es así. Ya Twitter empezó a etiquetar medios públicos como “afiliados al Gobierno X”, con doble rasero», comentó.
En torno a la guerra en Ucrania, los tuits de estos profesionales, y ellos mismos, son etiquetados como de «afiliados» al Gobierno ruso. «Nos marcan con una estrella de David para decir “es amigo de rusos, de cubanos, de iraníes… no se fíen de lo que escribe”», denunció el ponente.
Mientras Twitter y Facebook han prohibido estos contenidos, han dado paso a la “excepción” de permitir llamar a la violencia… si se trata contra Rusia y sus soldados.
El colega español explicó que estos vetos alcanzan espacios de YouTube y que se ha llegado a borrar todo lo publicado en el pasado por Sputnik y RT, cuyos contenidos han desaparecido también de Google.
De igual modo, las violaciones de los derechos humanos cometidas por la parte ucraniana fueron eliminadas de los historiales y han sido silenciadas las voces de los periodistas y analistas que intentan denunciar las masacres cometidas por Kiev en las zonas prorrusas.
Serrano también echó mano a la ironía para denunciar el encarcelamiento ya de diez meses de un periodista español en Polonia —«país amigos» de Estados Unidos— sin argumento demostrado y se preguntó cómo sería si le hubiera encarcelado Rusia.
«Se trata —dijo— de prohibir a los díscolos, a la otra parte. Hay 2,8 millones de refugiados ucranianos en Rusia, pero ello se ha silenciado y se les llama “deportados” y cuando se bombardea una central nuclear donde están los rusos se le echa la culpa a Rusia de bombardear el lugar donde están los suyos. De igual forma, deja de ser terrorismo el asesinato de una periodista (rusa) en un coche».
Serrano comentó que, si nos guiamos por la prensa occidental, todos los muertos los provoca el Ejército ruso: «El Ejército ucraniano no ha destruido edificios, ni asesinado un civil, ni dejado una viuda… ¡mientras lanza 7000 misiles en un día!».
El reconocido conferencista se dijo impresionado porque el jefe de la diplomacia europea dijera, hace ya meses, que solo se ganará la guerra en el campo de batalla. «Aquí no se habla de diálogo ni de paz poque, como dijo Joe Biden, el objetivo es desangrar a Rusia», dijo antes de reiterar que no persigue defender a Rusia, sino denunciar las mentiras, la rusofobia que prohíbe incluso a los músicos, los pintores, los cantantes líricos rusos y hasta el vodka.
La persecución llega hasta el dislate: «En el mundo han prohibido el gato ruso… ¡había que proscribirlo! El árbol ruso fue sacado de un concurso internacional», dijo Pascual Serrano como resumen de esta «locura de falsedades», que tanto daño ya ha causado al mundo.