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Fundamentos del periodismo revolucionario: Algo más que palabras

El destacado poeta y comunista salvadoreño Roque Dalton escribió en una ocasión: “Poesía, perdóname por haberte hecho comprender que no estás hecha solo de palabras”. Como en la lírica, el periodismo debe estar empapado de algo más que la seguidilla fútil de letras compuestas en ideas intraducibles a la realidad de los lectores.

La profesión no es un traje del cual uno se desnuda cada vez que llega a casa después del trabajo para desentenderse de ello en el aparente descanso hogareño. El periodismo, en especial el cubano, representa un oficio que se ejerce a tiempo completo y en cualquier espacio cotidiano.

Razón de sobra tenía el colega polaco Ryszard Kapuscinski cuando aseguró que los cínicos no sirven para esta profesión. Quien llega a este mundo creyéndose el mito de la imparcialidad y la desideologización en lo que se escribe, marcha ya atrasado en eso a lo que el novelista colombiano García Márquez tuvo a bien en llamarle “el mejor oficio del mundo”.

El periodista que se mantenga imperturbable ante las problemáticas e historias con las cuales convive a diario, y ve en ellas solo el frío método de ganar el sustento, contrae, en primer lugar, una deuda humana y ética con sus semejantes.

Hoy más que nunca, los profesionales de la comunicación de nuestros medios de prensa deben conservar un poco de esa ingenuidad que todos tuvimos de niños para considerarse un arreglamundos en potencia. Desconocer ese principio básico y darle la espalda a los humildes por los motivos que sean, constituye una seria falta a los fundamentos de cuanto el proyecto socialista cubano puede y debe hacer en pos del mejoramiento de la sociedad.

El reporte que no indague en los sucesos, explore antecedentes, reflexione, penetre en tejidos humanos con la intención de emocionar, cuestione los procederes errados ni proponga formas colectivas de ser mejores no tiene cabida en el modelo de prensa de nuestra nación antillana.

El periodismo, por sobre todas las cosas, como lanza y motor impulsor de las ideas que defiende esta Patria ante el mundo debe distinguirse por la honestidad. Ambos conceptos, periodismo y Patria, confluyen de forma armónica en la obra y legado de ese gran referente del mundo moral personificado en José Martí. La Patria entendida como esa porción de la humanidad que construye en conjunto un mejor país y el periodismo como los cimientos sólidos sobre los cuales descansará todo cuanto seamos capaces de edificar.

En ese bregar, no existe arma más contundente que la exposición clara y llana de las verdades. La verdad, nunca vista como un ente absoluto, que determina de una forma u otra los destinos de la mayoría de los habitantes del archipiélago cubano como esa gran familia de afectos y esperanzas enmarcada en una realidad perfectible.

¿Qué mayor orgullo que el apreciar cuando tus palabras contribuyen a la resolución de un problema o conflicto? ¿Cómo expresar esa dicha infinita cuando tus líneas se convierten, involuntariamente, en las sendas que seguirán otros en el tránsito de alcanzar mayor conciencia y aproximarse un poco a ese modelo del hombre nuevo que tanta falta nos hace en los momentos actuales?

Es imposible describir una emoción tan elevada. No es más que el alimento espiritual para quienes decidimos representar un sistema de medios públicos en el esfuerzo constante por encontrarse cada vez más cercanos al sentir del pueblo.

Nuestro llamado está en canalizar a través de los diferentes espacios las inquietudes, aspiraciones, sueños y motivaciones para amar aún en los tiempos del cólera y frente a los discurso de odio y fragmentación con el que han querido contaminarnos supuestos colegas e influencers desde los entornos digitales, pero que nunca encontrarán tierra fértil para germinar entre la gente bondadosa y sencilla que abunda en nuestro verde caimán.

Cuando eso se entienda y apropie a cabalidad como parte de las propias rutinas productivas, nuestros medios dejarán de ser un mero repositorio de contenidos para presentar reflejos coloridos y plurales de un país que aún en medio de las carencias y dificultades impuestas resiste y se mantiene en pie.

Mientras escribo estas líneas, en el piso superior un niño canta “Cuba, que linda es Cuba”. Son las seis de la mañana y la mayoría aún duerme. Pocas cosas refuerzan más la confianza y la fe en el mejoramiento humano y la utilidad de la virtud.

Recuerdo a aquel estudiante osado que se enroló como voluntario en un Centro de Aislamiento de la Universidad de La Habana en los días duros de la pandemia y ahora, a la sombra de lo vivido, agradece haber participado en esa experiencia vital que luego relatará a estudiantes futuros. De eso se trata precisamente, un periodista en Revolución es sentir y creerse a cada momento un arreglamundos en potencia.

Foto de portada: Michel Moro

One thought on “Fundamentos del periodismo revolucionario: Algo más que palabras

  1. Estoy muy de acuerdo contigo vas bien, por eso…
    Una opinión sobre los coleros.
    Considero oportuno el artículo sobre los coleros, realmente así llamamos a quienes originan desorden en las colas, marcan para sí o para otros acaparando los primeros turnos para después en muchos de los casos sacar ganancias a partir de la venta del propio turno o de revender las mercancías a precios irascibles, ese no es el caso del que organizadamente separa un turno en una cola y pasa días esperando para comprar las mercancías y sufre también los embates de esos llamados coleros. Estamos todos de acuerdo que las colas las originan las escaseces económicas, es un mal que tiene entre sus causas la guerra económica de la que hemos sido víctimas. El bloqueo desde sus inicios ha tratado de asfixiarnos, ahogar la tranquilidad y degradar la solidaridad humana que hasta en tiempos difíciles del periodo especial, unió a los cubanos a pesar de las limitaciones.
    Desde el triunfo de la Revolución la escases de ofertas en ocasiones y el acaparamiento de la contrarrevolución interna, dio lugar a colas para adquirir juguetes, incluso telefónicamente, utilizando la misma vía colas para pizzerías, compra de calzados hasta plásticos, todo lo alimentario y artículos de uso personal, y del hogar, sin embargo siempre se llamó al orden y la disciplina y muy importante al compañerismo entre todos, haciendo frente a los delincuentes, eran otros tiempos.
    Hoy prevalece el egoísmo y la inmoralidad ha resurgido en grupos de individuos organizados que agreden oral y físicamente a las personas que tratan de organizarse en la cola, sin importarle su estado de salud, edad ni sexo, personas que reiteradamente revenden en las calles y en casas, en ocasiones hasta abastecen restaurantes y lugares de alquiler de viviendas, así como locales destinados a actividades festivas. En realidad estamos hablando de la corrupción y la cadena de actos delictivos donde impera el soborno, la extracción de recursos de las tiendas o almacenes puestos de acuerdo incluso con los empleados, todo consecuencia como es lógico del desorden y el descontrol. Estamos en presencia de personas sin calidad humana, viven del esfuerzo de los demás y están a la espera de cualquier debilidad para actuar. Por eso, basta ya de pañitos tibios, es justo llamar al orden porque su lugar no corresponde a la sociedad que necesitamos tener. Hay que poner un coto a la delincuencia que agrede la tranquilidad ciudadana y pone en peligro la vida humana. Jorge Luis Rojo Mora, periodista jubilado pero no retirado.

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