El Premio Eduardo Abela, es el máximo galardón que otorgan las bienales de humorismo gráfico convocadas por el Círculo de Humoristas e Historietistas de la Unión de Periodistas de Cuba y el Museo del Humor de San Antonio de los Baños. El estímulo hace honor al destacado caricaturista cubano (1889- 1965), uno de los más notables impulsores de las artes plásticas cubanas.
Sobre la trayectoria del artista, fallecido hace casi 56 años, Oscar Ferrer Carbonell escribió el texto que reproducimos a continuación.
Muy joven aún abandonó en su tierra natal el oficio de tabaquero para trasladarse a la capital del país e ingresar en la Academia de San Alejandro, en la cual se graduó y alcanzó varios primeros premios. Años después rompería con el estilo académico e integraría la vanguardia plástica cubana, haciendo gala de una nueva concepción del dibujo, otro uso de los colores y la utilización de formas de expresión novedosas.
En 1921 se fue a Marruecos y luego, en tránsito por España permanece un breve tiempo en La Coruña y más tarde se traslada a Madrid, donde realizó su primera exposición personal en 1924, en la Galería de Arte de esa ciudad. Un tiempo antes de presentar esa muestra envía una obra suya a un concurso y gana el Primer Premio en Cartel para portadas de revistas hispanas. La influencia que tuvo en la Escuela Española hizo brotar de su paleta una pintura más realista.
Tras su regreso a Cuba, vuelve a Europa en 1927 y reside dos años en París, donde sus cuadros logran una cálida acogida del público y de la crítica. En la capital francesa conoce a Alejo Carpentier, a los dadaístas y a los surrealistas.
En 1929 Abela vuelve a Cuba. Con anterioridad a ese año, y dada su identificación con los círculos formados por los intelectuales de izquierda, se sumó al Grupo Minorista, que había comenzado a formarse en 1923 y se desintegró en 1928.
Poseedor de una notable facultad para el humorismo en el dibujo, en su condición de hábil y popular caricaturista político —la cual marchaba junto a su excelencia en la pintura—, se dedica, desde el arte, a combatir contra la dictadura de Gerardo Machado con un personaje de su creación que lo inmortalizó y que apareció en varios periódicos criticando a aquel régimen despótico.
El público bautizó a aquel mofletudo y regordete fruto de la imaginación del pintor y caricaturista como El Bobo de Abela, que es preciso mencionar y diseccionar cuando nos referimos al artista.
El Bobo, que no lo era tanto, pues resultó más inteligente, crítico y rebelde que el Liborio creado por el matancero Ricardo de la Torriente (1867-1934), vestía de traje, cuello y corbata, y portaba en una de sus manos una banderita cubana. Abela dijo en una oportunidad que su personaje respondía a su visión de la psicología criolla.
Se afirma que El Bobo irrumpió ante el público cubano por vez primera en la revista El Zorro Viejo, en San Antonio de los Baños, en un dibujo que hizo Abela para anunciar una marca de zapatos. Según el artista, en 1925, durante el Salón Anual de Humoristas, un cartel de su autoría tuvo el germen de su personaje, aunque por aquella época él estaba lejos de proponérselo. Representaba el busto de un hombre algo raro, de carrillos gruesos y carnosos, y sombrero de ala ancha. El enigma radicaba en que el rostro del hombre caricaturizado era la parte posterior de un torso de mujer. El dibujo vio la luz en 1926, en la revista La Semana, y debido a que muchos se creyeron retratados o aludidos, Abela decidió después hacer un tipo abstracto, no parecido a persona alguna.
El Bobo, a pesar de ese nombre, era pícaro, socarrón, aparentaba estar en la bobería y transmitía sus mensajes con respeto y sin chabacanería. Apareció también en las páginas de Diario de la Marina, El País e Información.
Al principio, el personaje de Abela fue únicamente humorístico, a partir de situaciones vinculadas al sexo, pero sin alusiones groseras. En la etapa siguiente, las insinuaciones maliciosas coexistieron con la preocupación por los temas sociales y políticos. En una tercera fase, El Bobo se dedica solamente a la lucha antimachadista.
La censura imperante durante el machadato impidió que las caricaturas aparecieran con su correspondiente texto, por lo cual Abela hizo gala de ingenio para que El Bobo “hablara” con la expresión de su rostro. Fue así que, a pesar de esa mudez, el pueblo lograba captar los mensajes del nada tonto personaje, dirigidos contra la represión y el caos social, económico y político reinante en la nación. El Bobo fue la voz sin palabras de los que no podían expresarse libremente, y ganó de ese modo un lugar cimero en la historia del dibujo humorístico en Cuba.
Tras la caída de Machado, El Bobo se retiró del escenario amargado y fracasado, ante la frustración nacional que siguió al derrumbe de la dictadura. Dejó de salir en 1933 o 1934, cuando Abela renuncia al periodismo y se dedica a la diplomacia. Luego intentaría revivirlo en 1941, pero se dio cuenta de que resultaba imposible y desistió. El último Bobo lo dibujó en 1959, concibiéndolo con barbas, como si acabara de bajar de la Sierra. Bandera cubana en mano, a manera de despedida, el Bobo abre de par en par una ventana, como si diera entrada a los nuevos tiempos.
Abela desempeñó sus funciones diplomáticas en varios países. En 1934 fue cónsul en Milán, Italia, donde aprovechó su permanencia para estudiar la técnica de los pintores primitivos y renacentistas italianos. En 1942 fue agregado cultural en México, país en el cual realizó entonces varias exposiciones. También sirvió en el servicio exterior de Cuba, de 1947 a 1952, en Guatemala, donde recibió el Premio Nacional de Pintura 1947 por su obra La dama del lago.
Tras la caída del machadato creó en 1939 el Estudio Libre de Pintura y Escultura, el cual también dirigió y que significó una revolución en la plástica cubana.
En Cuba, en uno de sus recesos de sus funciones diplomáticas, pintó Guajiros, Primer Premio del Salón Nacional, Los novios y Retrato de Carmen, sus obras más sobresalientes de esa etapa. En 1942 colaboró en la prensa cubana con dibujos humorísticos.
Abela expuso mucho sus obras en Cuba y en otros países, entre ellos España, Italia, Estados Unidos, Guatemala y México.
Otras de sus pinturas son El gallo místico, Ninfa dormida, La vaca, Retrato de José Martí, El hombre del gato, La joven de la mano verde, El rey arcaico, El triunfo de la rumba, El gallo, Gitanilla y El niño insomne.
Fuente: CUBARTE