El fotorreportero Jorge Oller Oller, Premio Nacional de Periodismo “José Martí”, integra la serie audiovisual que comenzó a grabarse recientemente para dignificar la labor de los periodistas cubanos, que este año celebran su X Congreso. La producción corre a cargo de jóvenes egresados de la FAMCA y es fruto de la colaboración entre la Unión de Periodistas de Cuba (Upec) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Jorge Oller Oller es fotógrafo y periodista. Mitad y mitad. Aunque haya ejercido más la fotografía, siempre ha mirado con ojo de reportero: el que piensa en el interés del lector y despliega en imágenes el mensaje periodístico contenido en la realidad percibida. Porque, al final, como un manojo de escenas, son sus instantáneas las piezas de un puzle presto a ser perennemente ensamblado, cada vez que se quiera catar la savia de la nación cubana en los últimos 60 años.
No ha pretendido, sin embargo, este barcelonés —hecho cubano— hacer fotos artísticas, aclara cuando se le pide que caracterice su quehacer en el mundo de la imagen. Pero la estética de su iconografía trasciende en el lector visual, quien muchas veces, sin aspirar a explicárselo, siente que el cristalino del fotorreportero consigue afincar una historia atractiva.
Son conocidas sus panorámicas de la Segunda Declaración de La Habana y aquella que hizo en altamar, cuando el secuestro de los pescadores cubanos, en 1971. Fue una asamblea gigante, cerca de Cayo Hueso, adonde habían sido llevados los aprehendidos. “Se concentraron en el sitio dieciocho embarcaciones, más de cien lanchas y trescientos trabajadores en las mismas aguas en que tuvo lugar la agresión”, publicó el periódico Granma el 12 de junio, en primera plana, junto a la foto de Oller. Y allí estuvieron anclados, por más de veinte días, esperando la liberación de sus compañeros, periodistas y pescadores.
…
Nació en Barcelona, el 11 de junio de 1929. Su padre era cubano y su abuelo un catalán que vino a la Isla en 1895 para ganarse la vida; pero, sensibilizado con las ideas independentistas, decidió unirse a las tropas de Máximo Gómez y Antonio Maceo cuando pasaron por el municipio La Lisa, en La Habana. Estuvo hasta el final de la contienda y fue escolta del general Menocal.
—Después, volvió a España, se casó con su novia y vinieron para Cuba. Aquí tuvieron seis hijos, entre ellos mi padre, Juan Oller Piera, quien siendo un joven se fue al país ibérico con uno de sus hermanos. Contrajo matrimonio con su prima Teresa Oller Piera, y nací yo. Hasta que empezó la Guerra Civil, y mi padre, enfermo de gravedad, decidió regresar a Cuba.
—Fue en diciembre de 1936. Tenía entonces seis años, y todavía me quedan recuerdos muy amargos de la guerra civil: la gente en camiones con armas; gritos; muertos… La travesía hasta Cuba también es inolvidable: diecisiete días en barco. Después de explorar el buque un sin fin de veces me resultaba cada vez más pequeño. De mi llegada a la Isla, retengo en la memoria con desagrado el olor a tabaco: mi abuelo enseguida me puso a despalillar bajo el socorrido refrán “el que no trabaja no come”.
—¿Mis primeras fotos? Las hice en España. Cuando tenía cinco años, mi papá, que también era fotógrafo y era dueño de un estudio, me regaló una camarita. Luego aquí retrataba a mis compañeros en las fiestas, en las excursiones. Hasta que en la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling, me convertí en un profesional.
—Al principio llevaba las carreras de periodista y de periodista técnico-gráfico; pero me decidí por esta última en segundo año, cuando hice mi primer reportaje sobre el barrio Las Yaguas, un barrio de indigentes. Al profesor, que también era el jefe de fotografía del periódico Información, le gustó y me llevó a trabajar allí, donde estuve una década. Sin estar colegiado todavía, tuve la suerte de que me pagaran como a los demás fotógrafos desde el principio.
Oller Oller también colaboró en esos años con las revistas Talía, Carteles y Bohemia. A partir de 1961 formó parte del periódico Combate y al cerrar este, de la Agencia Prensa Latina, hasta 1963. En el diario Noticias Hoy (1962-1965), fue Jefe de fotografía. El periódico Granma, sin embargo, lo tuvo hasta su jubilación en 1991, porque siempre ha pensado que fue una escuela para todos.
—Allí empezamos a hacer un nuevo tipo de periodismo: más informativo, más real, más cerca de la sociedad cubana de entonces. Antes de fundarse Granma, había dos periódicos importantes en la parte gráfica: Hoy y Revolución. La diferencia entre ambos radicaba en que el primero tenía un gran despliegue de imágenes y más páginas que el segundo; y a la vez, este último, fotos más pequeñas y una mayor tirada. Entonces se unificaron criterios y se compartieron las dos escuelas, para formar un estilo propio.
—Yo hacía muchas panorámicas en esa época de las distintas concentraciones del 1º de mayo y del 2 de enero, con la figura grande del orador, y sus contactos con el obrero, con el campesino.
—El periodismo de esa época se caracterizó por la elaboración de grandes reportajes en la Sierra Maestra y en distintos lugares. Había equipos de fotógrafos y periodistas que iban a cubrir la zafra azucarera, la cafetalera o hacían trabajos sobre las minas de Matahambre. En fin, un estilo diferente de contar la historia del pueblo. También teníamos doce páginas diarias y un formato más espacioso.
…
Es un hombre alto, de fenotipo europeo, y voz de tenor. Se impresiona, no obstante, ante las cámaras; tal vez porque siempre ha estado detrás de ellas. Y, desde esa posición, que hace décadas es suya, fotografió muchas veces a Fidel, a quien recuerda como un gran maestro, como un gran captador de gente.
—Lo querían y lo admiraban de manera espontánea. Y no solamente en Cuba. Dondequiera que lo acompañé como parte del equipo de prensa tuve la misma impresión. Parecía un hombre más entre aquellas muchedumbres y en la ONU, cuando hablaba, aplaudían con un entusiasmo tremendo.
Y, a tal punto era así, que, en la toma presidencial de Salvador Allende en Chile, casi no puede fotografiarlos juntos.
—Fue en el Palacio de la Moneda. Fidel estaba rodeado de mucha gente y los fotógrafos no podíamos llegar a ellos. Se me ocurrió mirar a los espejos y logré esa foto de Fidel y Allende juntos a través de un espejo.
La mayor parte de los viajes que hizo Jorge Oller como fotorreportero fueron con el líder cubano. Aunque también visitó varios países solo y fue a Vietnam con la periodista Marta Rojas.
—Lo de los fotógrafos era una parafernalia. Teníamos que cargar con ampliadora, cubetas, químicas, papel fotográfico, entre otros, para montar un cuarto oscuro donde fuera posible y revelar e imprimir las fotos. Luego, con el apoyo de un técnico especializado, muchas veces de Aldo Mederos, enviábamos las radiofotos. A grandes rasgos, esa tecnología requería enrollar la fotografía en una especie de cilindro por el que iba pasando un haz de luz para trasmitir la imagen por ondas radiales.
—Toda esa gestión nos robaba mucho tiempo. Aparte de estar con Fidel durante todo el día, nos pasábamos buena parte de la noche o de la madrugada en el proceso de hacer llegar las instantáneas al periódico. Pero fueron experiencias muy interesantes porque en cada país era diferente, recuerda Jorge en el cuarto-oficina que tiene instalado en su casa de Fontanar, donde vive con su esposa Caridad Gómez Herrera, quien ha compartido con él 52 años de su vida.
Al hablar de las ventajas de las nuevas tecnologías de la informática y las comunicaciones, Oller celebra las bondades que ha traído a su oficio, porque antes “no sabíamos si la foto había quedado buena hasta que revelábamos e imprimíamos. Ahora, además de ver la imagen inmediatamente, puede ser enviada a la redacción en el mismo momento, desde donde quiera que estés”. Aunque sabe que, en realidad, lo determinante en la calidad de una imagen no es la cámara, ni la tecnología, sino quién la utiliza.
Y cuando considera cómo puede ser mejor la fotografía de prensa en Cuba, dice: “Falta diversificar. Si se publica la fotografía de un acto debe enriquecerse con otras que ilustren los temas tratados: la zafra, la industria, la agricultura… Porque, además, en Cuba hay excelentes fotógrafos y directores”.
…
Sobre la historia de las mejores instantáneas que se han hecho en la Isla, Jorge Oller investiga y publica. Tiene una sección en Cubaperiodistas, la web de la Upec. También está escribiendo acerca del fotorreportaje en el país cierta cronología cuyo punto de partida es la primera fotografía publicada en un periódico, hasta las más actuales. El trabajo profundiza en los procesos evolutivos, tanto tecnológicos como de formas de presentación de las instantáneas.
—Antes eran tomadas con las personas sentaditas, quietecitas. Después empezaron a hacerse en la calle, y llegaron los reportajes. Hay un gran salto en la guerra del ’98, porque la cámara dejó el trípode. Y aparecieron los corresponsales de guerra. Vinieron de España y de los Estados Unidos, más los que estaban en Cuba.
—Y como la fotografía ha ido evolucionando tanto a través de los años, tengo también en proceso un directorio de todos los fotógrafos de periódicos que trabajaron en Cuba: desde los siglos XIX y XX.
—Entonces Jorge, ¿qué es para usted la fotografía?
—Es captar un instante de la vida. También es detener el tiempo. Detener el tiempo es mirar sin prisa y poder reflexionar sobre los acontecimientos. Pensando como periodista, como fotógrafo de periódico, es atrapar en instantes la historia de los hechos, de lo que ocurre. Y eso entraña un gran compromiso con el lector. Porque en ese minuto los fotógrafos somos sus ojos.
En video: