Desde que Linneo en su clasificación zoológica colocó a los humanos Homos sapiens, en el orden de los monos o primates y Darwin pronosticó que, como una especie animal más (muy especial), los humanos descienden por evolución de alguna especie de mono de origen africano, emparentado con los gorilas y los chimpancés, los estudios de la relación evolutiva entre los humanos y los monos se han incrementado enormemente.
Primero, en relación a la gran semejanza anatomo-fisiológica; después, en términos de habilidades mentales o conductas y, por último, la relación más contundente: las semejanzas genéticas. Esto último reveló que compartimos alrededor del 98% de nuestros genes estructurales con el chimpancé, trátese de la especie común o del bonobo. Luego le siguen el gorila y el orangután, aceptándose ahora que las cuatro especies forman la familia zoológica de los homínidos, donde antes solo se incluía a los humanos.
Todos estos hallazgos (sobre todo los referidos a conducta y genética), han hecho que la amplia brecha que supuestamente separaba a los humanos del resto de los animales, se haga cada vez más estrecha. Porque durante el curso de nuestra evolución, realmente lo que hemos hecho es “reeditar” nuevos genes que ya poseían nuestros antepasados primates y que aún existen en el chimpancé (de una forma semejante a un mono primitivo ya extinto con ciertas características humanas denominado Ardipiteco, pasando por los Australopitecos monos, ya un poco más humanos, y los primeros Homo hasta llegar a Homo sapiens).
Entre los ejemplos más palpables de este proceso en la actualidad están la capacidad del lenguaje articulado y simbólico y el enorme desarrollo de nuestro cerebro, exclusivo de Homo sapiens, cuya base genética aún existe en el chimpancé para ambos caracteres.
Pero en lo relativo a los estudios de las conductas de los primates (sobre todo en el chimpancé), en relación a los humanos, estos tampoco se quedan atrás. De la larga lista que pudiera darse, solo se han seleccionado los más importantes:
- Somos menos agresivos que el chimpancé común y más cercanos en este aspecto a los bonobos, lo que se debe a que compartimos con este último, el gen AVPR1.
- Los rasgos faciales infantiles, atraen por igual a monos y a humanos, pero están más exagerados en nuestra especie, ya que la cara es lo que identifica a cada individuo en ambos grupos.
- La base de la cultura humana (con herencia de habilidades y costumbres aprendidas, no hereditarias) ya existe en los chimpancés como proto-cultura.
- El hecho de ser zurdo o diestro (por la dominancia de uno u otro hemisferio cerebral) también está presente en los primates. En nuestra especie con un 5 por ciento de zurdos, pero en los primates con un 60.
- Los humanos poseemos una teoría de la mente (conocer que hay en la mente de los otros), con cierto grado de desarrollo en macacos y chimpancés.
- En el reino animal, solo se engañan los humanos y los monos superiores.
- Algunas de las emociones morales de los humanos (culpa, vergüenza, orgullo, moderación), la podemos encontrar también en algunas especies sociales de primates.
- Los cinco grandes rasgos de la personalidad humana (extraversión, apertura, responsabilidad, amabilidad y neuroticismo), las podemos encontrar también en otros primates superiores.
- Los primates desarrollan formas complejas de empatía (habilidad para compartir y comprender los sentimientos del otro).Luego de una pelea, los chimpancés se dan la mano y se abrazan y los bonobos inician contactos sexuales.
- Siempre se pensó que solo los seres humanos podían sentir la pena de un duelo o recordar a sus seres queridos, pero los monos se abrazan y se consuelan con diferentes gestos después de esa pérdida.
Todos los estudios actuales indican que el verdadero salto cualitativo que dio nuestra especie, para ser un primate especial y no uno más, fue el espectacular aumento de su cerebro, impulsado por otros caracteres que si poseen los monos, pero en menor grado (diferencias cuantitativas), como bipedismo, elaboración de herramientas, consumo de carne, compleja organización socio–sexual e hijos prematuros.
Durante su desarrollo, este gran cerebro a su vez, retroalimentó a los anteriores caracteres para un ulterior desarrollo más complejo de éstos en nuestra especie y sentó las bases para desarrollar los caracteres típicamente humanos, la piel sin pelos desarrollados, la cultura y el lenguaje articulado y simbólico.
Excelente artículo. Quisiera ponerme en contacto con el Profesor Vicente Berovides. Soy Pedro Pozas Terrados, Director ejecutivo del Proyecto Gran Simio en España y Presidente Internacional de la misma Organización. Mi correo es direccionpgransimio@gmail.com
Disfrutable artículo del gran profe Berovides.