Aunque está convencido de que nuestra especie sufrirá desestructuraciones sociales y pérdidas de poblaciones antes de tomar verdadera conciencia de su responsabilidad en el planeta, la sobrevivencia de Homo sapiens es la preocupación mayúscula del arqueólogo español Eudald Carbonell. Evidencia su desvelo una perseverante labor en la investigación y el empeño por socializar el pensamiento científico.
Esta voluntad, implícita en su plataforma teórico-reflexiva, responde a la certeza de que “el conocimiento debe socializarse, no divulgarse, porque para entender un fenómeno no es suficiente con una buena divulgación, lo que hace falta es una implicación cognitiva de masas: […] Solo desde esta práctica responsable y crítica podemos hacer colaborar a las poblaciones humanas en la toma de decisiones”.
Apoyado en estas ideas sobre el pasado, presente y futuro de la especie humana, asegura en sus textos de la última década, que la “socialización es ese accionar encaminado a generar pensamiento, actitud crítica, conciencia de especie a través del conocimiento”, un cierto abecé de los “procesos sociales consistentes”.
La conciencia crítica de especie —dice— se basa en el conocimiento, en el pensamiento y en la práctica crítica, junto a la socialización de la ciencia y la técnica y a la integración de la diversidad, en cómo seremos capaces de dotarnos de criterio para llevar a cabo la transformación económica, social, cultural e intelectual que necesita nuestra especie para continuar adaptándose en el planeta. Porque “la planetización es, hoy por hoy, una utopía y la globalización, tal como se desarrolla, una caricatura de la integración de la diversidad”
Tales razones explican sus protagónicos en los audiovisuales En busca del primer europeo y En busca del futuro perdido, y sus funciones en la Fundación y el Proyecto Atapuerca. Las excavaciones en Eritrea son su más tierna brega, aunque es un sueño largamente acariciado. Allí intenta hallar a los homínidos más antiguos del mundo y pretende “conectar” a los ancestrales ocupantes de los yacimientos burgaleses con los originarios del Valle del Rift, cuna de la humanidad.
Desde su larga experiencia en los estudios sobre evolución humana y la excavación en diferentes regiones del mundo, Carbonell define que la evolución social de Homo sapiens es integrada: “comprende la selección natural y la selección cultural. Y las dos conforman la humanidad.
—La primera funciona por azar y la otra requiere dirección.
A partir de estas premisas “podemos interpretar qué parte de la selección es más social que biológica. Pero la dialéctica entre adaptaciones como la bipedestación y adquisiciones como la tecnología, permiten explicar toda la evolución humana”.
—La selección cultural permite controlar, por ejemplo, el incremento de sociabilidad en nuestra especie y también hacer cambios profundos, básicamente en una dirección: convertir el conocimiento en pensamiento, una gestión fundamental en este momento. La sociabilidad ha sido un éxito del proceso evolutivo, una adquisición del comportamiento sin la cual muy posiblemente la emergencia de nuestra singularidad no habría ocurrido.
Pero el proceso ha sido siempre el mismo, advierte. “Controlamos la situación, monitorizamos lo que está ocurriendo y obtenemos conocimientos sobre las propiedades de la naturaleza”. Asegura el científico que así hemos avanzado muchísimo en el conocimiento de esa integración evolutiva entre lo natural y lo cultural. Y subraya:
—La diversidad cultural puede ser un mecanismo interesante para sustituir la diversidad biológica que ha desaparecido.
Ahora se ha de pensar, dice Carbonell, qué hacer como especie en este proyecto fundamental que es la planetización.
—Primero debemos plantearnos qué es lo humano para después conocer rápidamente qué es lo transhumano. En este sentido, tenemos que tener muy claro cómo integramos la diversidad. Es decir, cómo conservamos el conocimiento social y cultural que las distintas especies y culturas han producido hasta este momento.
—Y después, obviamente, formular y buscar mecanismos que nos sirvan a todos para que las distintas perspectivas ideológicas y sociales estén en línea con la capacidad energética y material del planeta y, en definitiva, su equilibrio social.
—Porque si durante mucho tiempo pensamos que el motor de la historia solo era la lucha de clases, ahora dicha controversia quedará subsumida en los procesos de la conciencia de especie, que es la cruzada de Homo sapiens para sobrevivir en el planeta.
Añade que entonces, lo básico es trabajar por una conciencia operativa. Es decir, una conciencia que vaya mucho más allá de lo que es lógico entre las relaciones individuales y colectivas y así plantear una estrategia de futuro de una especie que pueda intervenirse a ella misma y hacerlo en el entorno.
—El tema es, ¿cuál es la lógica histórica que debemos establecer los humanos para que el azar no sea fundamental en nuestra evolución? ¿Cómo compartir los recursos, cómo conseguir energía con bajos balances de inversión y cómo encontrar una forma distinta del capitalismo para adaptarnos a los procesos de formaciones sociales que se deban construir? Si no lo hacemos, puede destruirse el proceso de la evolución humana.
—Se trata de sustituir el azar por una lógica que se base en la capacidad de integrar el conocimiento y el pensamiento en una estrategia evolutiva… Este es el proceso: hay que sustituir los valores por la conciencia. Y la conciencia solo puede venir de pensar, no puede venir de conocer. Porque tener mucho conocimiento y no pensar no sirve para nada.
—Los valores tampoco sirven para mucho. Los valores son una serie de elementos que han estructurado una ética y una moral entre los humanos cuando no había educación ni había conocimiento científico. Los valores morales son una especie de dogma para el comportamiento de la especie, pero la especie no funciona por dogmas, sino de acuerdo a las distintas fases de su evolución, su conocimiento y las formaciones sociales que la sustentan.
—¿Cómo potenciar en la práctica esta transformación?
—La educación siempre ha sido el vector fundamental. Porque los procesos de integración del conocimiento y el pensamiento necesitan una forma de saber hacia dónde vamos. Lo más importante es definir qué queremos los humanos como especie, ¿queremos estar todos unidos en un planeta en un futuro donde no haya espacio-tiempo? ¿Queremos convertirnos en una especie no biológica, sino tecnológica? Pero antes, tenemos que saber si queremos crecer como humanos.
—Lo fundamental es la socialización, la incorporación del conocimiento social de las personas al medio en que se hallan. Ahora mismo nuestro medio es el planeta y su futuro. Tenemos que plantearnos qué hacer con la falta de materias primas y energía que no llega, con la falta de un consumo responsable, organizado. Y eso nos lleva al planteamiento de que la evolución social tiene que ser un proceso consciente y responsable. Somos responsables de estos cambios. No podemos decir que estamos fuera del proceso evolutivo, sino que queremos controlar el proceso evolutivo. Es la forma social de la evolución.
—Sobre la tecnología, tantas veces juzgada. ¿Su punto de vista es que la crítica en este sentido debe estar encaminada a su uso?
—Hay una visión antitecnológica que forma parte del analfabetismo evolutivo y social. Y después, existe otro tipo de analfabetismo tecnológico sustentado en tener lo último porque sí. Sin embargo, la tecnología tiene que servir para socializar, para curar, para viajar, para pensar, para conocer. Pero para eso tiene que estar bien socializada. Sin tecnología no podemos avanzar hacia la conciencia operativa. No habría ninguna manera de hacerlo.
—La conciencia operativa es conocimiento y tecnología para la evolución social, es la capacidad de transformación del conocimiento en pensamiento, proceso que incrementa la sociabilidad de la especie.
—El término tecnología también usted lo aplica a los instrumentos líticos de los homínidos humanos ¿Por qué denominarlos de ese modo si ellos no conocían la ciencia?
—Porque es un proceso técnico natural. Y para mí la ciencia natural es tecnología. Aunque no sea una forma de interpretación de la técnica, incluye conocimiento. La tecnología es única desde el momento en que una técnica incrementa la sociabilidad. Empieza por transformar un código informativo de uso diario hasta transformar la propia sociedad. Sin tecnología no hay sociedad.
—Los anti-tecnológicos son unos gárrulos, gente desinformada o con la información que manipula la tecnología. Yo solo les diría que no la utilicen. Es una contradicción. Una cosa es ser sutil, que está muy bien, pero otra es ser consistente, que significa el conocimiento de las leyes de la naturaleza.
—¿Cómo ha derivado en usted ese proceso de estudio del objeto arqueológico a la evolución social?
—Porque como historiador quiero conocer esta estructura y mi formación como geólogo me permite que sea consistente lo que pienso. Por otra parte, mi ideología es social crítica; es decir, que está en la línea de construir en la Tierra una especie que tenga como compromiso básico la solidaridad y el equilibrio humano.
(Con información de Sin tecnología no hay sociedad, publicada en Juventud Tecnica, http://www.juventudtecnica.cu)