La del ingenio La Demajagua, en la actual provincia de Granma, es la más emblemática de las campanas cubanas. A su tañer, a las diez de la mañana del 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes reunió a sus compañeros de lucha, libertó a sus esclavos y expresó: “Ciudadanos, ese sol que veis alzarse en la cumbre del Turquino, viene a alumbrar el primer día de la libertad y la independencia de Cuba….” Allí se oyeron los primeros gritos de ¡Viva Cuba Libre!
Una semana después, el día 17, mientras Carlos Manuel de Céspedes y sus fuerzas revolucionarias llegaban a las puertas de Bayamo para iniciar el ataque y la toma de la ciudad, el buque cañonero Neptuno, de la Armada española, bombardeaba el batey de La Demajagua. Seguidamente los infantes de la marina desembarcaron y se encargaron de destruir y quemar lo poco que había quedado en pie. La campana, fabricada en Francia en 1857, de 59 centímetros de alto y un peso de 204.5 libras, quedó sepultada entre las ruinas.
Al año siguiente se procedió al embargo judicial de La Demajagua, a tenor de una hipoteca que Carlos Manuel de Céspedes había asumido con la firma de Venecia Rodríguez y Compañía, y que ésta reclamó. El apoderado de la compañía, Fernando Palma y Forment, con un grupo de esclavos se encargó de sacar de las ruinas algunas piezas de la maquinaria que pudieran ser útiles; entre ellas encontró la campaña y la llevó a un depósito que había en el sótano del barracón de esclavos de “La Esperanza”, otro ingenio propiedad de la compañía en un lugar llamado Caño Adentro, en “Las Ovas”, cerca de Manzanillo.
Algún tiempo después, la Compañía cerró el ingenio “La Esperanza” y sus instalaciones quedaron desatendidas. Durante treinta y dos años, pasadas la Guerra de los Diez Años, la Guerra Chiquita y la Guerra de Independencia, Fernando Palma mantuvo la campana escondida en aquel barracón abandonado hasta que el 8 de octubre de 1900 la entregó al Comandante del Ejército Libertador Modesto Arquímedes Tirado Avilés, primer Alcalde de Manzanillo electo por votación popular. Dos días más tarde, el 10 de octubre, en un acto solemne celebrado en el Salón de sesiones del Ayuntamiento, el mayor General Bartolomé Masó Márquez colocó la histórica campana en un pedestal de mármol que presidió simbólicamente aquel salón.
Andando el tiempo, según cuentan los lugareños, el cabildo manzanillero decidió colocarla en lo alto de la fachada del edificio, sobre el reloj, donde sus campanazos avisaban al pueblo las horas del día y demostrando que continuaba viva.
El periodista e historiador habanero Enrique H. Moreno, escribió que en aquellos días que “la campana vivió en fotografías en los hogares cubanos y recibió el cuidado de las familias mambisas”. El reportero gráfico José Gómez de la Carrera – acaso el primer fotorreportero cubano – fue a Manzanillo y retrató con fervor la campana. De aquellas planchas en positivo que entonces se colgaban de la lámpara de la sala para ser vistas a trasluz, muchos hogares tuvieron el patriótico adorno como una reliquia. Gómez de la Carrera también retrató las ruedas de catalina que movían la maquinaria del ingenio, abrazadas a las raíces de un jagüey joven, imágenes publicadas en la revista Carteles años después.
El 10 de octubre de 1918, la campana viajó por primera vez a la capital para celebrar el 50 Aniversario del Grito de La Demajagua. Desde el día que salió de Manzanillo hasta su regreso, la campana estuvo siempre custodiada por el General Francisco Estrada, el Coronel Belisario Ramírez, el Capitán Miguel García Pavón y al Sargento Tomás Barrero. En su discurso aquel día, el entonces presidente de la República Mario García Menocal, prometió construir el Parque Nacional La Demajagua, un sueño anhelado por los veteranos mambises. Sin embargo, como el mandatario olvidó su compromiso con los manzanilleros, el Ayuntamiento acordó no mover más la campana hasta que esta tuviera un templo digno en el lugar donde su tañido llamó a la libertad de Cuba.
El General Gerardo Machado también quiso traer la Campana a La Habana durante su mandato y hasta un representante a la Cámara, Francisco Escobar, presentó, un proyecto de ley en 1929 para que esta reliquia fuese colocada en el Salón de los Pasos Perdidos del Capitolio Nacional, pero todas estas intentonas fueron rechazadas con dignidad, firmeza y patriotismo por los veteranos, el Ayuntamiento y el pueblo manzanilleros.
En octubre de 1947 la campana de La Demajagua fue el eje de un gran escándalo nacional. Ocurrió que Ramón Grau San Martín, quien había ganado las elecciones presidenciales de 1944 a 1948 con un grande y esperanzador respaldo popular, tuvo, sin embargo, una actuación decepcionante como mandatario. Conocido como el “Divino Galimatías” su gobierno se caracterizó por el robo de la hacienda pública, el auge gansteril con frecuentes tiroteos y muertes en plena calle, el enriquecimiento millonario de sus familiares y amigos pero, sobre todo, por la gran indolencia que tenía para resolver las necesidades del pueblo. Con muy pocas probabilidades para lograr la reelección, Grau intentó apelar a la conciencia patriótica nacional enarbolando la Campana de La Demajagua. Así, envió a Manzanillo a su ministro de Gobernación Alejo Cossío del Pino, con el propósito de que el Ayuntamiento prestara la Campana para celebrar en La Habana el 79 aniversario del Grito de Yara.
Aquella maniobra electorera era tan evidente que cuando Cossío del Pino fue recibido por el alcalde y los ediles, uno de estos, César Montejo, le gritó “¡Ladrones! ¡La Campana, no! Se lo han llevado todo y ahora quieren llevarse hasta la Campana. ¿Dónde está el dinero destinado a las obras de Manzanillo?… No se llevarán la campana, no se la dejaremos llevar, porque lo que harían con ella sería ultrajarla”.
A pesar de ello, los manzanilleros consintieron en prestar la campana para que presidiera la solemne ceremonia de la fundación de la Universidad de Oriente, ese día 10 de octubre de 1947.
Mientras tanto, los diarios y los noticieros radiales de toda Cuba informaban la valiente repulsa de los concejales y el poblado manzanillero a las pretensiones del Presidente Grau de utilizar la campana de Céspedes como plataforma politiquera. Las protestas populares contra el gobierno crecieron y el joven de 21 años Fidel Castro Ruz, vicepresidente de la FEU en la escuela de Derecho de la Universidad de La Habana, propuso a sus compañeros pedir la reliquia a los veteranos para colocarla en la escalinata de la universidad y convocar allí al pueblo para exigir la destitución de Grau San Martin como Presidente de la Republica.
El soldado Manuel Berro Reyes, presidente de la Delegación de Veteranos, y Modesto Tirado Avilés, presidente de los Hijos y Nietos de Veteranos de Manzanillo, accedieron y Fidel junto con Leonel Gómez Prieto fue a buscarla. El primero de noviembre de 1947 la preciada reliquia viajó hasta La Habana en el tren central custodiada por los dos estudiantes y un grupo de veteranos. La reliquia y su comitiva fueron recibidos el 3 de noviembre en la terminal de trenes por estudiantes y trabajadores y la llevaron al Salón de los Mártires de la FEU, donde fue cubierta con la bandera de Carlos Manuel de Céspedes y quedó al cuidado de una guardia estudiantil permanente.
La concentración fue anunciada para la noche del 6 de noviembre pero, en la madrugada de ese día, el local de la FEU fue asaltado por un grupo gansteril armado y robaron la campana. La indignación popular fue grandiosa en toda la isla y Manzanillo se declaró ciudad muerta. El acto se dio de todas maneras, ahora con más fuerza e indignación. En el mitin Fidel acusó al Gobierno por el “ultraje a la reliquia de la República” y convocó a una manifestación que recorrería la ciudad. Al día siguiente bajaron por la escalinata de la Universidad cientos de estudiantes y trabajadores exigiendo la devolución de la preciada reliquia y condenando los desafueros del gobierno de Grau.
Según se supo después, la campana había sido robada por el gánster Eufenio Fernández Larrea y su pandilla de pistoleros, quienes la escondieron en un apartamento frente al Instituto del Vedado. Más tarde la dejaron en el portal de la residencia del General del Ejército Libertador Enrique Loynaz del Castillo quien, al encontrarla, la llevó inmediatamente al Palacio Presidencial y la entregó al presidente. El gobierno trató de que la Campana quedara en La Habana, pero la cólera popular creció tanto que no pudieron hacer otra cosa que devolverla. Fue entregada por el Jefe del Ejército al Ayuntamiento y al pueblo de Manzanillo el 12 de noviembre de 1947 y no se movió hasta cumplirse el centenario del alzamiento de Céspedes.
El 10 de octubre de 1968, Fidel inauguró solemnemente el Parque Nacional La Demajagua y la campana fue colocada entre la bandera cubana y la que había creado Céspedes, en un sitial permanente de honor construido según el proyecto del arquitecto santiaguero Fernando López, en los terrenos del antiguo ingenio.
El 30 de marzo de 1987 la campana fue trasladada a La Habana para presidir junto a Fidel el V Congreso de la UJC, que se realizó desde el 4 y hasta el 7 de abril.
Cuatro años más tarde, durante el IV Congreso del Partido Comunista de Cuba presidido por Fidel y celebrado en el Teatro Heredia de Santiago de Cuba, el 10 de octubre de 1991 la campana ocupó el lugar de honor. Había salido de La Demajagua el día 8 para ser velada esa noche por los veteranos en el Ayuntamiento de Manzanillo y a la mañana siguiente continuó su trayecto hasta Santiago de Cuba, donde recibió el homenaje popular y patriótico de los pueblos por donde pasaba hasta llegar a la Ciudad Escolar 26 de Julio (antiguo Cuartel Moncada) donde fue expuesta a los santiagueros antes de ser honrada por los participantes al Congreso.
Nuevamente fue traída a La Habana el 24 de febrero de 1995, fecha en que la Asamblea Nacional del Poder Popular conmemoró solemnemente el Centenario del reinicio de nuestra lucha independentista.
El 10 de octubre de 2017, vimos la campana de la Demajagua en el cementerio de Santa Efigenia en Santiago de Cuba donde escoltó con su simbolismo la solemne ceremonia político-militar de la inhumación de los restos de Carlos Manuel de Céspedes y Mariana Grajales para acercarlos a los de Martí y Fidel y otros numerosos héroes y mártires.
Fuentes:
- Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo: Dos fechas históricas: 10 de Octubre de 1868, 24 de Febrero de 1895, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1989
- José Martí: Discurso pronunciado en el Liceo Cubano de Tampa el 27 de noviembre de 1891.
- Doctores Edilberto Marban y Elio Leiva Historia de Cuba. Tomo 1, La Habana 1943 pp 343-350
- Revista Carteles del 16 de noviembre de 1947 pp. 32,33 y 86 y del 27 de noviembre pp. 33.
- https://www.ecured.cu/La_Demajagua Consultado el 1 de octubre de 2018
- mes.gob.cu/es/ingreso/instituciones/universidad-de-oriente Consultado el 1 de octubre de 2018