Eduardo Blas Yasells Ferrer, Premio Nacional de Periodismo “José Martí”, integra la serie audiovisual que comenzó a grabarse recientemente para dignificar la labor de los periodistas cubanos, que este año celebran su X Congreso. La producción corre a cargo de jóvenes egresados de la Facultad de Comunicación Audiovisual de la Universidad de las Artes y es fruto de la colaboración entre la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC) y la Asociación Hermanos Saíz (AHS).
Una madrugada a finales de noviembre de 1957 Eduardo Blas Yasells Ferrer pensó que había llegado al final de su vida. Tenía 22 años cuando, a puntapiés, fue apaleado en medio de un matorral, de donde muchos no salieron vivos. Ocurrió entre los cuarteles El Cobre y Moncada, en Santiago de Cuba, bajo las zarpas de un esbirro apodado Mano negra. Apenas lo habían liberado por falta de pruebas en la cárcel de Boniato un par de días antes y volvieron a apresarlo en Palma Soriano, cuando iba para La Habana con su tía Melba. En la misma guagua donde viajaban estaba un guardia rural que lo conocía desde niño y lo delató. Desaparecerlo era la intención del sicario del mote patibulario cuando en medio de la madrugada lo sacó de las mazmorras y lo contusionó en el viejo camino. Pero un rato después de la intensa golpiza, tendido en el suelo y descompuesto por el lastre de las magulladuras, una voz salida del jeep en el que lo habían trasladado, le abrió una hendija de luz.
—¡Tráiganlo para acá!
Era un llamado del Cuartel Moncada. Allí lo esperaba el Coronel José María Salas Cañizares, el asesino de Frank País García.
— Chaviano quiere matarte. Yo no, yo te voy a soltar ¡Pero piérdete!, le dijo.
Y lo liberó, aunque con una intensa linfangitis en la pierna izquierda provocada por las patadas de Mano negra. Lo hizo, porque rivales en los negocios con los bancos de bolita y los sitios de prostitución, Cañizares y Chaviano tronaban su inquina mutua en cualquier oportunidad, mientras apostaban por el fratricidio en la ruleta de su podredumbre.
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Es hijo de Francisca (Cusa) y de Eduardo, una santiaguera y un bayamés. Su padre era trabajador eventual y su madre ama de casa. Durante la infancia y primera juventud del primogénito (entre cuatro hermanos), la familia vivió en lo que llamaban el Reparto Santa Elena, muy cercano al Cementerio Santa Ifigenia. Allí empezaba una carretera vieja al Cobre, llamada Dos Caminos del Cobre.
— En San Pedrito, hoy Distrito José Martí, que era un barrio suburbano muy humilde. Lo habitaban gente de origen campesino, con casas de madera y muchos desempleados. No obstante, pude ir a la escuela. En la José Martí, más cercana a mi casa, hice cuarto, quinto y sexto grados. Los otros en una primaria más alejada.
Cursaba el segundo año de bachillerato cuando Batista, la mañana del 10 de marzo de 1952, dio el golpe de estado que lo llevó al poder. Y Eduardo Yasells fue uno de los tantos estudiantes que acudió a la manifestación acaecida en el Parque Céspedes. Allí estuvieron —acota— los partidos que habían sido destronados: el Auténtico, el Republicano y el Ortodoxo, con mayores posibilidades de victoria.
—Algunos estudiantes nos aproximamos al Cuartel Moncada y exigimos armas para enfrentar el golpe, porque todavía no había sido tomado por los batistianos, pero el Coronel Álvarez Margolle, plegado al cuartelazo, no nos recibió. Estos hechos fueron el inicio de la oposición santiaguera a la dictadura. Y yo estuve enrolado desde ese momento.
Fue en aquella época, en los años del Instituto, cuando Eduardo Yasells conoció a Frank País, que estaba en un curso más avanzado. “Era el primer expediente, era muy inteligente. No continuó el bachillerato porque decidió ingresar en la Normal. Quería ser arquitecto, pero necesitaba tener un título en menos tiempo, aparte de que le gustaba el magisterio, para ayudar a la madre viuda y a los dos hermanos, Josué y Agustín, que dependían de la pensión de ella. Llega entonces el golpe de estado, Frank se pronuncia y se convierte en dirigente de la Asociación de Alumnos de la Escuela Normal para Maestros”.
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Existía en Santiago de Cuba la Escuela Profesional de Periodismo Manuel Corona Ferrer, y Yasells estudia simultáneamente bachillerato y periodismo (1953-1956), aunque ya ejercía el oficio. Colaboraba en una sección del diario local Prensa Universal que se llamaba Mundo Estudiantil.
Era 1954. Tenía diecinueve años. Y junto a Josué País, Belarmino Castilla y otros compañeros, fundó la revista mensual Taína, una publicación de carácter público, de denuncia. Reflejaba la vida del estudiantado y de la juventud, pero lógicamente enfrentaba a la tiranía.
— No era inocua, comercial, ni apolítica; la hacíamos los jóvenes revolucionarios. Publicamos una entrevista con Melba Hernández y Haydee Santamaría en 1956, cuando salieron de la cárcel. Además, yo hice un editorial en el primer aniversario del Moncada, donde denunciaba que aquella acción había terminado con un genocidio, que por cada soldado muerto habían matado a diez revolucionarios, según la orden de Batista.
Taína circulaba en los centros de segunda enseñanza y entre la población. Era una revista de amplio perfil y pudo salir en momentos de legalidad, “pero cuando el ambiente se complicaba para Batista, conculcaba las tituladas libertades democráticas e imponía su régimen de opresión”.
—Nosotros aprovechamos esos periodos de apertura, hasta que definitivamente nos cerraron la revista en 1956. Entonces, ya había surgido el movimiento armado y fue imprescindible sumergirse en la clandestinidad.
—Josué País formaba parte de la dirección de Taína. También era un muchacho inteligente, mucho más joven que Frank. Estudiaba bachillerato y se proyectaba mucho en las ideas de izquierda. Frank era más discreto en cuanto a pronunciar una línea, porque era más amplio. Pero Josué era un joven de acentuado izquierdismo, muy valiente. Eso le costó la vida a Josué.
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El 30 de junio de 1957 Rolando Masferrer, conocido en la historia política cubana como un acentuado elemento represivo y oportunista, convocó a un mitin discriminatorio en el parque Céspedes bajo la consigna de que en los carnavales “los negros para la Trocha y los blancos para la Sierra”, con el fin de dividir a la población. Entonces el Movimiento 26 de Julio planea evitar la componenda y sitúa una carga explosiva en la tribuna preparada por los masferreristas. Pero sucedió que antes de que empezara aquello los bomberos regaron agua en el parque y desactivaron el artefacto.
— Frank ordena la desmovilización de los grupos que, a tenor con el sabotaje saldrían a realizar acciones en las calles. Sin embargo, Josué, no recibe la orden y sale con Floro Vistell y Salvador Pascual. Son vistos por la policía, los persiguen y acorralan en un sitio del entronque de Martí y Crombet, donde todavía hay un crucero de ferrocarril. Prácticamente los cazan y hieren a Josué. Parece que él iba manejando y cae herido al lado del carro.
—Los captores lo llevan todavía vivo para la Casa de Socorro. Y según una versión auténtica de los vecinos que lo ven llegar, en el hospital de Emergencias seguía con vida. Lo asesina fuera del centro asistencial el tristemente célebre Capitán García Olayón. Bonifacio Haza Grasso[i], era el jefe de la policía en ese momento y también era un criminal, pero no ultimó a Josué. Rosario, la madre, con la fortaleza de su carácter, fue al rescate del cadáver, que fue entregado al primer pastor de la Iglesia Bautista en la ciudad, narra el periodista, en el comedor de su casa, durante la entrevista audiovisual, más de medio siglo después de esos acontecimientos.
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Eduardo B. Yasells Ferrer fue apresado y desaparecido en varias ocasiones por los sicarios batistianos, no solo cuando casi pierde la vida en una madrugada de noviembre de 1957, ni cuando pasó seis meses en la cárcel de Boniato. Por su trabajo en la propaganda clandestina, la policía lo tenía fichado. Así, en octubre de 1954 lo detuvieron en el aeropuerto de Santiago de Cuba, al llegar procedente de La Habana. Lo acusaron de transportar armas y, efectivamente llevaba una pistola con algunas cápsulas y un clisé de propaganda para Taína. Pero el SIM (Servicio de Inteligencia Militar) agregó a su maletín fragmentos de metralla, granadas y fusiles.
Fue golpeado y amenazado hasta que el abogado, el Dr. José Antonio Grillo Lengoria, pudo demostrar, mediante la declaración de quienes recibían y pesaban el equipaje en la terminal aérea, que su defendido había sido víctima de un paquete.
—Se llamaba paquete a aquello que los represores inventaban, fabricaban, agregaban o exageraban en una causa, para incriminar al procesado.
Otra detención, más grave, ocurrió en junio del propio 1957, en La Habana, para donde lo habían mandado porque estaba muy quemado en Santiago. Estuvo muchos días desaparecido y fue torturado en la 13 Estación, que está en la Avenida Acosta, Lawton (hoy una estación de policía).
—Pero gracias a Elvira Díaz Vallina, sustituta de Antonio Echeverría como presidente de la FEU, y a Amparito Chaple, de la Facultad de Filosofía y Letras, quienes denuncian mi desaparición —mientras el abogado, el Dr. Santiago Cubas, de La Habana, con bufete en el Centro Masónico, presenta recurso de habeas corpus—, me mandan para Santiago. Además, yo le decía a la policía que el Tribunal de Urgencia de allí me estaba reclamando por el alzamiento del 30 de noviembre. Y fue cuando lo mandaron para Boniato, donde estaba el día que asesinaron a Frank País.
Luego ocurrió el incidente en el ómnibus, cuando iba con su tía Melba camino a La Habana, quedó retenido en el cuartel de la Guardia Rural de Palma Soriano, se desencadenaron los hechos narrados antes y, milagrosamente, fue liberado por Salas Cañizares.
No olvida la angustia de su madre en esos años. Ni cuando lo llevó a los predios de un santero para que lo despojara, ante la constante amenaza que sufría su hijo. El hombre le dio un resguardo que Yasells llevaba consigo cuando en el cuartel de Palma Soriano un guardia lo registra: “halló el objeto envuelto en una bolsita roja, dio un brinco y me lo devolvió enseguida”.
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Maltrecho viajó a Jamaica con visa de estudiante, gracias a la complicidad de dos pilotos de Cubana de Aviación, donde trabajaba su padre. Estuvo allí unos meses, estudió el inglés, y fue expulsado por “violar la neutralidad”. Más claro: editaba un boletín para la colonia de cubanos residentes como parte de sus actividades en la sección del M-26-7 en Kingston. Cruzó a Venezuela con dos o tres compañeros más, donde estuvo desde agosto hasta diciembre de 1958 y también colaboró con el Movimiento 26 de Julio y con la Federación Estudiantil Universitaria, de la Universidad Central Caracas, donde estuvo alojado.
—Regresé a Cuba el 2 de enero de 1959 y en La Habana me incorporé a las milicias que ocuparon las estaciones de policía, estuve como alfabetizador de una parte de la Columna 2, de Camilo Cienfuegos, que formó la guarnición del Palacio Presidencial.
—Unos días después me llamaron para integrar el equipo fundador del tabloide Verde Olivo, órgano del Ejército Rebelde, cuyo primer número salió el 10 de abril de 1959. La periodista Marta Rojas nos ayudó en la primera edición y Rosendo Gutiérrez[ii], en el diseño. Ese mismo año concluí mis estudios de Periodismo en la Escuela Márquez Sterling.
Pero a seis meses del triunfo revolucionario, cuando la alegría de poder andar por las calles a cualquier hora sin temor a ser apresado y de poder ejercer su periodismo militante, lo invadía, Eduardo Yasells sufrió una de las más grandes tristezas de su vida: la muerte de Cusa, su madre, con menos de 47 años. Además de la insuficiencia cardiaca que ella había padecido durante mucho tiempo, la tensión sostenida de saber que sus cuatro hijos estaban vinculados a la lucha contra la tiranía de Batista, le provocó un daño irreversible.
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Redactor, reportero, corrector, jefe de redacción, subdirector y director (este último de1971 a 1981). Por todos esos cargos pasó Yasells en su desempeño de más de 20 años en Verde Olivo.
—Como periodista me convertí en corresponsal de guerra: en la lucha contra bandidos, en Girón y en la Crisis de Octubre.
—En la lucha contra bandidos viví la experiencia de dos cercos, sobre todo en la zona de Ciego de Ávila, donde operaba un renombrado criminal. Fui con el batallón que comandaba el conocido Caballo de Mayaguara. Una de esas veces, estuve en el primer escalón: el enemigo salía disparando sin parar para salvarse.
En Girón, adonde llegó enviado por la revista en las primeras horas del ataque, los aviones mercenarios todavía dominaban el espacio y bombardeaban a la población, mientras Yasells iba en un vehículo por la carretera del Central Australia a Playa Larga.
—Entonces nos viene encima un B-26 ametrallando y tuvimos que tirarnos a la cuneta para evitar que nos alcanzaran las balas calibre cincuenta. Ya en Playa Larga, nos aproximamos bastante a una posición dominada por el enemigo y con un cañón sin retroceso nos dispararon y un fragmento de metralla atravesó la goma de repuesto del jeep donde íbamos, situada en la parte trasera del vehículo. No sufrí ni una herida, pero otros compañeros en aquellos días no tuvieron la misma suerte.
En la Crisis de Octubre Yasells estuvo como corresponsal en Oriente, en las unidades del ejército y con la población. “¿Qué sí había miedo de que se produjera una hecatombe nuclear? No, porque mira, en una acción colectiva, los acontecimientos son tan dinámicos que no te dan tiempo a pensar en el peligro. Había riesgos reales, claro, pero uno no los percibía por lo emotivo de las circunstancias y la disposición combativa de todos”.
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A Fidel lo conoció cuando el triunfo de la Revolución, en su entrada a La Habana en la Caravana de la Libertad. Y como periodista estuvo luego muchas veces en actividades en las que él participaba. En la etapa en que dirigió Verde Olivo recibió orientaciones directas del Comandante.
—En Girón, en la casa del Central Australia donde se fijó el puesto de mando, lo vi dirigiendo las acciones teléfono en mano, moviéndose de un lado a otro, como aparece en las imágenes documentales. Y pude calibrar su grandeza, al advertir que estaba corriendo los mismos riesgos que todos, cuenta, y su rostro se ilumina.
—Otras circunstancias, propiciaron que fuera a verlo a su oficina de 11 y 4, en el Vedado, donde en lo alto tenía una réplica del puesto de mando de la Sierra. Como siempre, caminaba a grandes zancadas, mientras me daba información y orientaciones.
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El ejercicio pleno del periodismo le llegó a Yasells con los primeros cambios desplegados por la Revolución. La Reforma Agraria va fue el nombre de una sección que asumió en Verde Olivo y que le hizo posible visitar todas las zonas de desarrollo agropecuario del país.
—Entre los periodistas que acompañaron a Fidel a la Primera Conferencia de Países No Alineados, efectuada en Argel, estuve yo. Fue un viaje que abarcó recorridos por India, Irak y Vietnam, donde hacía poco habían cesado los bombardeos de Estados Unidos.
—Esa vez Fidel se nos perdió. Se fue al sur sin nosotros, a través de la ruta Ho Chi Minh, por los senderos y los túneles del Frente de Liberación Nacional.
En más de ochenta años ¿cuánta experiencia cabe?, pregunta el octogenario periodista mientras hace memoria y enumera. Ha sido director del Instituto Internacional de Periodismo José Martí y de la Escuela de Periodismo de la Universidad de La Habana, hoy Facultad de Comunicación Social, y también miembro de la presidencia de la Unión de Periodistas de Cuba.
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De un sitio a otro anda por La Habana Eduardo B. Yasells Ferrer, sin aparentar sus años. Está plenamente activo y a la hora de escribir busca la generosidad de quien le regale unas horas de computadora, pues la mother board de la suya ha fenecido, dice sin saber pronunciar a derechas el nombre del artefacto electrónico.
Al hablar del periodismo cubano actual, subraya que, cada vez más, es preciso llevar a los escenarios mediáticos los debates que la gente tiene en la calle, en la casa, en los centros de trabajo, en las aulas universitarias, en la vida cotidiana. “Muchos tienen que ver incluso con el modelo económico y social que se está implementando”.
Y aunque reconoce avances en los enfoques de la prensa, menos atados que hace diez años, no cree que esté jugando todavía su papel dinamizador y de reflejo de la realidad. “Porque no solamente se trata de que sea receptiva de las opiniones de la gente; también, mediante las propias, y con responsabilidad, tiene que contribuir al cambio cuando sea necesario, sin olvidar que por cada conflicto que se resuelve se desencadenan otras necesidades”.
—No digo que los periodistas estén incumpliendo con su trabajo, sino que a nivel social resulta básico dejar atrás ideas como que las atribuciones de informar, orientar, debatir, son solo de la prensa, y que nadie más debe hacerlo. Los funcionarios también tienen parte en ello. Y ambos estamos del mismo lado. Pero, está la fuente y está el periodista.
—Pienso que quienes tienen cargos de dirección deben ver siempre a la prensa como un medio de posibilidades para que su trabajo se proyecte, mejore. Muchos de los problemas que la población plantea tienen solución, pero se envuelve en la telaraña burocrática. Además, también hay fenómenos como la corrupción, las indisciplinas sociales y pérdida de valores éticos, morales, cívicos y solidarios, que pueden erosionar a la Revolución. Y sobre todas esas realidades, los periodistas, con apego a la verdad, debemos abrigar una visión profunda y matizada.
—¿El momento más feliz de mi vida? Pudiera hablar de cuando nacieron mis hijos; de cuando me ascendían de grado en las Fuerzas Armadas, hasta el de coronel; de cuando sobreviví a una trombosis mesentérica y a la intervención quirúrgica que logró ese prodigio; y de cuando me otorgaron el Premio Nacional de Periodismo. Pero el instante de mayor disfrute lo tuve el primero de enero de 1959, cuando supe que había triunfado la Revolución, después de una lucha tan sangrienta y dolorosa donde perdieron la vida Frank y Josué y muchos compañeros muy valiosos.
—El más difícil, sin dudas, aquella madrugada, cuando golpeado ferozmente en medio del campo sentí tan inminente el peligro de ser asesinado por mis captores, porque en verdad estuve a punto de no poder contar esta historia.
[i] Bonifacio Haza Grassio es el padre del violinista que en meses pasados amenizó en Miami el convite de Donald Trump con la fauna contrarrevolucionaria.
[ii] Rosendo Gutiérrez Román fue director de P´alante durante 23 años (1985-2008), (http://www.palante.co.cu/images/pdf/2016/pdf%20feb2016.pdf).
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