Con el mismo ingenio y picardía que llevaron al joven linotipista del diario El Mundo a convertirse en uno de los dibujantes gráficos más grandes de su tiempo, se nos presenta Francisco Blanco Ávila, –Blanco, como reza al pie de sus creaciones, o Blanquito, como lo llaman los amigos–.
¿Qué cubano no ha recurrido en algún momento a la ayuda de un vecino, o sencillamente, a comentar con este las incidencias del día a día? Blanquito, con su genio inconmensurable para el dibujo, supo apropiarse de esta estampa de nuestra cotidianidad en abril de 1967, y devolvérnosla hasta la fecha en la historieta ¡Ay, vecino!, en más de 3000 entregas.
“En mi opinión, –reflexiona–, el éxito estribaba en que había utilizado la fórmula del contraste humorístico: (blanco-negro) tan viejo como nuestro teatro bufo convertido en el vernáculo del negrito y el gallego; en las tiras cómicas yanquis con Benitín y Eneas (alto-bajo). En el cine aún mudo entre los comediantes (gordo-flaco) Stan Laurel y Oliver Hardy; o más acá, en tiempos de la radio y la televisión (hombre-mujer) con Cachucha y Ramón”.
Esta es la primera historieta de !Ay vecino! publicada el 27 de abril de 1967 en el semanario humorístico Palante.
La historieta cuenta con una estética minimalista que responde a los requerimientos poligráficos de la época en que vieron la luz por primera vez, y siempre han sido impresos en una sola tinta; excepto en 2007, cuando la Editorial Pablo de la Torriente publicó un libro en colores como homenaje a sus cuatro décadas.
Para representar el contexto cotidiano, el autor diseña una secuencia de cuatro viñetas en la que aparecen dos balcones coloniales de medio punto, símbolo de la arquitectura nacional, en los que los protagonistas interactúan.
Como dato curioso, agrega el historietista, el nombre de lo que se convirtió en una sección fija del semanario Palante, lo tomó prestado del ritmo dengue de Pérez Prado, muy popular entonces, y posteriormente versionado por la orquesta de Roberto Faz. Ello se debe a que en un principio, la tira cómica fue concebida para ser objeto de animación; y su creador pretendía que la referida melodía sirviera de telón musical. No obstante, el proyecto nunca se concretó.
Blanquito y la visión pendular del mundo
Sagaz y espontáneo relata la historia de su vida en la misma casa donde vivió tras la anticipada muerte de su padre hasta que se casó. Cada recuerdo tiene su viñeta, y de vez en cuando, lo adorna con una refrescante pincelada anecdótica.
Si hay algo claro para nuestro protagonista a sus 87 años es que el hombre debe buscar el equilibrio en todas las facetas de la vida. Esta idea la reitera constantemente a través de metáforas como la del cachumbambé o la del péndulo, –algunas veces arriba, otras debajo–.
Y es que en el viejo arte de hacer reír, el quid está, dicho en sus propias palabras, en lo sutil, lo agudo: “A mí me lo explicaron una vez: tienes que trazarte una línea que mientras más te acerques mejor humorista eres. ¡Eso sí¡ Si la pisas te incineras porque tiene 33 mil voltios”.
Blanco considera que el papel del humor está en la crítica audaz a los problemas sociales, sin caer en vulgaridades ni en faltas de respeto. “Eso sí, –vuelve a sentenciar–, uno debe defender sus criterios y saber hasta dónde puede llegar”.
De igual forma, confiesa que nunca le han gustado los trabajos por encargo. “El caricaturista también es un cronista del diario y, ¿acaso alguien puede predecir lo que ocurrirá de aquí a dos meses?”.
Primer dibujo de Blanquito aparecido en el periódico El Mundo. (Foto: Yoandry Avila)
Ante tales declaraciones y conociendo el perfil perspicaz y satírico de sus dibujos, no existen dudas de que Francisco Blanco Ávila ha sido y es un artista irreverente, como él mismo reconoce: “Nosotros (los cubanos) tenemos una cultura que es revolucionaria y radical, es decir, que viene de las raíces. Para mí esa es nuestra principal fortaleza. Cuando un cubano dice ‘No’ es ‘No, no y no’”.
No podría ser de otra forma alguien que ha formado parte de la historia más reciente de nuestro país, y que a la vez, encontró su lugar e inspiración dentro del fenómeno reivindicador del ser humano iniciado en 1959.
Por María Carla O¨Connor y Yoandry Avila / Cubaperiodistas