Lo conocí en el telecentro de Camagüey, de la única manera que se conoce a la gente buena: ayudando. Accedió a revisarme el guion de un reportaje televisivo sobre una exposición fotográfica. Fue minucioso en su corrección, con la perfección de quien ha corregido tantos materiales periodísticos. “Este es un lobo viejo”, pensé, “no se le escapa una”. A partir de ese día, lo miré con otros ojos: los del respeto.
Valdés tiene 70 años, es el web master de TV Camagüey y sabe un poquito de todo.
El niño que le mordió la pierna a la maestra
José Gilberto, que para el inicio de esta conversación devenida crónica, aún es un muchachito rebelde y el menor de tres hermanos, fue siempre el consentido de su papá. De él aprendió el arte de la mecanografía, a hacer fogones de horno, a construir palanganas y las canales por donde corre el agua, así como la meticulosa ortografía, aun cuando su padre no tenía el 6to grado.
La madre era costurera y cosía zapatos. Su familia, también de herencia mambisa, siempre estuvo vinculada a la Iglesia Católica: José jugaba en el patio del Convento de las Ursulinas, donde actualmente se halla enclavada la Oficina del Historiador y su ropa de recién nacido la confeccionaron las monjitas de allí.
Imaginen entre líneas a ese muchacho rebelde, que cambió seis veces de escuela por su comportamiento y cuya primera expulsión ocurrió por darle una mordida en una pierna a la maestra. Ahora obsérvenlo con 70 años, sentado en un sofá, con los ojos envueltos en lágrimas, contándome que a los 15 años aquel muchachito quedó huérfano de madre.
Siempre le gustó escribir y desde edades tempranas redactaba cuentos muy sencillos. Dice que a veces los muchachos del Instituto Tecnológico tiraban a bonche que él siempre estaba arriba de la noticia y las comentaba como nadie. En ese lugar de sus memorias comienza a convertirse en un muchacho serio, y ya lo veo joven, maduro, con un uniforme militar y un peso de Patria sobre los hombros.
La mochila militar: Echar a Cuba y después el agua
Angola resultó una de sus experiencias internacionalistas, como parte de la primera unidad de tropas enviadas desde Cuba para combatir el régimen de apartheid existente en ese país africano. Recuerda aquel vuelo de exploración cuando observaron una enorme columna de polvo, muy larga para ser una manada de elefantes y entendieron que era una gran retirada de hombres. En Angola aprendió el idioma portugués y el arte del combate terrestre, a sacar enseñanzas de los reveces y un poquito más sobre ser cubano.
“Luego llegó la misión en Etiopía. Allí creamos un noticiero de radio para las tropas. Allí conocí a oficiales namibios e hice amistades que nunca olvidaré. Pero la vida militar de este Primer Teniente no terminó allí. Más tarde tuve que viajar a la URSS, para enseñar el sistema cubano de combate”.
Encontró piedras difíciles en el camino bélico, pero todo eso conforma la mochila de conocimientos y anécdotas de Valdés, mochila en la que primero se echaba a Cuba y después, el agua.
Adelante, mi familia
Entró a su redacción con un conocimiento muy básico de las preguntas clásicas del periodismo y se arrimó a buena sombra: la de Eduardo Labrada. Luego, con la llegada de la Universidad, Valdés cursó dos carreras: Periodismo y Lengua Inglesa.
Comenzó como redactor de mesa y su primera cobertura la realizó en el Estado Mayor de Zafra, por sus conocimientos sobre la industria de la caña. Luego estuvo escribiendo sobre temas históricos, pero no le bastaba: como buen periodista, quería salir a la calle, hasta que le asignaron la sección sobre temas de tránsito en el periódico.
“Con mi primer salario me compré una cámara fotográfica de rollo que todavía guardo. Mi primera foto publicada la capté desde un balcón, sobre la inauguración de Pueblo Nuevo, en Jimaguayú. A las 5 de la mañana salía en una motocicleta con Paneque —periodista radial— y Durán, el fotógrafo del periódico, cubiertos con una colcha por el frío y así íbamos a Venezuela, en Ciego de Ávila, a Punta Alegre y cuanto sitio tuviéramos que ir en Camagüey, para vivir las aventuras periodísticas más increíbles”.
Valdés recuerda de forma especial las coberturas sobre los recorridos de Fidel por tierra agramontina.
Con Raúl y Vilma tiene anécdotas memorables, como cuando lo mandaron a Ciego a entrevistar a Raúl y una vez llegó hasta él, “era a codazo limpio para poder escribir y Durán tomar sus fotos, entonces me puse bravo”:
—Ah, caballero, déjenme trabajar.
Raúl lo escucha entre la multitud y le pregunta:
—¿Qué pasa, periodista?
—Nada, que estoy incómodo aquí, no me dejan escribir.
—Ah, pase para acá.
“Muchacha, me entró para allá, bien cerquita de ellos y no tuve que fajarme a codazos”, me cuenta el Valdés atrevido. Dice que a Vilma le encantaba el batido de mamey y en esa ocasión, le pregunta:
—Oye, ¿a ti te gusta el batido de mamey?
—¿A mí? Me encanta
“Entonces Vilma me trae un vaso y una jarra de batido de mamey para servirme. Y yo mirando a Durán, haciéndole señitas para que hiciera una foto con Vilma, pero nada”.
Viene también a sus memorias cuando desfiló un Primero de Mayo con sus niños pequeños y su esposa, que trabajaba en la salud y Raúl lo conoció desde la presidencia. “Con todo su vozarrón me gritó en medio de toda aquella gente: ‘Oye, periodista, ¿te metiste a médico?’ y se acercó para conocer a mi familia”.
Valdés concedió su labor a la zafra, al sector agrícola y pasó por varios puestos dentro del Adelante, incluso como subdirector, pero siempre con honor y buena voluntad. Armó en el periódico el “dinosaurio”, como le llama a las primeras computadoras y es un apasionado de la computación y un estudioso de la redacción periodística en la web.
Su principio de trabajo es entregar cada día algo nuevo, hacer lo que se puede y lo que no, por esa pasión de escribir.
La Televisión y la web: Un hombre multimedia
Valdés inició en la televisión como Jefe de la redacción informativa en el telecentro de Camagüey y llega en el Período Especial, como todo un valiente. Al principio, solo salía al aire un boletín muy breve, pero luego TV Camagüey comenzó a transmitir el Noticiero de 12 minutos y Valdés estuvo allí. “Solo había una cámara para todo, pero arrancábamos y hacíamos las cosas”. Se hizo cómplice de la periodista María del Carmen Fuentes y juntos crearon el programa Presencia, que aún se realiza. Aprendió a editar, a redactar para la televisión y a enseñar a las nuevas generaciones, aunque con 27 años en el medio, todavía tiene miedo a poner su voz en un micrófono.
También se preocupó por traer las nuevas tecnologías: él armó computadoras en esa redacción y el mismo día que llegaron, redactó el guion del Noticiero en los nuevos ordenadores. Fundó la página web y se echó a los hombros aquel empeño, hasta hoy, que continúa estudiando e investigando como un minero de la información.
Parece anacrónica la imagen de Valdés con su cojera, su bastón, la cabeza llena de recuerdos y casi sin cabello, sentado frente a una computadora, aprendiendo aún nuevas mañas y trucos. Porque Valdés es un valiente, como el dibujo de Juan Padrón, pero cambió el machete de Elpidio por la palabra y ahora camina, con cojera y todo, devolviendo una sonrisa a cada aprendiz de periodista que le pide su criterio.
Foto de portada: La noche de este viernes dolió la noticia de la muerte de José Gilberto Valdés, hombre de prensa, de familia; cubano jaranero, rebelde y de corazón nobilísimo, como lo retrata esta crónica inédita escrita en el año 2020
Tomado del periódico Adelante