A partir del triunfo del primero de enero de 1959 comenzaron los cambios más grandes en la historia de la prensa en Cuba, cuando la Revolución inició un camino hacia las más radicales y profundas transformaciones políticas y sociales en la historia de la nación.
En esos días de alegría popular contagiosa, huyeron del país los testaferros que operaban los libelos paramilitares dedicados a matar la verdad y esparcir la mentira en el escenario público.
La prensa clandestina salió a la luz y decenas de emisoras nacionales, provinciales y locales se enlazaron con Radio Rebelde en la Cadena de la Libertad. El primer día del año, la alocución de Fidel Castro, convocando a la huelga general, rompió la conjura golpista tramada en la capital en contubernio con la Embajada de EE.UU.
Los canales de la televisión, el novedoso tipo de medio, entraron en los hogares del país y dispararon sus audiencias con las imágenes de los primeros barbudos victoriosos, los presos liberados y las manifestaciones de júbilo en las calles.
Eliminada la censura, la prensa comenzó a sacar a la luz con gran despliegue las numerosas masacres de campesinos indefensos, las torturas y asesinatos de jóvenes que le habían prohibido publicar.
La opinión pública en general y las familias de las víctimas en particular demandaron la aplicación de la justicia a los asesinos pertenecientes a los cuerpos represivos de la dictadura, que habían sido capturados y, en consecuencia, se establecieron los tribunales para juzgar, con garantías para de su defensa, a los acusados de crímenes, torturas y otros desmanes.
Cuando Estados Unidos vio peligrar el futuro del instrumento garante de sus intereses y privilegios en Cuba, desató una furiosa campaña internacional de mentiras y tergiversaciones contra la Revolución. El Ejército Rebelde, que había respetado siempre la integridad física y moral de los enemigos capturados, era presentado al mundo como una fuerza movida por el odio y la venganza.
La Operación Verdad fue la respuesta del nuevo gobierno, que invitó a más de 400 periodistas latinoamericanos a viajar La Habana. Frente al Palacio Presidencial el 21 de enero los visitantes presenciaron el clamor de un millón de personas dando su apoyo a la aplicación de la justicia. En los dos días siguientes, los enviados especiales sostendrían un intercambio con el Comandante en Jefe.
El joven líder no ignoraba los colosales retos que enfrentaría el cumplimiento del programa del Moncada, ante el desastre moral, económico y presupuestario heredado; ni subestimaba el gran poder de penetración del entramado mediático del país ayudado con técnicas de persuasión modernas y otros recursos de la publicidad mercantil.
Desde la lucha en la Sierra Maestra, enfrentado a la ofensiva militar de la tiranía e indignado por los crímenes perpetrados con armas suministrada por Estados Unidos, el jefe rebelde dejaba constancia en una nota de que su destino verdadero, tras la victoria sería la guerra contra el gran culpable. Seis décadas antes Martí había escrito una reveladora carta de asombrosa similitud.
Concluida la contienda, conocedor del valor de la prensa, Fidel aprovechaba cualquier espacio en el que era entrevistado. Cuando lo emplazaban críticamente, señalándole que no solía defender al gran empresariado, respondía que este había tenido siempre a su servicio a los grandes medios, y entonces él optaba por defender a los pobres e ignorados, que nunca los tuvieron.
Como era de esperar, el programa de leyes de justicia social ─como la de reforma agraria que cuatro meses después del triunfo ya los campesinos estaban recibiendo los títulos de propiedad de la tierra que laboreaban─, fue el parteaguas que enfrentó la Revolución a los poderosos oligarcas de la prensa.
Los amos de los medios, por pudor o esperanzados de que sería un gobierno más en la tradición de entreguismo y corrupción de la política cubana, al principio no se atrevían a cuestionar abiertamente la justeza de los cambios, pero empezaron a ceder cada vez más espacio al veneno de las agencias de prensa estadounidenses, escudándose en el principio de la libertad de prensa.
Ello trajo un cambio sustantivo cuando ajustándose a la misma regla, los colectivos de periodistas y trabajadores de los medios escritos y radiales acordaron colocar su opinión en contra, en forma de una breve coletilla, al final de cada mentira.
Al quedar desnudos y atrapados en su propio discurso, los patronos terminaron cerrando ellos mismos sus empresas periodísticas y se marcharon del país. Querían libertad de prensa, pero no tanta, y huían de ella.
En realidad tampoco podían encarar la situación económica de sus negocios, resquebrajada por el cese del apoyo financiero y otras prebendas de la dictadura, la prohibición de los juegos de azar, que acabó con los sorteos de suscriptores, la reducción de las pautas publicitarias y las demandas salariales de sus trabajadores.
En el ámbito de la radio, en marzo 1960 se creó el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL), esfuerzo conjunto que desempeñó un importante papel. “Cuando las grandes emisoras estaban contra la Revolución, estaba al lado de la Revolución y ayudando a la Revolución», dijo el Comandante en Jefe acerca del aporte de aquel esfuerzo coordinado para dar a conocer la verdad de la realidad en Cuba.
En el ejercicio de un nuevo periodismo había un hecho emancipador: nada perjudica más la salud física y espiritual de quienes lo ejercen que escribir en contra de su conciencia. Finalmente, los propios colectivos asumieron la conducción de los centros abandonados, hasta que pasaron a ser propiedad de la nación, como igualmente sucedió con los negocios, algunos monopólicos, de la radio y la televisión.
Con la intensificación del terrorismo de estado de consuno con el terrorismo mediático contra Cuba, los medios cubanos se convirtieron en una trinchera de combate y sus periodistas en un cuerpo de corresponsables desplegados en los escenarios de los enfrentamientos dentro del país y en el exterior como parte de la solidaridad y la colaboración internacionalista.
La inédita realidad exigía la formación, preparación y recalificación de las fuerzas. Gracias a la fundación de la UPEC, que desde su surgimiento no fue un gremio demandante sino un articulador dinámico en la solución de problemas en el sector, se logró meses después la creación del primer Departamento de Periodismo en la Universidad de La Habana, de enorme trascendencia para el futuro del sector.
La necesidad de profesionales para los medios que se multiplicaban, se había apoyado inicialmente en cursos emergentes de recalificación y en un amplio movimiento de selección y preparación de corresponsales voluntarios. La campaña de alfabetización y el desarrollo cultural de la ciudadanía habían propiciado, además, un tipo de consumidor de medios más exigente.
Aquel departamento fue el embrión de un empeño mayor que asumiría la misión de dotar al país de profesionales más capaces en las especialidades de Periodismo y Comunicación Social en respuesta a los análisis y señalamientos críticos de los congresos de Partido y de la UPEC. Ello garantizó también el desarrollo de profesionales validados y categorizados para los claustros de otras universidades del país.
El Instituto Internacional de Periodismo José Martí, que acaba de cumplir su aniversario 40, dio también respuesta a los acuerdos de la organización acerca de la necesidad de la superación y actualización de conocimientos, de intercambio de experiencias y debate de los profesionales del sector y de organizaciones hermanas. A los beneficios de la plataforma de educación a distancia con su Aula Virtual de Periodismo, se sumaban a las casas de la UPEC en todas las provincias conectadas en red.
La desintegración de la Unión Soviética y el derrumbe del socialismo en Europa, obligaron a Cuba, sin tener absolutamente ninguna responsabilidad en ello, a adoptar e implementar un plan de medidas previstas para tiempos de guerra. El país entró en un período especial de extrema dureza, pero no renunció a un grupo proyectos en marcha que ayudarían a salir más pronto de las dificultades.
La misión de la prensa en aquellas circunstancias, la resumiría Fidel en 1994 cuando dijo a los periodistas: “Si no logramos que la prensa juegue un papel óptimo, no ganamos la batalla del período especial”. Aquel papel óptimo debió desempeñarse con una drástica restricción de los periódicos y las revistas─ algunos con cierre total─, menos páginas y la prolongación de sus frecuencias de salida.
En la televisión y la radio no fue menor el impacto, con reducción de canales y de horas de la programación y dificultades en la recepción y trasmisión de las señales a causa de los apagones. La carencia casi total de insumos, combustibles, equipos, rollos de películas… Era paradójica la situación: más heroísmo popular y menos posibilidades de reflejarlo y recogerlo para la historia.
Cientos de periodistas fueron reubicados laboralmente, pasaron por los campamentos agrícolas, dedicaron jornadas a ensamblar bicicletas, a conocer de la doma de bueyes, a organizar encuentros con los lectores o mudarse todo el colectivo a una comunidad durante días para reflejar todas sus historias un fin de semana.
La prensa se hizo entonces más pueblo. Fue una etapa cargada de hazañas colectivas, de unidad nacional, mucha creatividad y experiencias que no deben olvidarse.
El desafío de las nuevas tecnologías de la comunicación globalizada y la Batalla de Ideas multiplicaron los medios territoriales y locales, los acercaron a sus audiencias, aumentó el número de publicaciones en Internet y se establecieron alianzas. También propiciaron el adiestramiento de las fuerzas para aceptar el reto y el despliegue tecnológico indispensable para los nuevos escenarios.
Con una amplia participación de invitados, de dirigentes del Partido en las provincias y el Comité Central, junto a representantes de organizaciones aliadas, universidades y organismos implicados en el temario, Fidel promovió un debate profundo en el VII Congreso de la UPEC en 1999, que se extendería durante cinco días y con la misma composición todos se volverían a reunir en cinco plenos semestrales del Comité Nacional, para chequear acuerdos y continuar los análisis.
La política informativa del Estado y el Gobierno aprobada por el Partido fue el antecedente indispensable para la propuesta de Ley de Comunicación Social que sancionó la Asamblea Nacional. Surgida de una paciente y profunda elaboración colectiva que se fue perfeccionado hasta la última de sus 34 versiones, el proyecto fue presentado a los diputados por el Presidente del nuevo Instituto de Información y Comunicación Social.
La norma legal, al igual que el Código de las Familias, deriva de los preceptos constitucionales y da respuesta a problemas analizados durante años dentro y fuera del sector de la prensa, resulta imprescindible dado el aporte de la comunicación social para afianzar la unidad del pueblo, la ideología de nuestro socialismo y la defensa de la independencia, la soberanía y la seguridad de la nación.
Disponer de una ley así y de sus normas resulta indispensable también para la más efectiva participación popular e institucional ante el despliegue brutal de las plataformas de penetración social del imperio contra Cuba socialista, la cual es un obstáculo en sus aspiraciones de imponer sus intereses al resto del mundo. Cuantiosos recursos y dinero destinan a promover una reversión del sistema político cubano.
En línea con el impacto social de la mencionada Ley, la Presidencia de la UPEC en el Informe Central a su reciente XI Congreso, expuso que en contextos como los actuales “se requieren instituciones vigorosas y socialmente sensibles, grandes consensos sociales y sentido profundo de la solidaridad, la intersectorialidad y la colaboración”.
Es por ello, como agrega el informe, que alcanzan mayor relevancia la responsabilidad social del Periodismo en particular y de la comunicación pública en general, el carácter ético de la profesión y su indeclinable vocación de servicio al ideal de libertad, independencia y justicia social.
Miguel Díaz-Canel, primer secretario del Partido y Presidente de la República, al intervenir en el Congreso resumió cómo debe ser en Cuba el periodismo de estos tiempos: ese que debe tener total apego a la verdad y en el que la innovación gane cada vez mayor protagonismo, nacida primero en la academia, pero extendida luego a los medios de comunicación como herramienta fundamental para solucionar los problemas que en ellos existen asociados a su trabajo en la actualidad.
En consecuencia, entre los cambios más importantes de la prensa cubana en estos 65 años de Revolución, en base a la historia y su proyección de futuro, está el Experimento para el cambio de los modelos de gestión editorial, económica, tecnológica y de formación de recursos humanos del sistema de prensa, en el que ha estado involucrada activamente la UPEC, bajo la conducción del Partido y la participación del Gobierno.
Los órganos de prensa aprobados para el experimento son 17, de ocho provincias e incluyen periódicos, radioemisoras y televisoras, agencias de noticias y medios digitales, en los cuales se establecieron colectivamente los principios para el cambio de gestión.
La propuesta del proyecto, fue debatida y colegiada durante varios meses, e incluso años, pues partió de las ideas dadas a conocer en el X Congreso de la UPEC en 2018 y de la propuesta de un Grupo de Trabajo Intergubernamental presidido por el Partido, luego de la presentación en el VII Pleno del Comité Nacional de la UPEC, en enero de 2022.
Cuando se conoció públicamente la propuesta, un cintillo la calificó como el “Modelo de prensa que sueña Cuba”, cinco años después, en el Congreso de la Transformación, la UPEC precisó en su lema central: Cambios sí, cambios revolucionarios. Con ellos, el sueño comenzó a concretarse sustantivamente en la prensa revolucionaria cubana.