Hace unas semanas, el rapero y compositor Duki habló de la salud mental en medio de un recital y llamó a mostrar los sentimientos si las personas están tristes o a llorar si eso es lo que sienten, especialmente a los hombres, que todavía tienen el mandato de “los hombres no lloran”. Algo parecido hicieron antes otras personalidades públicas jóvenes como Tini Stoessel, por ejemplo, que habló de las presiones que sufre en las redes sociales. Estas expresiones de jóvenes que exponen su fragilidad como un valor positivo, convive con todo tipo de chistes, memes e incluso críticas a que esta generación es demasiado frágil, no solo en cuestiones personales sino en el trabajo por ejemplo: que no lo dan todo por el trabajo o se exigen menos, etc. La periodista María Julia Olivan se refirió a esto hace unos meses: “Hay una generación de cristal a la que se le muere el gato y faltan al trabajo”. Se habla justamente de “generación de cristal” para nombrar a un fenómeno de “fragilidad emocional” que parecería abarcar a personas nacidas desde fines de los años 90 pero también de personas que tienen otros valores que cuestionan los de generaciones previas, entre otras características. En este artículo, especialistas intentan explicar por qué se habla de “generación de cristal” y cuáles son sus creencias, valores y prácticas.
A comienzos de diciembre, tras vivir un momento de angustia en una conferencia de prensa, Duki se refirió al tema en medio de un concierto en la cancha de River Plate. Llamó a “salir adelante” a quienes sufren “problemas de ansiedad, problemas mentales”. En un discurso breve dio varias definiciones: “yo soy hombre y lloro desde que nací. Y viví triste toda mi vida y así me hice fuerte”; “si tienen problemas de ansiedad, problemas mentales, loco, la forma es salir adelante”; “si tienen que llorar, lloren. Si tienen que estar tristes, lo dicen”; “y si te dicen cagón, decís cagón sos vos por no querer mostrarlo, gil”. Su “confesión” se ganó el aplauso de sus fans.
Sofía Calvo es licenciada en psicología y autora del libro La generación de cristal. Sociedad, familia y otros vínculos del siglo XXI. Ella misma escribió en primera persona sobre este asunto. En diálogo con Página/12 dijo que esta generación viene a cuestionar “conceptos que antes eran inamovibles”. “Estamos en un momento donde socialmente se cuestionan aspectos que antes solo eran aceptados o dados por sentado. Como la idea de tener hijos, de casarse, de tolerar un trabajo que nos cuesta nuestra salud mental, de no hablar de lo que nos pasa. Entre otras”, agregó.
Hay consenso en que esta generación expresa una mayor sensibilidad, preocupación por el medio ambiente o lo que se come, conoce sus derechos y prioriza su bienestar personal por sobre otros valores, entre otras cosas. Si bien estos aspectos podrían ser vistos como positivos, hablar de “generación de cristal” parece tener connotaciones negativas si lo pensamos como gente que es demasiado susceptible, no puede sobreponerse a los obstáculos que se presentan en la vida o no acepta las frustraciones. “Siempre hay posturas opuestas o complementarias en todo análisis social. Es imposible que haya un consenso homogéneo, y tampoco es enriquecedor o necesario. La sensibilidad se puede tomar como algo positivo porque nos permite empatizar o profundizar en ciertas temáticas o se la puede pensar como debilidad. Opto por estar en el primer grupo, en el que entiende a la sensibilidad como una herramienta fundamental para participar de los cambios necesarios en el mundo. Esta generación viene a poner un corte definitivo a cosas que se vienen cuestionando hace tiempo, y esto, al sistema no le gusta nada. Toda nueva corriente genera una contracorriente o resistencia al cambio y por eso se la intenta desestimar. Pero no quiere decir que efectivamente sean débiles o sus ideas estén erradas. El análisis es mucho más complejo”, dijo Calvo.
Algunos de esos cambios como, por ejemplo, correrse del estereotipo del varón que no llora son promovidos hace tiempo por los feminismos y los estudios de género, lo que podría dar algunas pistas acerca de por qué y quienes cuestionan a la “generación de cristal”. En ese sentido, Calvo dijo que los cambios son aceptados y celebrados por quienes estén en el camino de la deconstrucción, entendiéndolos como actos políticos necesarios para la identificación de las demás personas. Es decir, desmitificar algunas cuestiones, empezar a hablar de otras, darle la injerencia que tiene a la salud mental. Pero para quienes no, van a seguir siendo simplemente signos de debilidad. Hay una idea muy errada de lo que la debilidad es. Y eso lo entiende el feminismo y los sectores progresistas de la sociedad”.
El término “generación de cristal” fue acuñado por la filósofa española Montserrat Nebrera para describir la fragilidad emocional, la gestión de los sentimientos, la susceptibilidad en ebullición, la sobreprotección de su crianza y la poca tolerancia a las frustraciones de los jóvenes nacidos desde fines de los años 90. Si bien no hay consenso académico para hablar de este término, las especialistas aproximan definiciones en función de lo que se podrían considerar modos de subjetivación característicos de esta época. Aunque puede ser cuestionada la intención cuasi marketinera de buscar etiquetar personas en función de su edad, el término circula popularmente y en función de eso las expertas consultadas intentan hacer algunas aproximaciones al fenómeno.
Marcela Altschul, psicopedagoga y psicoanalista, reflexiona en diálogo con este diario sobre otras aristas de lo que implica también ser parte de la “generación de cristal”: “Se observa una importante dificultad para sostener el esfuerzo que implica todo proceso o meta a corto, mediano o largo plazo. Parecería que se parte de la convicción de que a ellos ‘les toca’ gozar de todos los beneficios sin tener que trabajar para alcanzarlo”, dijo. También compartió algunas experiencias recabadas en su consultorio, en que pacientes adolescentes y jóvenes consideran que lo construido o logrado por sus padres es mérito propio, desconociendo el esfuerzo y la experiencia que implica: por ejemplo, Sara, de dieciocho años, se presenta como “casi psicóloga”: “Hace un mes empecé la carrera, pero, sobre todo, porque mi mamá es psicóloga así que, de vivir toda la vida con ella, yo casi soy”.
Gran parte de quienes le dieron el triunfo a Javier Milei como presidente son parte de esta generación. Por eso vale la pena preguntarse también cómo vive la “generación de cristal” los cambios políticos, de derechización o ultraderechización de nuestro país y del mundo. “Es uno de los puntos débiles de la generación. Pero como en todo, no hay absolutos. Tenemos una juventud militante con conciencia de lo que la derecha representa, pero también son quienes consumen TikTok o redes donde la ultraderecha hizo un gran trabajo de marketing, que a mi parecer fue la clave de su éxito político. Es fundamental que se trabaje en la conciencia y la construcción de un pensamiento crítico que vaya más allá de las redes sociales porque sino la masa se vuelve cada vez más débil y moldeable gracias a discursos o lemas que poco representan lo que en realidad vienen a buscar”, opinó Calvo.
Por otro lado, Altschul propuso entender esta generación a partir de cómo las madres y padres concibieron su crianza, en la que el esfuerzo y las instancias de posible frustración fueron evitadas a toda costa: “Muchas familias comparten un discurso que resalta la negativa ante cualquier exigencia que se pueda plantear hacia los más pequeños, así como la convicción de que todo aprendizaje debe ser presentado y transitado desde el placer, idealmente con modalidad lúdica, casi como si fuera perjudicial que los chicos se den cuenta de que existe cierta expectativa de superación hacia ellos”.
“Podemos vincular esta dificultad con una baja tolerancia a la frustración: si nunca han tenido que sostener el esfuerzo haciendo frente a nuevos desafíos y obstáculos imprevistos, difícilmente sabrán manejar el desencanto o los reveses con que se encuentren”, agregó. Así, lo que tantas madres y padres concibieron como un acto de protección “los puede privar de la experiencia de disfrutar de la satisfacción de alcanzar un logro, gracias a su propio empeño y perseverancia. De este modo, la protección muestra su contracara cuando llega el momento de afrontar una autonomía que, en muchos casos, lo es solo en apariencia, ya que no han transitado las experiencias necesarias para construir recursos propios que los habiliten ante el afuera”.
Para ella, ante esta generación nacida nativa digital también hay que preguntarse por su relación con las tecnologías de la información y la exposición de la intimidad en busca de aceptación social. Por otro lado, como parte de este fenómeno señaló que “hasta hace un par de décadas había una clara diferenciación en el modo de hablar o vestir en función del lugar o interlocutor al que nos dirigiésemos. Desde esta generación, muchas veces el trato hacia el otro es muy similar más allá del grado de confianza o edad y, en relación a la vestimenta, cuestionando fuertemente cuando se intenta reglamentar, por ejemplo, que no pueden ir al colegio con ojotas o transparencias. Muchas normas o reglamentos son resistidos al ser vividos como represivos, perdiendo la dimensión de la necesidad de acuerdos sociales y de convivencia”. También se mostró muy preocupada en relación a la tendencia a exponer públicamente aspectos tan íntimos/privados como lo es la salud mental: “Así como vemos que se vulneran los derechos de muchos niños paseándolos por los medios de comunicación para explicar de qué se trata su propia condición diagnóstica (supuestos autismos, dislexias, etc), escuchamos a periodistas y comunicadores confesar en público su angustia por haber descubierto en ese preciso momento, o poco antes, que padecían determinado síndrome o trastorno (a modo de inferencia a partir de lo expuesto por el pequeño invitado o algún profesional de la salud mental)”. Y consideró que este movimiento va de la mano de la llamada “educación emocional” que se instaló “de modo salvaje en las escuelas, exponiendo a los pequeños desde las primeras salas de educación inicial, a hablar de sus emociones con docentes que no necesariamente tienen la capacidad para manejar las situaciones que pueden surgir, frente a grupos de compañeros que forman parte de su mundo público”.
Como todo corte generacional la mirada sobre esta generación permite aproximaciones generales que dan cuenta de cualidades positivas y negativas, así como podría hacerse en relación a otras generaciones. El hecho de que esas características trasciendan lo individual para convertirse en un rasgo común con personas de edades similares no pretende la estereotipación del grupo sino complejizar el análisis social. Como dijo Calvo: “cada sociedad crea sus propios síntomas y esta generación no está exenta de esto”.
Tomado de Página 12
Foto de portada: ACIS