¡Hay cartas que no se escriben, y cariños que no se dicen, y mensajes que,
aún no mandados, llegan!
José Martí. Patria, 1892
Leer cartas es siempre una experiencia enriquecedora, pues permite conocer los más insospechados secretos que pueden develar esos textos, originalmente escritos desde la más absoluta intimidad.
De ahí que las cartas se hayan convertido, a lo largo de la historia, en fuente imprescindible para conocer no solo de sus remitentes y destinatarios, sino también de la época en que fueron redactadas.
La lectura de León Tolstoi. Epistolario cubano (Editorial Cubaliteraria, 2023), libro que firma Blas Nabel Pérez Camejo, no desmiente tal afirmación; por el contrario, confirma el alcance y trascendencia que pueden llegar a alcanzar las misivas.
El propósito esencial de esta entrega es indagar y reflexionar en la correspondencia recibida desde la mayor de las Antillas, entre finales del siglo XIX e inicios del XX por el conocido, y reconocido, escritor ruso.
Se estiman en 16 000 las misivas atesoradas hoy en el Museo León Tolstoi, en Moscú, entre cartas, postales, notas, enviadas y recibidas por el autor de Guerra y paz, gracias a la fecunda relación epistolar sostenida con personas de todo el mundo.
Es posible ahora conocer, a través de las páginas de este libro, algunos de esos textos que fueron fechados en la isla, pertenecientes al fondo de 245 cartas escritas en español, conservadas en la mencionada institución moscovita.
Entre esas misivas se destacan aquellas escritas por humildes lectores de sus obras, como varios obreros presos en la cárcel de La Habana, acusados de organizar y participar en una huelga llevada a cabo en 1903.
Resulta evidente que el novelista ruso, en consonancia con la defensa de los ideales sociales y morales que guiaron su existencia, recibió con beneplácito esas cartas, no solo sustentadas en la admiración que su obra despertaba.
Algunas de esas epístolas, relacionadas con la citada huelga y con la represión contra los huelguistas, suscitaron, incluso, interrogantes al escritor que, por obvias razones de seguridad, no pudieron ser respondidas por sus interlocutores.
León Tolstoi. Epistolario cubano ofrece, igualmente, una aproximación a la vida y la obra de uno de los más altos representantes de la literatura realista, a quien se deben obras como Ana Karenina, todo un clásico de las letras universales.
De interés resulta también el capítulo del volumen dedicado a la recepción cubana de la obra de León Tolstoi, que se inicia con las valoraciones del Héroe Nacional José Martí y concluye con opiniones de autores contemporáneos.
Antes de dedicarse a estas investigaciones, Blas Nabel Pérez Camejo (Vertientes, Camagüey, 1944) se acercó al legado de otra figura relevante de la Rusia del siglo XIX: el pintor Vasily Vereschaguin.
Como fruto de esos estudios, ha publicado Bibliografía del pintor ruso Vasily Vereschaguin en Cuba 1889-1992 y Asir la luz: José Martí y Vasily Vereschaguin, y es coautor de Vasily Vasilievich Vereschaguin en la Galería Tretiakova.
La génesis de esa preocupación de Pérez Camejo en el arte y la literatura rusas aparece en los años en que, como miembro del servicio diplomático cubano, residió en varios territorios de la antigua Unión Soviética.
En las páginas de Revista Cubana, en 1891, el periodista y narrador Martín Morúa Delgado reflexiona sobre la Rusia contemporánea y al acercarse a algunos de sus más significativos escritores, afirma sobre León Tolstoi:
Hemos seguido a este eminente autor, procurando observarle de cerca en sus continuas dudas, en sus constantes investigaciones de la verdad, en su batallar perpetuo por el descubrimiento de la perfección humana, y con él nos hemos envuelto en los laberintos de sus filosofías, sin acercarnos nunca a otra conclusión que ésta: Tolstoi, más que un autor literario, más que un novelador moderno, es un talentoso propagandista. ¿De qué? De la reformación social, del mejoramiento humano, de la confraternidad universal.
Con la publicación de León Tolstoi. Epistolario cubano, Blas Nabel Pérez Camejo propone una obra que no solo contribuye a un mejor conocimiento, entre los lectores de la isla, del universo, humano e intelectual, del gran escritor.
Un libro que permite, igualmente, develar algo poco conocido: ese interés, esa preocupación, ese empeño de León Tolstoi por contribuir a la reformación social, al mejoramiento humano, a la confraternidad universal.
Tomado de La Jiribilla
Foto de portada: Tomada de OKDiario