De los principales hombres de confianza de Salvador Allende, “el Perro” Olivares fue clave en la Unidad Popular. Director de TVN y asesor del Presidente, acompañó hasta La Moneda al mandatario el 11 de septiembre, donde poco después del bombardeo se quitó la vida, en un acto que, describen los presentes, impactó a Allende de sobremanera. En esta crónica su hijastro Emilio Pacull, la secretaria privada de Allende, Patricia Espejo Brain, y los periodistas Manuel Cabieses, Pedro Carcuro y Bernardo de la Maza, reconstruyen la historia de una de las figuras más importantes de la época, para entender el Gobierno de la UP, el 11 de septiembre y las últimas horas de Allende.
Eran pasadas las 7 de la mañana cuando Salvador Allende abandonó su casa de Tomás Moro para dirigirse a La Moneda el 11 de septiembre de 1973. Con él iban sus colaboradores cercanos, sus amigos íntimos. Entre el grupo destacaba el periodista Augusto “el Perro” Olivares, director en ese entonces de Televisión Nacional de Chile (TVN). Uno de los amigos e íntimos colaboradores del Presidente, quien no dudó en ir al palacio de gobierno en un día clave.
Una vez en La Moneda, pasadas las 8 de la mañana, los cercanos del jefe de Estado se parapetaron tras confirmar que las Fuerzas Armadas lideraban un golpe de Estado contra el Ejecutivo. Armados, habían comenzado su resistencia, sin saber que serían sus últimas horas. Pasadas las 11:30 horas comenzó el bombardeo, que llenó de polvo, humo y escombros el palacio presidencial. Fue en ese caos que Augusto Olivares, tras encerrarse en el baño, utilizó su arma y se disparó en la sien, quitándose la vida. No falleció en el acto.
Durante lo que fue un minuto eterno, los presentes intentaron reanimarlo. Arturo Jirón, médico y ex ministro de Salud, fue uno de quienes estuvieron presentes. Pasados los años, narró la escena, que fue clave en el desenlace del 11 de septiembre: “Cuando el Presidente descubrió el cadáver, hizo una mueca de dolor indescriptible. Luego recuperó su fortaleza y dijo: ‘Vamos a guardar un minuto de silencio por Augusto Olivares’. Ahí, en medio del bombardeo a La Moneda, con el ruido ensordecedor de los disparos, casi sin poder respirar por el humo, y con el fuego a nuestro alrededor, hicimos un minuto de silencio”.
Fue entonces que Carlos “el Negro” Jorquera realizó un grito que resonó entre quienes estaban en el interior del palacio: “¡Se mató el Perrito! ¡Mi hermano! ¡Perrito!”. Tal fue el impacto, detalló el médico Jirón según recogió Ascanio Cavallo y Margarita Serrano en Golpe: 11 de septiembre de 1973, las 24 horas más dramáticas del siglo 20, que incluso Jorquera se acabaría disculpando por su llanto tras la muerte de “el Perro”, como lo llamaban todos.
Un hecho que cambiaría la jornada: “La muerte del ‘Perro’, según los presentes, tiene un efecto notorio: el Presidente comienza a considerar la rendición”, escribió Cavallo y Serrano.
Se trató de la primera muerte provocada por el golpe de Estado de 1973. El hijastro de Augusto Olivares, Emilio Pacull, lo describe en conversación con The Clinic de modo duro: “Es el primer muerto que dejó la dictadura de Pinochet”. De hecho, el Informe Rettig realiza una descripción de los casos de violaciones de derechos humanos en el que reconoce, en la cabeza, a Salvador Allende y al “Perro” como las primeras víctimas directas del quiebre democrático.
En el documento elaborado por la Comisión Nacional de Verdad y Reconciliación se detalla que Olivares “se encontraba en el primer piso del edificio junto a algunos civiles. De acuerdo a los antecedentes reunidos por la Comisión, es posible establecer que se retiró a un cuarto de baño ubicado bajo una escalera, pudiendo escucharse un disparo”.
Posteriormente se describe el detalle sobre el momento en que Olivares se quita la vida, con las implicancias que tenía: “La situación de acoso a La Moneda en que Augusto Olivares se quita la vida llevan a la Comisión a considerarlo una víctima de la situación de violencia política”. El primer muerto del 11 de septiembre de 1973.
Un nombre -y apodo- difícil de olvidar
Todos quienes conocieron a Augusto Olivares lo recuerdan con cariño. Ninguna de las personas entrevistadas para esta crónica dudó un segundo en hablar de él, recordar las fiestas en su casa, sus gestos amables, su voz cálida y su interés por el resto. Entre risas, sus conocidos no olvidan que “el Perro” cargó un apodo que lo hizo ser reconocido entre quienes lo conocieron; un apodo que atribuyen a su parecido físico a un can.
Durante años circuló un rumor de que Carlos González se había inspirado en él para crear a Tevito, símbolo de TVN entre 1969 y 1973. Sin embargo, el propio ilustrador acabó desmintiéndolo por medio de un post en su cuenta de Facebook, donde aclaró finalmente que se trataba tan solo de una coincidencia: “Son solo coincidencias. Tevito lo dibujé mucho antes de que asumiera Augusto Olivares a TVN. A él le decían ‘el Perro’, y usaba lentes igual que Tevito. Ya ves, solo coincidencias”, escribió a un usuario que preguntó directamente por la relación.
Más allá de eso, no es difícil para el resto relacionar el carisma de Augusto Olivares con el que ilustraba Tevito. Las escenas de quienes lo conocieron se repiten, transportándolos hasta su casa en Gerona, a pasos de Plaza Ñuñoa. Además de sus estanterías repletas de libros, diarios extranjeros y recuerdos de sus viajes, tenía diversas esculturas que mostraban su lado más literario y político. Así, todos recuerdan sus figuras del Quijote, Rocinante o un retrato de Ho Chi Minh.
En 1962 Augusto Olivares contrajo matrimonio con Mirella Latorre, actriz de televisión y radioteatro, reconocida figura de la cultura pop de los 60 en Chile. Se trataba de uno de los rostros más reconocidos que tenía el mundo cultural chileno. Fue en esa relación que el periodista conoció a su hijastro: Emilio Pacull.
De profesión cineasta, el hijo de Mirella Latorre ha dedicado su vida a la producción audiovisual. En 2007 realizó un homenaje a su padrastro: dirigió un documental titulado Héroes frágiles, en el que analiza la historia de “el Perro” Olivares, el impacto del golpe de 1973 en la vida de los chilenos y cómo cambió el rumbo de quienes se vieron atravesados por el evento histórico.
Al recordar a su padrastro, Pacull describe orgullo. Sonríe a través de la pantalla de Zoom para hablar de quien, dice, fue una de las personas más importantes de su vida, teniendo incluso una imagen de él sobre su escritorio mientras realiza la entrevista. “Lo conocí cuando tenía nueve años. Apareció en mi casa y, de pronto, tiene una relación muy cercana conmigo. Me llevaba al cine, a ver partidos de Colo-Colo“, comienza describiendo.
Poco a poco cuenta que fue clave en su formación como cineasta no solo por su forma de ser, sino también por sus gustos literarios y estéticos. “Nuestra casa en Ñuñoa se llenó de sus millones de libros, revistas, diarios, artículos. Augusto trajo un mundo completo a todos quienes lo conocimos”, añade.
Es por ello que, al hablar de él, realiza una afirmación sobre lo que significó su muerte el 11 de septiembre. Con las cuencas abiertas, mirando al horizonte, más allá de la cámara, dice una frase que resuena antes de un silencio extendido: “Es el primer muerto que dejó la dictadura de Pinochet. Muestra del daño que provocó el golpe”.
Más adelante, con el paso de los años, Emilio Pacull reuniría gran parte de sus recuerdos del “Perro” en su libro Luz de invierno: crónicas de exilio y de arraigo, los cuales son publicados por Editorial Catalonia en septiembre de 2023, como parte de la conmemoración de los 50 años del golpe de Estado.
No es difícil que quienes lo conocieran dedicaran palabras para “el Perro”. Así lo deja ilustrado Patricia Espejo Brain, secretaria privada de Salvador Allende, quien hasta hoy recuerda el peso de las palabras que tenían lo que salía de la boca de Augusto Olivares. “Creo que fue la persona que más supo lo que iba a pasar después del 11 de septiembre. Era alguien muy claro políticamente. Él sabía que podía haber un golpe de Estado en Chile”, comienza describiendo sobre Olivares. Poco después, la mujer que vio de cerca el desarrollo del Gobierno de la Unidad Popular describe cómo el periodista influyó en La Moneda.
“Él me cobijó mucho a mí y todos quienes trabajábamos cerca de Allende. Se decidió que la correspondencia personal del Presidente Allende fuera guardada en una embajada, yo fui la encargada. Fue el mismo Perro quien un día me dijo: ‘oye, ¿no te has dado cuenta que te están siguiendo? Yo le dije que no creía eso, pero él se preocupaba de todos. Pedía que nos acompañaran”, describe Espejo.
Por lo general, el círculo íntimo de amigos de “el Perro Olivares” consistía de tres hombres, con quienes era muy cercanos: Carlos “el Negro” Jorquera, Mario “el Chico” Díaz y Manuel Cabieses.
Desde 1990 Cabieses se ha dedicado a recuperar la memoria de sus compañeros, escribiendo sobre ellos, intentando rendirles homenaje en sus letras. Al hablar de Augusto Olivares solo tiene palabras de cariño, de quien fue uno de los grandes amigos de su vida.
“Era alto y corpulento, y siempre usó unos bigotes que lo caracterizaban. Por ello le decían ‘el Perro’. Siempre cargaba consigo libros y prensa extranjera. Su mejor amigo era Mario Díaz, ‘el Chico’. Su personalidad era la de alguien amable y cercano. Demasiado sencillo y amistoso. Lo identificaría con la pasión por la verdad y la defensa de los maltratados del mundo”, describe con cercanía.
Sin embargo, al hablar sobre sus últimos meses, cambia su tono, tal como escribió en 2009: “No sé si el ‘Perro’ Olivares adivinaba la traición de Pinochet, recomendado como constitucionalista por el propio (Carlos) Prats. Quiero pensar que no lo engañaban las apariencias. Por su formación ideológica y política. Olivares no tenía la misma confianza inocentona en las FF.AA. que mostraban muchos dirigentes de la Unidad Popular”.
No sacarse fotografías con el presidente
Todos describen las tareas que llegó a desempeñar “el Perro” Olivares durante su época en que estuvo al frente de TVN. Manuel Cabieses, amigo íntimo, detalló la serie de oficios que desempeñaba a la par. “Augusto Olivares se convirtió en director de TVN a la vez que continuaba en su tarea de consejero político del Presidente Allende. Desplegaba una actividad asombrosa. Siguió escribiendo una columna en El Clarín y colaborando con Punto Final”, apunta el también reportero.
La relación entre Olivares con Salvador Allende, recuerdan quienes trabajaron en La Moneda entre 1970 y 1973, era muy cercana. Tanto, que el periodista muchas veces almorzaba en el comedor con ministros y autoridades, además de que, en muchas ocasiones, llegaba y entraba directamente a la oficina del Presidente, donde solía encerrarse con él.
Su cercanía, de hecho, era clara incluso antes de la victoria de la Unidad Popular en 1970. Así lo dejó ejemplificado el propio Salvador Allende en una carta que le dedicó a Augusto Olivares en junio de 1969:
“En Chile hay que unir la izquierda. Cueste lo que cueste. Tú podrías ayudar, y mucho. Necesitamos aglutinar los viejos y los nuevos combatientes. Creo que como nunca la levadura social está sacudiendo nuestras patrias. No podemos seguir en lo insustancial y bizantino. Es demasiado grande la responsabilidad que tenemos. Tú y los compañeros de Punto final serán decisivos”.
Patricia Espejo Brain, secretaria privada de Allende, describe la intimidad a partir de las anécdotas y cercanía de ambos. “‘El Perro’ nos aconsejaba a todos en La Moneda. Uno de los consejos que más repetía era no sacarnos fotografías con el Presidente cuando estuviéramos en público. De hecho, hay muy pocas fotos por ejemplo de la Payita con él, o mías con Allende. ‘El Perro’, aunque no era funcionario, era uno de los asesores que tenía Allende en La Moneda. Pasaba mucho allí, y todos lo respetábamos, porque tenía un sentido del humor que hacía muy agradable su llegada”, describe.
“‘El Perro’ yo creo que era un gran analista político. Él tenía todo tan claramente en su cabeza… por eso era tan cercano al Presidente. Él decía y hacía todo por nuestro bien, todos lo aceptábamos, sus consejos, porque nos daba orientaciones sin exigir. Era muy cuidadoso, un amigo más. Un compañero más”, añade Patricia Espejo.
Algo parecido a lo que veían quienes trabajaban en Televisión Nacional de Chile durante los tres años que Augusto Olivares estuvo al frente. Así lo describe Pedro Carcuro, quien cuenta una anécdota en referencia a la importancia que tenía como director del canal estatal.
“Lo recuerdo bien, y una anécdota puede ilustrar cómo era ‘el Perro’ Olivares. A los pocos meses de haber llegado, que debió haber sido a finales de 1970, su llegada coincidió con un campeonato nacional de boxeo en el Estadio Chile. Fue allí donde hablé con René Paredes, conocido nombre del boxeo, y le planteo realizar un programa de televisión sobre boxeo amateur. Me gustaría que se llame ‘Guantes de oro’, le comento”, comienza relatando Carcuro.
Así, llega al momento clave: realizar la propuesta. “Le dije, sin embargo, que no tenía mucho acceso al director de TVN, Augusto Olivares. Fue entonces que él me dijo que iba a hablar ‘con mi patroncito’. ¿Quién era? Julio Durán, que en ese momento era senador de la República, opositor al Gobierno de Allende. Resulta que, efectivamente, a los tres días me citan para hablar René Paredes, yo y ‘el Perro’ Olivares”.
“En dos minutos le expliqué todo, cortito, y ‘el Perro’ Olivares agarró un citófono, llamó a Helvio Soto, gerente de producción, y le dijo: ‘Pon a un equipo a trabajar ahora, porque este proyecto va’. Así yo conocí a Augusto Olivares: con una disposición para atender solicitudes de todo el mundo, incluso de personas como Julio Durán, de un espectro político muy distinto. Yo era un principiante, pero con muchas ganas, y el programa tuvo mucho éxito en la televisión abierta en los inicios de TVN”, agrega.
Tal era la cercanía que mantenía Augusto Olivares con Salvador Allende, que fue el protagonista de una de las entrevistas más recordadas que dejó el mandatario: una doble charla junto a Fidel Castro, en su visita a Chile.
Las horas clave del “Perro”
Las últimas horas de Augusto Olivares las vivió junto a Salvador Allende, a metros de distancia. Entre el polvo que se colaba de los bombardeos, el periodista acompañó al mandatario a una instancia que él venía advirtiendo desde hace meses. De hecho, existen muy pocos registros de ambos, intentando evitar en un posible contexto de golpe de Estado que existieran pruebas que utilizaran los militares. Las fotografías de “el Perro” son pocas, y en su mayoría, íntimas.
Una de las imágenes en las que se ve junto a su esposa, Mirella Latorre, la tomó Beatriz Allende, la Tati, hija del Presidente. Sus cercanos recuerdan, también, que era uno de los pocos invitados que el propio Allende llevaba a Cañaveral, donde buscaba descansar de su carrera política. Era el único momento en que Augusto Olivares se tomaba la licencia de llamarlo Salvador.
Por eso, el impacto que vivió el jefe de Estado al ver el cuerpo de uno de sus mejores amigos tras suicidarse, describen quienes estuvieron en La Moneda, causó dolor en él. Y es que, entre lo que dejó su muerte, estuvo que el disparo que realizó “el Perro” Olivares fue en su sien, lo que lo dejó con vida algunos segundos. Algo distinto a lo que ocurrió tras descubrirse el cuerpo del Presidente Salvador Allende, quien se sentó en un sofá, instaló un fusil entre sus piernas, y, apoyándolo en el mentón, decidió accionarlo, según determinó la Corte Suprema en 2014.
En una carta de Miria Contreras, más conocida como “la Payita”, a Tati Allende -la cual fue publicada por The Clinic en 2003-, contó una historia que aún resuena entre quienes estuvieron presentes en La Moneda: “Tu padre -Salvador Allende- nos reunió a todos en el pasillo al lado del salón Toesca en los mismos momentos en que subía Cacho –Óscar Soto-, avisando que ya estaban las tropas en la puerta de Morandé, y nos dijo que antes de rendirnos quería que juntos le rindiéramos homenaje a Augusto Olivares, primer mártir de la revolución”.
Isabel Ropert, hija de “la Payita”, describe una escena que ilustra la compañía que dejó el Perro. “Antes de salir de La Moneda, mi madre se coloca la chaqueta del “Perro” Olivares, con la esperanza de entregársela a Mirella Latorre. Fue ahí donde le ponen la declaración de independencia de Chile al interior de la chaqueta. Pero los militares, al entrar a La Moneda, le quitan la chaqueta, toman el pergamino y lo pisotean, rompiéndolo”, describe Ropert.
Cercanos y familiares de Augusto Olivares aseguran no tener claridad sobre los eventos que ocurrieron posteriormente, desde cómo su cuerpo fue trasladado hasta el momento de su entierro. Sin embargo, existe una anécdota que muchos preservan como ilustración del legado que tuvo el periodista.
Fue en 2010, casi cuarenta años después de su muerte, que Emilio Pacull pudo descubrir un detalle que tenía la tumba de Augusto Olivares. Junto a sus restos se hallaba apostado una crucifijo roído, oxidado por el tiempo, por los años bajo tierra. El entierro de “el Perro” ocurrió el 13 de septiembre, con Mirella Latorre caminando entre la lluvia despidiéndose de su pareja.
Hoy Emilio Pacull, hijastro del periodista, reconoce no saber si la cruz fue puesta por su madre o no. Se trata de un misterio que lo acompaña, lo sigue hasta hoy.
Como muchos de estos hechos, hay otro que le ha llamado la atención a muchos cercanos de Augusto Olivares. Poco antes de su victoria en las elecciones de 2021, el actual Presidente Gabriel Boric concedió una entrevista a La Cuarta en la que contó un hecho que sorprendió a los que conocieron al “Perro”. Allí, el actual jefe de Estado reveló tener en su posesión la máquina de escribir de Augusto Olivares.
“Fue un gesto de generosidad y desprendimiento tremendo. ‘El Perro‘ Olivares era el secretario personal de Allende y en esta máquina redactaba los discursos que Allende leía en sus campañas: era la máquina portátil que se llevaba a los viajes. Un amigo se la pasó al papá de mi amigo, y este la guardó durante mucho tiempo. Se la dio a su hijo, que la encontró hace poco y dijo que había una fuerza ahí que quería traspasarme. Pensar que acá se escribieron los discursos del ‘Chicho‘ es un honor. Es sentirnos parte de una misma historia”, reveló.
Sin embargo, en septiembre de 2021, Gabriel Boric decidió donar la máquina de escribir al Museo de la Memoria, en plena candidatura. Así, acompañado de la diputada Carmen Hertz, aprovechó de hablar sobre la importancia de la fecha, anunciando una propuesta de Estado: un plan nacional de búsqueda de detenidos desaparecidos.
Tomado de The Clinic
Foto de portada: Ilustración de Camila Cruz