El nacimiento de Bohemia lo marca una edición proa que se acepta como cierta y fechada 10 de mayo de 1908, aunque no se conservan ejemplares. Eso hace de ella la revista que más larga existencia ininterrumpida ha mantenido hasta hoy en Cuba, y, entre las de su tipo, la que muchos consideran de mayor longevidad en Iberoamérica.
No pretenden las presentes notas valorar lo que durante más de un siglo ha significado la publicación. Apenas intentan saludar su permanencia y hacer votos por que se sobreponga a las dificultades que hoy atraviesa: bien aprovechadas, podrían ser, si no lo están siendo ya, razones para replanteamientos y desarrollo en los tiempos que corren.
Distintas exploraciones habrán analizado, y seguirán haciéndolo, las páginas con que Bohemia —semanal durante gran parte de su vida— ha recorrido el largo trecho, necesariamente en transformación, y en diálogo no solo con la realidad nacional, su fuente básica de contenidos, sino también con hechos y ecos del mundo. Todo ello con abundancia de páginas y riqueza de perspectivas, y con una distribución que en sus mejores etapas fue lo que podría llamarse una aventura internacional.
Firmas de gran significación —no solo cubanas— cimentaron su valor y su prestigio. El tratamiento, a veces temerario, de los problemas que la nación sufrió bajo tiranías sangrientas, como la batistiana, hizo que leer Bohemia fuera también una forma retadora de estar “En Cuba”. Decirlo así honra una de sus secciones más emblemáticas, y a quienes le dieron vida o la mantienen vigente hoy en otro contexto.
Como incontables personas más —dentro y fuera de Cuba—, quien escribe este saludo ha tenido con la revista su propia relación. Desde su infancia vio, como algo natural, que su título se tomaba como sinónimo de revista: no era raro que a otras publicaciones de similar índole se les llamara “bohemias”.
Así ocurría aunque se tratara de órganos tan relevantes como Carteles, que también sobresalió a su modo en la República neocolonial, o una surgida tras el triunfo de la Revolución y al servicio directo de su defensa, Verde Olivo. Alguna vez el autor oyó mencionar incluso a la “bohemia Casa de las Américas”.
Pasaba con ella como con marcas o denominación de origen de productos o mercancías —ejemplos acudirán a la mente de quienes lean estas líneas— que acabaron tomándose para designar a los de su especie. Bohemia no habría llegado a merecer un peso metonímico semejante en el lenguaje del país si no hubiera sido por la importancia y la familiaridad que alcanzó en él.
Aunque la nostalgia pueda estimarse reaccionaria hasta por su etimología —que apunta al regreso, al pasado—, es difícil no incurrir en ella cuando se piensa en lo que Bohemia llegó a significar. Pero el peligro de la nostalgia puede compensarlo el efecto favorable que ella podría tener: propiciar el empeño necesario para que la publicación no solo siga siendo útil, sino una gran revista. Periodistas y colaboradores de valía nunca le han faltado, y hay razones para vaticinar que no le faltarán.
Tendría, sí, que librarse de lo que pueda haber prosperado en ella —si es que ya eso no ocurre— como apego no precisamente a lo más creativo y audaz del periodismo revolucionario, que también ha tenido hogar en ella. Pero cabe lamentar el efecto de prácticas periodísticas condicionadas por el asedio de graves peligros que le vienen al país principalmente del exterior.
A veces se percibe que esa influencia perdura, como traba frustrante, más allá de lo inevitable, a pesar de las convocatorias de la dirección del país a eliminar los escollos del llamado secretismo. Que se haya avanzado en el enfrentamiento a ese mal, y que ya apenas se mencione su nombre, no significa que haya desaparecido del todo.
Los desafíos que Bohemia debe encarar y vencer para recuperar un sitio como el que parece haber perdido en la vida nacional son diversos, y nada menudos. En lo material tendrá que sobreponerse a la escasez de papel y a déficits en los recursos poligráficos. Por tales escollos ha mermado en algunos tramos su frecuencia, y últimamente, además, se han reducido su formato, su paginación y su tirada.
Pero las limitaciones podrían rebasarse con el perfeccionamiento de su edición digital. Aunque alguna vez pueda haberse cometido el error de creerla una especie de parche o sucedáneo moderno de la impresa en papel, parece innegable la posibilidad de que llegue a convertirse sencillamente en la revista.
Es cierto que —al menos por ahora— Cuba no se ve en capacidad de asumir como aconsejable la renuncia a las publicaciones impresas para sustituirlas todas por digitales. No bastan el aumento logrado en la conectividad —que debe crecer y perfeccionarse con el esperado cable submarino que los Estados Unidos han intentado impedir, pero que ya vale suponer en marcha—, ni la multiplicación en los dispositivos para hacer uso de ella. Los soportes electrónicos tienen su precio para la nación, y en gran parte del pueblo existen valladares económicos para acceder a ellos.
Internacionalmente hay publicaciones de gran trayectoria que han renunciado a su edición en papel, insostenible por razones económicas y ecológicas, y han pasado a soporte electrónico. Pero tal sustitución no es un simple paso mecánico. Para asumirse por entero en edición digital, Bohemia tendría que lograr diseños y estructuras comunicacionales convenientes.
La transformación de su soporte deberá acompañarla una estrategia informativa que la mantenga lejos de prácticas ya deploradas, y cuya reversión no significa sucumbir a la ingenuidad acrítica o a la irresponsabilidad. Todo eso, además, en medio de algo que parece urgente, y de lo se habla en su colectivo: fortalecer su dirección, no solo en términos de plantilla y nombres, sino revirtiendo con dinamismo y creatividad las rémoras que la revista pueda haber padecido hasta ahora.
Durante largo tiempo este articulista ha colaborado en Bohemia, que en algunos años de ese recorrido fue para él un colectivo cordial de colegas, un ambiente laboral con el que sigue vinculado y en el cual quiso contribuir personalmente a la utilidad de la publicación, aunque su aporte fuera modestísimo. Ahora disfrutaría en grande que ella reconquistara un lugar relevante en la preferencia del público, y en los beneficios que este puede seguir recibiendo de ella.
Sería iluso aspirar a que —en el actual entramado de redes y publicaciones— vuelva a ser la revista por antonomasia que fue en Cuba. Pero puede y merece recuperarse como una gran publicación, lo que en el contexto de hoy sería un logro nada menor.
Muy atinadas las observaciones y los exhorto. GRACIAS por no pasar inadvertido este 115 Aniversario.
Muy orgullosa de haber sido su colega.
Un abrazo
Siempre en los juicios y actos del fraterno Toledo siento el inmanente aliento martiano. En este caso con una mirada crítica y proactiva a la Bohemia que nos merecemos y necesitamos. No son palabras al viento. La felicitación por los 115 años es sobre todo un empujón hacia adelante y hacia arriba, y como en todo ahora, a pesar de todos los pesares.