Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana y carteles de cine cubano aspiran a ser declarados Patrimonio Documental de la Humanidad por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).
Según publicó en su perfil de Twitter la embajadora y representante permanente de Cuba ante esa instancia, Yahima Esquivel, el Consejo Ejecutivo de la Unesco deberá pronunciarse en los próximos días sobre esta inscripción.
En cuanto a los carteles, se trata de una extensa colección (toda la producción cartelística del Icaic durante el siglo XX), de obras realizadas por autores cubanos, con características únicas y específicas, que respaldaron la promoción de las películas presentadas en Cuba, nacionales y extranjeras.
La colección —también extraordinaria en términos estéticos— constituyó un espacio para el desarrollo y crecimiento personal de sus creadores y es muestra de sus profundos conocimientos sobre la historia del arte, la música, el teatro…
Otra de sus riquezas es la huella de cada uno de los lenguajes personales impresos en cada obra, lo cual permite identificar líneas y estilos, sin desdeñar que alumbran una mirada evolutiva sobre la vida cultural de la Isla, al haber sido creados con los recursos materiales disponibles en cada período.
Resulta trascendente, asimismo, que estos carteles se hayan convertido en obras coleccionables, incluso fuera de las paredes de las instituciones involucradas. En cuanto a la calidad de su manufactura, cabe añadir que son serigrafías, piezas únicas.
La colección cuenta con protección local y regional. Con la declaración como Patrimonio de la Humanidad se busca su protección y promoción internacional. Sería también un reconocimiento al esfuerzo de conservación de los carteles, un empeño de la Sección gráfica de la Cinemateca de Cuba, que abriga los originales en sus archivos.
Las Actas
Con respecto a las Actas Capitulares del Ayuntamiento de La Habana, la colección que se analiza cuenta con 273 libros desde 1550 a 1898, especificó el tuit de Esquivel.
La recuperación de las Actas de Capitulación de La Habana se vincula a la restauración de La Habana misma, y se les considera comparables con las de Lima, México y Guatemala por su antigüedad y su valor como testimonio de la práctica del Cabildo, y sus particularidades como gobierno local durante el proceso de conquista y colonización.
Ese fondo documental está constituido por miles de legajos que abarcan, en efecto, desde mediados de 1550 hasta fines de 1898, año en que finaliza la dominación española sobre la Isla, y se conserva en la Oficina del Historiador de la Ciudad.
Según la revista Opus Habana, no existen los originales que contemplaban los años entre la fundación de la ciudad (1519) y 1549, pues se perdieron o destruyeron como consecuencia de los asaltos e incendios de que fue víctima la urbe por parte de piratas franceses en 1538 y 1555.
Temas cruciales para la vida de la ciudad como la defensa, el comercio, los servicios, la propiedad inmueble quedaron certificados en las actas, que constituyeron también la única manera de certificar la concesión de tierras y de solares a los vecinos. Por eso se planteó en 1794, la necesidad de traducirlos del español antiguo hacia un soporte nuevo, proceso que se alargó durante toda la siguiente centuria, narra la publicación.
A ese valor económico-administrativo local de las Actas Capitulares, atribuye Emilio Roig de Leuchsenring el hecho de su salvación «porque ello impidió que fueran trasladadas en pésimas condiciones a la metrópoli de entonces, como el resto de la documentación del Municipio de La Habana y de todas las oficinas coloniales, y que se perdieran en la incuria y los peligros inevitables del trasiego».
Aunque habían sido divulgadas ya fragmentariamente, el interés por conservarlas, aprovecharlas y divulgarlas de manera integral se materializa en 1929, cuando Roig publica La Dominación Inglesa en La Habana, anota el artículo.
«(…)Tanto los Libros de Actas originales como los de las trasuntadas fueron abandonados en el antiguo Palacio de los Capitanes Generales, hoy Museo de la Ciudad, donde hubiesen desaparecido de no ser porque en 1927 el propio Roig —quien entonces se desempeñaba como Comisionado Intermunicipal— decide rescatarlos.
«Al ser nominado Historiador de la Ciudad en 1935, el ya para entonces reconocido periodista y escritor costumbrista, contaba a su favor con ese definitorio aval: haber salvado la principal fuente documental de La Habana a través de los siglos. Pero no solo había dotado a la historiografía habanera de su más importante memoria escrita, sino que, sustentándose en ella, fundamentaría en lo adelante el juicio de valor histórico sobre sus monumentos, edificios y lugares históricos y artísticos. Visto desde hoy, ese rescate significa —por tanto— la génesis del actual proceso restaurador de la Habana Vieja».
(Con información de PL, la Cinemateca de Cuba y la revista Opus Habana)