El texto que sigue formó parte de la intervención del pintor, dibujante y humorista gráfico cubano Osmani Simanca, quien junto a otros caricaturistas como Rafael Pineda (Rapé), Iván Lira y Arístides Hernández, formaron parte del panel “Humor y comunicación política en el siglo XXI”, realizado este lunes 10 de abril dentro de las actividades concebidas en la XXIII Bienal Internacional de Humorismo Gráfico.
El trabajo del caricaturista político está cada vez más difícil. Los espacios van desapareciendo por motivos editoriales o porque algún fulano puede sentirse molesto. La sátira es un retrato incómodo de los hechos. No es algo para agradar a todos, ya que se trata de un trabajo de opinión. Con el surgimiento de las redes sociales, grupos de odio se juntan para atacar en masa las opiniones contrarias.
Una de las cosas que limitan el humor es eso que llaman de “políticamente correcto”. Como ya dije, en estos tiempos encontramos personas que se ofenden por cualquier cosa. Debemos tener cuidado con esto o con aquello otro.
Recientemente, el padre de un alumno de una escuela en Florida consideró el David de Miguel Ángel como pornográfico y la directora del colegio tuvo que renunciar al cargo. En el Reino Unido, algunos trechos de algunos libros de Agatha Christie serán modificados y otras partes serán totalmente suprimidas. ¡El mundo está cada vez más pesado!
Con Trump a la cabeza de la extrema derecha conservadora y reaccionaria, varios colegas norteamericanos perdieron sus empleos, como fue el caso de Rob Rogers. “Cuando almorcé con mi nuevo jefe hace unos meses”, escribió, “me informó que el editor del periódico creía que el caricaturista editorial era similar a un escritor editorial, y que sus puntos de vista debían reflejar la filosofía del periódico. Eso fue nuevo para mí. Fui entrenado en una tradición en la que los caricaturistas editoriales son los hilos vivos de una publicación como dice un ex-colega, lo ‘irritante constante’.
Rob trabajó durante 25 años en el Pittsburgh Post-Gazette criticando las administraciones anteriores a Trump y fue finalista del premio Pulitzer en 1999, con caricaturas críticas al entonces presidente Bill Clinton, y específicamente por el escándalo de Monica Lewinsky.
Tuve la suerte de que durante muchos años no sufrí censura y mucho menos autocensura, que es lo peor que te puede pasar. La censura la comencé a sentir un poco antes, durante, y después del golpe contra Dilma Roussef. Primero te piden para no tratar ciertos temas, o no dibujar algunos personajes. Después la situación se puede convertir en algo insoportable, cualquier cosa puede ser problemática.
Ese golpe parlamentario tuvo consecuencias graves para Brasil, porque, posteriormente, un extremista de derecha llamado Bolsonaro llegó al poder. Así como Rob Rogers la nueva dirección del periódico en Brasil me llamó y tuvimos una conversación parecida en relación al papel de caricatura editorial. Me llamaron la atención sobre mis críticas al golpe, en Rogers eran las críticas a Trump. Antes de la elección de Bolsonaro, ya había sido dimitido del diario. Los lectores lamentaron mi salida, los reaccionarios celebraron. Continué mi labor ya de manera independiente.
Cuando trabajé en el periódico, mi tarea era realizar una caricatura diaria. Esta caricatura ocupaba un gran espacio en la página tres, junto con el editorial y otros artículos de opinión.
Los textos hay que leerlos, no hay cómo escapar del impacto de un dibujo, cuando abres la página ahí está él, para que te rías, pienses o te ofendas todo eso de un tirón. Mi rutina es leer los periódicos y ver las noticias en la televisión. También otras lecturas son importantes porque ayudan en la construcción de las metáforas, por ejemplo, si tenemos un cierto conocimiento de la Biblia. Una sátira de tema religioso va a tener más consistencia.
En la caricatura editorial, como sabemos, tenemos que combinar dos habilidades: la habilidad gráfica y la habilidad periodística. En algunos casos coloco algún texto en el dibujo, pero prefiero que no tenga palabras. Cuando hay varios hechos sucediendo, es más fácil nuestro trabajo, tenemos varias ideas. Como se trata de un dibujo con tema de actualidad al otro día, las ideas puede que ya no sirvan para más nada.
El momento más difícil es cuando falta una hora para el cierre y la musa no baja de ninguna manera, por eso siempre hay que tener una idea de emergencia. Una de las cosas que me han impresionado en esta profesión en como también muchos dibujos se mantienen actuales, otros llegan a ser espantadoramente proféticos.
Soy un poco caótico cuando estoy dibujando, lo mismo puedo terminar el dibujo completamente, en otros casos dibujo las cosas separadamente y después las monto y finalizo en la computadora. En el medio del proceso se me pueden ocurrir algunos cambios y hasta desechar una caricatura casi terminada. Me gusta trabajar con personajes reales, humor con objetos, secuencias. Las perspectivas, pueden estar intencionalmente equivocadas. Todo en función de la idea y de la comicidad.
Imagen de portada: Simanca