La pelota, el beisbol, resucitó en el entusiasmo popular cubano a partir del Mundial 2023, para el que se conformó un equipo de jugadores cubanos en diferentes clubes, lo cual es una práctica en cualquier país del mundo, pero Cuba acude a ella por primera vez, al menos con peloteros que están establecidos en Estados Unidos.
Esa decisión fue causa inmediata de alarma entre los patéticos fomentadores del odio, quienes se apresuraron a proferir amenazas contra los jugadores de origen cubano que laboran en las grandes ligas, a pesar de las cuales algunos, dando muestras de soberanía personal, se insertaron en el equipo Cuba, que rápidamente adquirió el apelativo con que suelen llamarse entre sí los peloteros y una buena parte de los cubanos: asere, vocablo de origen africano usado entre hermandades y comunidades de descendientes de África, del cual se apropiaron ciertos sectores carcelarios, delincuenciales marginales, pero que fue incorporándose al habla común con el pasar del tiempo.
En los primeros juegos perdidos cundió el pánico de que nuevamente el deporte nacional se continuara degradando de los lugares cimeros internacionales que durante mucho tiempo ocupó, pero comenzaron las victorias y el originario resorte del amor beisbolero vibró y el TEAM ASERE llegó a estar entre los cuatro mejores del mundo.
Locura, frenesí, fe rehabilitada en la victoria que ya estaba conseguida con ese digno cuarto lugar y ASERE, el humilde vocablo africano alcanzando nuevos valores, nuevos significados, mientras en Miami la escoria se preparaba para atacar en el juego definitorio que resultó entre Cuba y Estados Unidos y en las redes sociales algunos puristas nativos arremetían contra el término asere por considerarlo vulgar sin percatarse de la transformación significante que estaba sufriendo esa palabra en boca de la pasión beisbolera, del sueño de un pueblo mayoritario que comprobaba que a pesar de tantas penurias, de tantos sinsabores, cuando fuerzas foráneas se empeñan en condenarlo al fracaso, el triunfo seguía siendo una posibilidad.
No había muchas posibilidades de ganarle el juego a un equipo estadounidense de élite, mucho menos en ese estadio miamense donde una jauría enloquecida manifestaba su bestialidad sin recato, ofendiendo, interrumpiendo, mostrando su calaña fascista a todo esplendor. Y se perdió el juego, pero nos sentimos ganadores juntos a esos aseres que resistieron el embate de la barbarie anticubana y nos devolvieron la alegría de recuperar el lugar que merece nuestra pelota entre las mejores del mundo.
Y desde este momento feliz, de recuperación de confianza, de comprobar que, a pesar de diferencias de cualquier tipo, los cubanos podemos unirnos para hacernos bien, de ver con pena a las baja escalas de humanidad que puede llevar el odio irracional, el vocablo asere adquirió un significado que trasciende cualquier cuestionamiento, porque equivale a legítimo orgullo.