Empero, como tradicionales narradores, empecemos por el comienzo. Conforme a una socorrida enciclopedia, el término en uso (en inglés tax haven: refugio seguro) designa a un territorio o Estado caracterizado “por aplicar un régimen tributario especialmente favorable a los ciudadanos y empresas no residentes, que se domicilien a efectos legales en el mismo. Típicamente estas ventajas consisten en una exención total o una reducción muy significativa en el pago de los principales impuestos, así como el secreto bancario”. Una falta de transparencia que hace más que posible el lavado de dinero –de la droga y otros negocios sórdidos-.
Someramente, apuntemos que un rasgo suelen ser ciertas leyes estrictas: “Es habitual que los datos de accionistas y directores de empresas no figuren en registros públicos, sino que se encuentren bajo la custodia de su representante legal, el llamado agente residente (registered agent). Estas características han provocado que estos países, a menudo muy pequeños en extensión y población, hayan conseguido acumular en 2009 un cuarto de la riqueza privada de todo el mundo, según el FMI. Históricamente se los ha acusado de servir de cobijo a evasores de impuestos, terroristas y narcotraficantes que esconden sus identidades tras sociedades offshore, cuentas numeradas, directores fiduciarios, fundaciones, trusts o acciones al portador”.
A tenor de la presión de diversos organismos internacionales, especialmente la OCDE y el GAFI, en los últimos años muchos de esos emporios han accedido a algunas concesiones en materia de intercambio de información, especialmente en lo relativo a la colaboración en el esclarecimiento de delitos graves. “También el sector bancario aplica ahora estrictas políticas de identificación de sus clientes, conocidas como ´due diligence´. No obstante, en muchos casos la opacidad de estos territorios todavía es importante, así como lo son sus ventajas fiscales. Esto es aprovechado por sectores muy diferentes de la economía, desde ahorradores privados, pasando por inversores, empresas de importación y exportación, hasta grandes multinacionales, bancos y aseguradoras”.
Hmmm
¿Cuánda salta la liebre de la sospecha? En la medida en que se conocían hechos como el que la desacreditada USAID gringa pagara gran parte de la averiguación. Esa misma USAID que, vox populi, trabaja bajo el manto protector de la CIA y que, al decir de fuentes tales el diario Granma, “no pocas veces aparece como instigadora, organizadora y financiera de planes desestabilizadores contra objetivos que pueden ser un líder, un Gobierno o, como en este caso, un macabro plan económico financiero para apuntalar una economía que se ve amenazada por el propio sistema que la sustenta”.
Para especialistas en el tema, no debe obviarse que el dinero sucio extranjero y local deviene bienvenido en los EE.UU. sin cuestionamiento alguno, “y es protegido por el secreto fiscal más impenetrable en cualquier lugar del planeta”. Más en la actualidad, cuando, de acuerdo con Ariel Noyola Rodríguez, entre otros expertos, aunque se insiste en una recuperación de la economía de marras, vientos perniciosos soplan con fuerza sobre ella, dados síntomas como los que siguen:
“La inflación no consigue aumentar de modo significativo y el desempleo se ha vuelto crónico en más de 30 estados de la Unión Americana, con lo cual persisten los riesgos de deflación y de una nueva recesión […]. Los bancos continúan negándose a otorgar crédito a las empresas. Es que los banqueros no confían en que los préstamos les serán devueltos, simplemente no ven señales contundentes de recuperación en la esfera productiva. En estos momentos, a los magnates de las finanzas de Estados Unidos les resulta más rentable realizar fusiones y adquisiciones (“mergers & acquisitions”) entre corporaciones, comprar sus propias acciones, o bien comprar bienes raíces en los países emergentes. El incremento de la productividad no es suficiente, la inversión empresarial es demasiado débil y los salarios permanecen estancados. En consecuencia, la inflación sigue muy por debajo del objetivo del 2 por ciento”.
Y la cosa no finiquita en lo expuesto, no. Sonadas evidencias señalan que el artilugio propagandístico creado contiene anexos no menos elocuentes: sembrar cizaña contra líderes de otros países, bajo el supuesto de lazos con las fortunas custodiadas y acrecentadas en los tan mentados paraísos. No en vano, el mismísimo portavoz del Departamento de Estado, Mark Toner, se ha visto obligado a admitir que habían costeado a los reporteros implicados en el destape, claro, “sin perseguir objetivos”, y justificarse con que estos profesionales eran “independientes”.
Así que elementos como los integrantes del Proyecto de Información sobre Crimen Organizado y Corrupción intentaban abluciones que los eximiera de la acusación “vitanda”, desnudada por WikiLeaks, de recibir la encomienda sufragada, como anotábamos, por la inefable USAID, y el conocido fondo Soros, vinculado con el grupo Rothschild, con un indudable fin ideopolítico-económico y de ningún modo interesado en arremeter contra la corrupción. “Por ello, la amenaza de probables sanciones a Rusia desde EE.UU, por los papelillos de Panamá, parece ser más humor negro como cuando el autor de esta movida sucia persigue al jugador honesto”, se encrespa el doctor en Educación, profesor y analista Carlos Santa María, en artículo publicado en RT. Com.
Ah, Rusia, Rusia
La plausible lógica del autor aludido comienza desde el embrión del entuerto. Si bien se dice a voz en cuello que la filtración inicial fue recibida por el diario alemán Süddeutsche Zeitung, que compartió los registros con el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación, se hace lo imposible por ocultar que el mencionado rotativo tiene una orientación de centroderecha -aunque, faltaba más, se define como autónomo-, por lo que su sesgo ideológico es nítido.
“Ahora se conoce que el International Consortium of Investigative Journalists (ICIJ) es una red basada en Washington, que agrupa a más de 190 periodistas de investigación en más de 65 países y que fue creado en 1997 como un proyecto del Centro para la Integridad Pública”, cuyos donantes, relacionados prolijamente por Santa María, dejan ver una concepción conservadora en extremo.
Por supuesto, el tufillo a chamusquina no termina ahí, pues “al unísono, en el mismo momento, con la misma fuerza y titulares semejantes, todos los aparatos comunicionales obedientes se han puesto de acuerdo para transmitir la supuesta filtración más grande del siglo –desafortudamente replicada erróneamente por canales alternativos-, donde se supone que lo importante es denunciar a gente deshonesta, alertar al planeta de un delito y, por sobre todo, identificar a personajes políticos”.
¿Por qué la inexistencia de poderosos clientes norteamericanos del bufete Mossack Fonseca? Al indagar por fuera de los medios “cristalinos”, apostilla, de los 400 que existen, ninguno puede considerarse de perfil alto. ¿Por qué el ICIJ no torna manifiesto el listado completo de los archivos en su haber? ¿Realmente para proteger a gente inocente? Esto no se lo cree ni el más ingenuo de los mortales, si de buena fe.
Siguiendo la irreprochable exposición, veremos que, en sí, se ha cumplido el designio de denostar a personalidades reconocidas por su compromiso con la paz; y los restantes, bah, no afrontarán ningún problema verdadero, “pues las empresas y personas seguirán su vida de modo similar invirtiendo en nuevos paraísos fiscales […]. Obviamente lograrán el próposito de devaluar en parte la imagen de Vladímir Putin, pues los medios pueden corroer la conciencia ciudadana. Y a la vez, lograrán el efecto contrario: vigorizar su imagen a nivel mundial debido a la inexistencia de nexos o fundamentación”.
Llegados a este punto, tendremos que, a todas luces, el plan contempla varios frentes: poner en picota al mandatario ruso, destruir la competencia “desleal” contra un país fuente de capital, medir el impacto de sus medios, guardar material para utilizarlo políticamente en coyunturas, negociar o presionar a empresas en el plano fiscal e ingresar dinero en las arcas nacionales… “La idea básica es que EE.UU. se convierta en el principal paraíso fiscal del planeta”.
Con más “razón” cuando el gigante euroasiático ha cometido “sacrilegios” como el de tomar la estafeta de la presidencia anual del BRICS y de aprestarse a llevar hasta las últimas consencuencias una agenda de cooperación estratégica, con proyección hasta el 2020, con sus nuevos partners; y expulsar el dólar del comercio interno; y acabar con los sueños imperiales de Turquía y las monarquías regionales, al proporcionar a Siria un respaldo aéreo que le permitió una amplia ofensiva victoriosa contra los terroristas.
No en balde, a modo de corolario de su enjundioso texto “La verdadera historia de los papeles de Panamá”, Carlos Santa María escribe que estos representan una gran jugada para terminar de una vez por todas con paraísos fiscales como el de la nación centroamericana y, consiguientemente, con la “competencia”, el demostrar que están sujetos a filtración y acusación, lo que conlleva temor en los negocios y penalidad.
“Así se convierte a unos pocos, como EE.UU. y Gran Bretaña, en los únicos paraísos fiscales reales del mundo al que los ricos puedan desplazar sus capitales para ser limpiados y blanqueados, favoreciendo al grupo Rothschild, que impulsa la creación de estos dentro de EE.UU., dejando sin sustento la retórica sobre la igualdad fiscal y la persecución del fraude”.
Según el citado pensador, obviamente no pasará de una noticia desesperada, que no perjudicará la imagen de gente relacionada con dichos procesos, “siendo aprovechado por algunos gobiernos para establecer nuevas regulaciones y leyes para el fraude fiscal, que seguramente servirán para reprimir a ciudadanos y no a las grandes corporaciones. Cabe preguntarse si la persecución de los paraísos fiscales tiene como objetivo final promover la creación de organismos globales que se encarguen de controlar el mundo como un todo, sosteniendo que es una meta transparente aunque avanzando hacia la privatización completa de todos los poderes públicos”.
Mas el comentador no ceja en exhibir su “credo”. Estos “papelillos” pregonan ante el planeta que los presuntos países éticos persiguen a otras naciones o instituciones como la FIFA en aras de protegerse de sus propias trampas y que no salgan a la luz. “EE.UU, que no ha firmado los estándares bancarios internacionales, se ha convertido en la mejor opción para trasladar las cuentas bancarias de los más ricos, ya que Nevada, Wyoming y Dakota del Sur son los nuevos paraísos fiscales globales. Se puede prospectar, entonces, que el escándalo de Panamá derivará en el traspaso de sumas ilegales exorbitantes desde las Bahamas o las Islas Vírgenes Británicas a estos estados, pues estarán protegidos por el ´secreto fiscal´más impenetrable del planeta”.
Lo anterior, acota, implica que, como obligación ética y jurídica de protección nacional, los gobiernos deberán enterarse de quiénes son aquellos que realmente han infringido las leyes de dicho país y proceder a los procesos respectivos. “Es un deber hacerlo”… No, más bien una coyunda.
Obviando otras teorizaciones, que harían demasiado prolija la lista, coincidamos en que con este maremagno desatado se corrobora que la táctica de la falsedad resulta la más empleada por los espacios liberales, que se dicen inmaculados, especialmente cuando su ámbito del capitalismo se derrumba, en el leal saber y entender de Santa María. De ese mismo cuya coda es que, “dada la pobreza informativa que poseen los medios occidentales, basados en chismes, trucos publicitarios, chauvinismo deportivo, farándula, propaganda antiprogresista, la nueva canasta de ´papeles´ muy pronto [resultará] depositada en el basurero electrónico, al descubirse como una treta publicitaria de bajo nivel creativo que reproduce los guiones repetitivos de la banderas falsas”.
El alimento del fraude
Glosado el agudo meditador, a algún que otro abanderado del instrumento que demandamos -la duda metódica, proclamada por Descartes- podría antojársele una apriorística imputación a los Estados Unidos como sempiterno malhechor, y una demasiado acendrada defensa de Rusia. En nuestro descargo nos asistiremos de Paul Craig Roberts, reputado analista norteamericano, exfuncionario gubernamental, que desde la digital La Haine asevera: “Son unas almas cándidas” quienes aún creen en la pureza de intenciones del régimen de Washington en su política exterior… (en defensa de su economía siempre, acotemos).
Para apuntalar el aserto, rememora cómo desde los últimos años del siglo XX el engaño se ha instalado con unos nuevos ropajes. “Utilizando falsos pretextos, Washington desmanteló Yugoslavia y Serbia con el fin de seguir los pasos de una agenda no declarada. En el siglo XXI, este fraude se ha multiplicado varias veces.
“Afganistán, Irak, Somalia y Libia han sido destruidos, e Irán y Siria también habrían seguido el mismo camino si el presidente ruso no lo hubiera impedido. Washington también está detrás de la actual destrucción de Yemen, y Washington está financiando la destrucción israelí de Palestina. Además, Washington ha intervenido en Pakistán sin una declaración de guerra, asesinando a mujeres, niños y ancianos bajo el pretexto de la ´lucha contra el terrorismo´. Los crímenes de guerra de Washington rivalizan con las atrocidades cometidas por otros países a lo largo de la historia”.
Por qué no colegir que el nuevo barullo integra la panoplia de estratagemas para enseñorearse del globo, la maniobra de determinadas élites para reconfigurar muchos aspectos de la economía mundial, así como impulsar sus oscuros proyectos del nuevo paradigma que están creando, interroguémonos con el retomado Santa María.
Paradigma “necesario” cuando Rusia y China han constituido una alianza estratégica demasiado onerosa a los ojos del Tío Sam, a quien están impidiendo que se inmiscuya en sus intereses nacionales y ponga en peligro su seguridad. Y cuando -Craig afirma- es evidente que “los accionistas y Wall Street han vaciado la economía, desviando los empleos de la Industria, los avances tecnológicos, así como la competencia profesional, hacia China, la India y otros países, dejando a EE.UU. como una economía tan desmembrada que los ingresos familiares medios están descendiendo en los últimos años. Hoy en día, el 50 por ciento de los jóvenes en torno a los 25 años de edad viven con sus padres o abuelos, porque no pueden encontrar un empleo que pueda garantizarles una independencia económica. Este hecho es ocultado por los medios de comunicación, que hablan de unas historias imaginarias de recuperación económica de EE.UU”.
En ese contexto, qué más decir del famoso escándalo. Que papeles son papeles, y en este caso, como sentencia un perito, un signo más de que estamos viviendo la transición en lo social, lo económico y lo político del Nuevo Orden Mundial, “y para realizar este cambio, se sacrificarán muchas figuras que se creían intocables, y que en realidad no eran más que peones”.
Peones del neoliberalismo. Peones del capitalismo.
Por Eduardo Montes de Oca / Rebelion.org