Desde hace tiempo aborda el tema de la vejez. Dice que las propias personas viejas se limitan por adecuarse a lo que se espera de ellas. Por eso cuestiona esas ideas y prácticas. Y propone mantenerse en actividad, tener vida social y hacer ejercicio
El médico y escritor Pacho O’Donnell dice que somos una sociedad viejista, es decir, que tenemos muchos prejuicios contra la vejez, partiendo desde el lenguaje. El viejismo discrimina. Las propias personas viejas ven limitadas sus posibilidades de vida por adecuarse y repetir lo que se espera de ellas. Además de cuestionar esas ideas y prácticas, propone que las personas viejas sean activas, mantengan vida social y se ejerciten. “Estudiemos lo que no pudimos estudiar, vayamos a esos lugares donde no hemos ido y siempre tuvimos ganas de ir. Separémonos si nuestras parejas en su momento fueron funcionales, pero ya no por el tedio y la rutina. Separémonos, tenemos muchos años por delante. Podemos volver a enamorarnos, podemos tener relaciones intensas”, apunta.
O’Donnell es un médico especializado en psiquiatría y psicoanálisis, es político e historiador argentino y desde hace un tiempo aborda el tema de la vejez. Dio la conferencia de apertura “Nuevas vejeces” en el Festival Mayor. Cultura + 60 en acción, un evento pensado y diseñado para adultxs mayores, que se desarrolló el 28 de octubre en el Centro Cultural Adan Buenosayres, organizado por Árbol Comunidad +60 en conjunto con BA Bienestar (Secretaría de Bienestar Integral – Ministerio de Salud GCABA). En esta entrevista se explaya sobre algunos de los temas abordados en ese encuentro.
–¿Qué son las “nuevas vejeces”?
–Estoy trabajando mucho el tema del viejismo. El prejuicio ante la vejez. La discriminación que sufrimos los ancianos y las ancianas por parte de la sociedad. Creo que es una discriminación que hay que combatir. Creo que se ha avanzado en la discriminación contra la mujer, contra la obesidad, contra las personas trans, falta ahora trabajar en la discriminación contra la vejez, que es muy extendida en todos los ámbitos y es muy inconsciente, además. Es algo muy arraigado, sobre todo en la cultura occidental que está centrada en el consumo. Vivimos en una sociedad capitalista de consumo y los viejos y las viejas somos muy malos consumidores. Tenemos una capacidad económica muy baja, no solo por nuestras humillantes jubilaciones sino también porque la sociedad no nos permite generar otros ingresos. Una persona grande nunca es tomada por una empresa. Incluso cuando te jubilás no podés tomar ningún cargo público.
Y después la sociedad está centrada en la juventud. La vejez es considerada fea. Los viejos somos feos. Además, hay una cuasi equivalencia entre vejez y enfermedad. La vejez es cuasi considerada una enfermedad letal, incurable. Y después están los prejuicios. Habrás visto que yo uso la palabra viejo o vieja con mucha libertad.
–Sí.
–La dificultad de usar esa palabra forma parte del viejismo.
–A veces se habla de “abuelos”.
–La palabra viejo es una de las palabras que tiene más sinónimos en la lengua castellana porque es muy difícil decirla. Yo creo que hay que reivindicar las palabras viejo, vieja, vejez porque el no poder decirla libremente es parte del viejismo. Es más fácil decir tercera edad, persona mayor, etc.
Para la sociedad, los viejos y las viejas somos gente depresiva, vulnerable, aburrida, según el cliché. No interesa mucho lo que decimos, fastidiamos con nuestros recuerdos.
Por supuesto, yo siempre tengo cierto sentimiento de culpa cuando hablo de un tema… es como si dejara de lado el cuarenta por ciento de la sociedad en la pobreza y en la miseria, de los cuales los ancianos y las ancianas son los personajes más vulnerables. Porque esas familias centradas en la supervivencia no tienen posibilidades de ocuparse de sus viejas y de sus viejos. O sea, es una situación de extrema vulnerabilidad y acortamiento de vida.
–Desde una perspectiva histórica, en este tiempo con el aumento de la esperanza de vida, las nuevas vejeces son todo un desafío para la sociedad, ¿verdad? ¿Por eso será que ahora se empieza a hablar un poco más de esto?
–Yo tengo ochenta años. Se supone que uno es viejo a los sesenta. Llevo veinte años de viejo, es mucho tiempo. Además, he estado lúcido, tengo achaques inevitables de la vejez, escucho un poco menos, tengo gota, tengo algunos problemas cardíacos, pero es toda una etapa. No es como antes que uno se jubilada, pasaba un poco más y se moría. Hay toda una etapa en la que hay que hacer que los ancianos y las ancianas estemos activos, que estudiemos aquello que no sabemos, que hagamos cosas nuevas, que nos juntemos con personas, mantengamos actividades de socialización. No es cierto que los ancianos y las ancianas estamos condenados a la soledad, el aislamiento. Esas son cosas que hay que resolver.
Vos me hablabas de la historia. La historia argentina es viejista. Se habla muy poco de los próceres viejos. Los proceres pasan de hacer sus actividades patrióticas a la nada. Es muy interesante saber qué hicieron nuestros próceres de viejos.
San Martín, por ejemplo, cuando es viejo, en su destierro, se encuentra con su pasión por la cultura, inclusive por su afición por pintar. San Martín pinta.
–¿En Francia?
–Claro. Pinta sobre todo marinas, barcos y tormentas. Pinta mares procelosos, nubes algodonosas. El se encuentra en la vida cultural de París de alguna manera introducido por sus amigos. Se hace amigo de Zola, Gioacchino Rossini…
–¿Vive hasta los setenti…?
–Setenta y dos años. Es una edad muy avanzada.
–Para esa época sí.
–Y él aprovecha ese tiempo. O sea, las viejas y los viejos tenemos que estimularnos a incorporarnos a actividades.
–Usted es escritor, médico, psiquiatra, político, historiador y ahora es experto en vejez ¿cómo fue ese pasaje?
–Bueno, soy médico. Y además, principalmente, tengo ochenta años.
–Pero no todos los que llegan hablan del tema.
–Me parece que es un tema que hay que tomar. ¿Sabés cuál es un problema fundamental de los viejos y las viejas? Que somos viejistas. O sea que nosotros mismos nos creemos lo que la sociedad dice. Entonces nosotros mismos nos dejamos estar, nos condenamos a la soledad, al aislamiento. Vamos de guardia en guardia.
Es muy importante que mantengamos un buen estado físico. Porque es la principal defensa contras las enfermedades. Un ejemplo muy claro lo dio el covid. El covid se aprovechó de la situación de deterioro de los mayores y los hizo sus víctimas principales, pero no porque tuvieran una atracción biológica particular sino porque encontró muchos cuerpos en deterioro. Porque las ancianas y los ancianos en general creemos que la vejez es sinónimo de deterioro, entonces nos quedamos quietos, nos instalamos frente al televisor, no nos movemos. La historia no es que no nos movemos porque somos viejos, sino que somos viejos porque no nos movemos.
–¿Usted siempre hizo actividad física?
–He sido un mediocre jugador de rugby. Pero empecé a apasionarme por la actividad física a mis sesenta y cuatro años cuando me diagnosticaron una insuficiencia cardíaca severa y me recomendaron hacer gimnasia para mantener las partes sanas del corazón. Ahí fue donde me enganché mucho con una actividad extraordinariamente positiva. Se regulariza el azúcar, el colesterol, la presión arterial.
–Hace fierros.
–Hago fierros y bicicleta fija. Pero creo que cada uno tiene que hacer lo que más le conviene o más le guste. Pero hay que hacer, no hay mentirse. Salir a caminar de vez en cuando no es un ejercicio, no es entrenamiento. A veces los ejercicios con pesas en tercera edad se hacen con pesas demasiado livianas. El trabajo corporal tiene que tener una cierta intensidad y tiene que tener un cierto rigor. Por eso para el que puede y quiere ir a un gimnasio, hay profesores especializados en tercera edad.
–¿Cómo es su rutina?
–Yo hago lo que la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda que son ciento cincuenta minutos semanales, o sea, media hora por día, yo hago más. Hago en casa y recomiendo eso. Lo importante es poder armarse cierto equipo aunque sea muy precario e incorporarlo a tu cotidianeidad. Pero también es importante ejercitar el cerebro. Trabajar, estudiar, no quedarte plantado frente al televisor que no significa ninguna gimnasia mental. Hay que hacer gimnasia mental.
Y sobre todo hay que socializar. En Argentina hay muchas instituciones, de municipalidades, de clubes que hacen actividades. Es muy importante que los ancianos y ancianas nos integremos. Es importante no estar quietos y es importante socializar. O sea, hay que pelear contra nuestra propia tendencia al viejismo.
–Empezó a publicar en sus redes sociales fotos haciendo aparatos ¿por qué?
–Fue medio involuntario, fue algo para la familia, para los amigos. Al principio me sorprendí. No tuve claro si había sido bueno o malo. Y en realidad hay gente que tomó eso como algo a imitar, por eso me alegró. Mucha gente entendió que al cuerpo hay que cuidarlo, que hay que ser amigo. Uno no puede abandonar el cuerpo, mucho menos a cierta edad porque el cuerpo no te abandona nunca.
Generalmente a eso de los cuarenta años uno abandona al cuerpo, piensa que eso es cosa de jóvenes. Y no, el cuerpo está ahí, con su energía, con su vitalidad, con su sexualidad.
–Rompió con el estereotipo del intelectual que no hace nada con el cuerpo.
–Claro, siempre hay como una supuesta antinomia entre cuerpo y mente. Como que si sos intelectual no tenés cuerpo y si sos atleta no tenés cabeza.
Y fijate vos que hacer gimnasia desarrolla la actividad intelectual porque genera ciertas hormonas que facilitan el trabajo intelectual. Se han hecho estudios de capacidad intelectual antes y después de una sesión de gimnasia y la capacidad intelectual aumenta. Se aumenta la irrigación cerebral.
Así que en la realidad no hay ninguna contradicción. Son los aspectos culturales los que suponen que cuerpo y mente van por carriles distintos.
–Recién hablaba de la sexualidad, que es un tema que no está asociado a la vejez.
–Se supone que las viejas y los viejos somos asexuados. Vos sabés que el viejismo es muy focalizado en la mujer. La mujer sufre más el viejismo que el hombre, es doblemente discriminada, por vieja y por mujer. Eso se nota claramente en el tema que decís. La mujer en la cultura occidental tiene dos funciones que justifican su existencia: ser bella y ser fértil. Cuando llega a la vejez, de acuerdo a los cánones, pierde las dos cosas. Porque el criterio de belleza es joven.
La sexualidad no se acaba para nada con la menopausia, al contrario, después de la menopausia puede suceder una sexualidad más libre porque ya no hay temor a embarazarse. Hay una sexualidad más tierna, con más sensualidad, con más juego sexual, juego erótico. Inclusive cuando se van los hijos, ya no se teme que un hijo se meta en el cuarto, hacer ruido. Los tiempos de las personas mayores pueden ser tiempos muy felices sexualmente.
–¿Qué falta para salir del viejismo?
–El gran problema es que no hay políticas públicas para esa etapa larguísima de la vejez. Es muy importante entender que es una etapa maravillosa para pagar las deudas. San Martín pudo juntarse con su vocación por pintar. Todos tendríamos que hacer eso, los que tenemos la suerte de llegar, deberíamos cumplir con aquello postergado, con aquellas vocaciones dejadas para más adelante, con las que no cumplimos por exigencias, porque teníamos que pagar impuestos, porque había que trabajar, porque había que pagar la escuela de los chicos, etc.
Bueno, conectémonos con nuestros deseos. Paguemos las deudas. Estudiemos lo que no pudimos estudiar, vayamos a esos lugares donde no hemos ido y siempre tuvimos ganas de ir. Separémonos si nuestras parejas en su momento fueron funcionales, pero ya no por el tedio y la rutina. Separémonos, tenemos muchos años por delante. Podemos volver a enamorarnos, podemos tener relaciones intensas.
–¿Hay más miedo en la vejez?
–Yo creo que eso depende de cómo tengas asumida la muerte, porque si hablamos de vejez tenemos que hablar de la muerte. En la civilización occidental la muerte es algo pavoroso, lo cual no es así en otras sociedades que tienen más integrado el hecho de morir.
Creo que en la vejez se teme menos la muerte mientras más intensa y satisfactoria haya sido tu vida. O sea mientras los inevitables balances de la vejez no te den tan negativamente que te lleven a la depresión.
Una buena vejez tiene que ver con una buena vida y si tenés una buena vida no le temés a la vejez, la aceptás como algo inevitable. En realidad, la vejez es lo que le da sentido a la vida.
–¿Por qué?
–Porque este milagro extraordinario que es estar vivo de alguna manera te fuerza a justificar… vos tenés que hacer algo con esto. No podés pasar por la vida mediocremente cumpliendo con los deseos de otros, sino que tenés que ser el dueño de tu vida y darle un sentido. Y eso tiene que ver con la vejez, el momento del balance de una vida bien vivida. Una vejez tranquila, serena, activa. Fijate vos que nos dicen “la clase pasiva”.
–Hay que hacer mucho cambio en el lenguaje también.
–Claro, hay un viejismo que tiene que ver con el lenguaje: cómo se trata a los viejos de abuelos, despectivamente…
–O de forma paternalista. La última pregunta. Un viejo psicoanalista que entrevisté me decía que también hay que aprender a convivir con las pérdidas de los seres queridos.
–Claro. Llegás a la vejez haciendo muchos duelos. Uno va perdiendo muchas cosas a lo largo de la vida. La vida de alguna manera es una larga pérdida.
–¿Y cómo se aprende a hacer esos duelos?
–Un duelo es la posibilidad de pasar por esa etapa de la pérdida y tratar de que no se transforme en una depresión, para lo cual somos entrenados a lo largo de la vida. El día de la madre, por ejemplo, me acordé mucho de mi madre. Mi madre y muchos amigos que a mi edad no están más, o que están no estando. Bueno, la vida es un largo duelo.
(Tomado de Página 12)