La Habana es una de las ciudades más antiguas de Las Américas; cabecera de colonia, fue en sus inicios una ciudad de periodismos y revistas.
La prensa periódica se instauró en 1782; pueden encontrarse en el Archivo Nacional de Cuba ejemplares de esa fecha.
Se sabe de la existencia de una Gazeta de La Habana, muestra representativa de la política ilustrada establecida por el monarca español Carlos III en las colonias americanas.
También se conoce acerca de un periódico titulado El Pensador, aparecido en 1764 y quizás el primer periódico en en la isla.
Es a partir del 24 de octubre de 1790 que la nación cuenta con un órgano de prensa, de ahí que esta fecha se fijara como Día del Periodista. Según la ensayista e investigadora a Cira Romero, ese medio de comunicación hoy puede estimarse como un verdadero monumento documental, de probado valor en los más diversos ordenes de nuestra vida isleña desde finales del siglo XVIII hasta bien entrado el siglo XIX: el Papel Periódico de La Habana, surgido bajo los auspicios del gobernante Don Luis de las Casas, también uno de sus redactores principales.
En este periódico colaboraron Diego de la Barrera, Tomás Romay, José Agustín Caballero, Manuel Zequeira (poeta neoclásico cubano), quien publicaba bajo anonimato.
Poco a poco los periódicos y revistas fueron apareciendo en la capital y en todo el país. La cifra superaba los 100 siempre custodiados por el gobierno español. En Cuba, la gente entendida era muy dada a la redacción de cualquier cosa con el pretexto de dejar algo para la historia y hasta ascender a la gloria. La mayoría lo que escribía no tenía mucha importancia. Todos los caminos no son para todos los caminantes, como dijo una vez el titán de la cultura europea, Goethe.
De cualquier manera se generó una eclosión de publicaciones , casi siempre con efímeros periódicos y revistas como sucede en casi todos los países. Esos medios requieren de auspicios no estables.
Se mencionan mucho: El regañón de La Habana, El Tío Bartolo, El sabelo Todo Habanero, Robespierre Habanero, nombres raros que siempre intentaban fustigar a los colonizadores.
También hubo prensa mambisa que difundía las luchas y rivalidades regionales. Una de ellas data de 1895: El Cubano Libre.
En el prólogo a Los poetas de la guerra, José Martí describe admirablemente una tertulia sabrosa, la de Loreto Castillo, en San José de Guanicamar, en la provincia de Camagüey.
Los ejemplares de El Cubano Libre se enviaban de un extremo a otro de la isla con mensajeros caminando día y noche, de mano en mano, en alforjas y se ofrecían gratis. Entraban en las ciudades ocultadas de las maneras más inimaginables e insospechadas. Según Fernando Portuondo, fue el mejor servicio público organizado de la Revolución de la independencia.
Hoy, a la distancia de 132 años, este es el documento que mostramos a los lectores para que conozcan los avatares y esfuerzos de la prensa y los periodistas cubanos en aquellos inicios.