Motivado por un simposio sobre la participación de nuestros internacionalistas en la guerra del pueblo español contra las huestes fascistas, convocado por la Unión de Historiadores de Cuba, conversé con mi amiga y colega Astrid Barnet para que me apoyara en lo que deseaba presentar: Deportistas cubanos en defensa de la República española.
El papel de Astrid había sido esencial en la confección del libro Cuba y la defensa de la República Española (1936.1939), publicado por la Editora Política en 1981, debido a un equipo dirigido por Ramón Nicolau, quien estuvo al frente de la organización de aquella gesta de nuestros compatriotas y la atención incluso de sus integrantes hasta en el territorio de la conflagración. Junto a Astrid estuvieron María Luisa Lafita, Isabel Monal, Ana Núñez Machín, Erasmo Dumpierre y Marcelino Arozarena,
Me aportó consejos e ideas, ahondó en personajes y momentos, fortaleció mi texto relacionado con “… una de las más nobles y heroicas contribuciones del movimientos revolucionario mundial de nuestro Primer Partido Comunista, inspirada en esta acción solidaria” (Fidel).Ella me advirtió: “No pueden faltar otras opiniones del Comandante en Jefe y debes añadir lo expresado por Dolores Ibárruri, la Pasionaria, en relación con aquellos héroes”.
El emocionado discurso de la líder revolucionaria en la despedida a ese ejército solidario es una joya ideológica y de amor. Cito para ustedes este párrafo::
“Comunistas, socialistas, anarquistas, republicanos, hombres de distintos colores, de ideologías diferentes, de religiones antagónicas, pero amando profundamente la libertad y la justicia, vinieron a ofrecerse incondicionalmente a nosotros. Nos lo daban todo, su juventud y su madurez, su esencia o su experiencia; su sangre y su vida; sus esperanzas y sus anhelos. Y nada nos pedían. Es decir, sí: querían un puesto en la lucha, anhelaban el honor de morir por nosotros”.
La ayuda de la generosa y rigurosa compañera enriqueció mi trabajo y fue más allá: “Tu obra pudiera ser el inicio de diversas publicaciones sobre los médicos, los escritores, los periodistas, los artistas, los científicos, los atletas…de tanta gente que se comportaron como héroes y no se daban cuenta de que lo estaban siendo”. Para ellos, sólo cumplían su deber. ¡Cuántas películas, cuántos seriales se pudieran hacer sobre esta proeza, sobre estas personas…” Y mucha falta nos hacen en estos momentos tan complejos”.
Comentamos de los errores del dogmatismo y la falta de unidad tan laceradora de esa izquierda. Hablamos de no pocos de nuestros sobrevivientes, muchos de ellos heridos en las batallas y golpeados por los malos tratos sufridos los campos de concentración franceses, regalo de lo que llamo neutratraición. Esos brazos cruzados, apuntando en gran medida a favor de los nazis alemanes y los fachistas italianos, pesaron en que las botas hitlerianas hollaran Paris, y que el crimen contra las poblaciones crecieran todavía más en la ulterior segunda guerra mundial.
La mayoría de nuestros sobrevivientes siempre mantuvo una posición decorosa. Algunos de ellos hasta tuvieron la dicha de pelear contra los mercenarios en Girón, a pesar de la edad y las secuelas dejadas por los combates.
La impulsé a escribir acerca de estos asuntos. También la invité a acompañarme en la presentación de la ponencia. Me prometió cumplir. No pudo hacerlo. El cáncer que sufría nos la llevó algunos meses después de la plática.
Ah, Astrid nada ni nadie podrán impedir continuar tratando este tema con la potencia que me queda. María Luisa Lafita y tú también, la sembraron en mi corazón. Ahora vuelvo a escribir varios textos que compartiré con los lectores de Cubaperiodistas.