Fina García Marruz ha muerto, en esa aventura de la vida que consiguió andar con la inteligencia despierta, la sensibilidad de su cuerpo menudo y el tiempo inconmensurable. Su historia de amor la describe tanto como su poesía:
Hace ya 15 años, Elena Poniatowska lo resumía: “Fina García Marruz nació en La Habana el 28 de abril de 1923; Cintio Vitier, en Cayo Hueso, Florida, el 25 de septiembre de 1921. Cintio tiene apenas dos años más que Fina y en el momento en que se vieron se tomaron de la mano para caminar juntos en la misma dirección. Desde que el día se levanta hasta que anochece son el uno para el otro. Lezama Lima los acompaña y los guía.”
Ella se cantó a sí misma para después:
Cuando el tiempo ya es ido, uno retorna
como a la casa de la infancia, a algunos
días, rostros, sucesos que supieron
recorrer el camino de nuestro corazón.
Vuelven de nuevo los cansados pasos
cada vez más sencillos y más lentos,
al mismo día, el mismo amigo, el mismo
viejo sol. Y queremos contar la maravilla
ciega para los otros, a nuestros ojos clara,
en donde la memoria ha detenido
como un pintor, un gesto de la mano,
una sonrisa, un modo breve de saludar.
Pues poco a poco el mundo se vuelve impenetrable,
los ojos no comprenden, la mano ya no toca
el alimento innombrable, lo real.
Y es que Fina acompañó cada verso y cada letra que salió de sí, de la dignidad inquebrantable y de la fe en sí misma para volverla hacia su Dios y a los suyos. Ya recordaba esa otra mujer extraordinaria, Elena Poniatowska, que -con razón dijo de Fina el gran Eliseo Diego- «Desde niña, y sin que ella o los demás pudieran remediarlo, comenzó a irradiar su extraña luz sobre el contorno, convirtiendo a sus tías en las conmovedoras criaturas que pueden verse en las miradas perdidas, y en los barrios, parques y niños más de veras que haya nadie soñado nunca. En el libro Visitaciones, escrito en el idioma que Fina García Marruz pide para sí -«quiero escribir con el silencio vivo»-, se encuentran algunos de los poemas de más apasionada belleza que se hayan compuesto en lengua española desde que asomó el mil novecientos».
Fina se entendió tan bien con José Martí porque como ella mismo escribió, “costó dolor, muerte costó, la vida. // Y al tiempo, breve o largo, siempre corto,// como el relámpago del amor, se le mira// ya sin recelo ni amargura// como a las heridas de la mano, en el arduo// aprender de su oficio,// contempla el aprendiz.”
Los que la conocieron bien, la amaron irremediablemente, del mismo modo que Cintio, que los susurros que la describían, que los homenajes de su amiga mejicana al contar con asombro lo que muchos ojos miraban: “El escritor cubano Froilán Escobar dice que no sabe quererlos por separado. Tiene razón porque siempre están juntos dentro de la esencia gozosa de su isla. La poesía en ellos es fe, fuente, raíz y justicia. Sonríen al unísono porque para ellos lo estético es ético. Su amor es su encuentro. «Lo que él siente, es exactamente lo que siento yo» dice Fina. De tanto quererse, ahora se parecen hasta físicamente. No tienen escapatoria.”
Ahora, están de nuevo juntos. ¡Feliz viaje Fina!
Foto de portada: Cubasí.
(Tomado de Cuba en Resumen)