El auto frenó en seco, justo al lado de la mujer que iba sumida en el ajedrez de sus propias reflexiones. El chirrido del caucho contra la carretera la puso en alerta. Del otro lado de la ventanilla, el rostro del conductor le resultó muy conocido. Era el director de la Escuela de Iniciación Deportiva (EIDE), Lino Salabarría, institución que ella había señalado críticamente en la prensa por aquellos días.
-Tenga cuidado, director, porque si yo me caigo por el impulso de su frenazo, ¿cómo usted justifica que no fue intencional?, le lanzó ella, con la fuerza de las palabras reflejada también en los ojos, en el tono de la voz, en la postura del cuerpo de aquella mujeraza plantada al borde de la carretera.
-Solo lamento que tú no seas hombre, le ripostó el otro.
-No soy hombre, soy mujer suficiente. Usted trae pantalones, pero fíjese que yo también, contestó ella, y dio por terminado el caso invitándolo a replicarle en la prensa.
No habrían de ser pocas las ocasiones en que la periodista espirituana Elsa Ramos Ramírez escucharía una frase similar a lo largo de su carrera, a causa del filo de su teclado o de su voz sin edulcorantes tras el micrófono, pero también por el machismo instaurado de base en la mente de los hombres, que no soportan ser criticados por una mujer.
Como aquella otra vez, después de la publicación del texto “Esto no es béisbol, es pelota”, en el periódico Escambray, donde analizaba las diferencias de atención hacia la categoría de mayores con respecto a la de inferiores, en el deporte nacional. Sus cuestionamientos la situaron en el estadio José Antonio Huelga, frente a seis entrenadores que le preguntaban quién era ella y qué sabía para estar debatiendo sobre pelota.
Lo cuenta para que entendamos cómo ha sobrellevado esos intentos de probarla, a lo largo de su ejercicio como periodista dedicada al deporte. Y asegura:
“Peso mucho una palabra cuando la escribo. Por eso siempre he asumido las consecuencias de lo que digo. Y debo aclarar que me enorgullecen las buenas relaciones que he establecido con quienes me brindan información. Incluso, después de un trabajo crítico, mantengo vínculos de amistad con algunos. Eso tiene que ver con el respeto porque he tratado de separar lo profesional de lo personal”.
Elsa Ramos lo dice impasible, quizás porque hace muchísimos años comprendió que esta no es la profesión de cultivar y cosechar halagos, si se adopta la crítica como estilo y compromiso. Posiblemente, mientras se secaba las lágrimas, en pleno examen de aptitud, la vida le comenzaba a enseñar que el periodismo es, entre otras muchas cosas, un arte de sortear obstáculos.
Recuerda que llegó a Santiago de Cuba para matricular en la Universidad de Oriente sin conocer que antes debía haber pasado la prueba de aptitud. Al profesor Rafael Lechuga le correspondió hacerle las preguntas.
“El hombre me dio mucho temor: alto y muy serio –cuenta. Yo temblaba porque no tenía ninguna formación ni vocación y estaba muy mal preparada. No tenía los conocimientos generales sobre cultura, deporte, política… El profesor me hizo diez o doce preguntas, y yo le habré contestado dos o tres”.
Lechuga, que conocía Sancti Spíritus muy bien, y ante el desconcierto de aquella jovencita que no atinaba a responderle, dijo:
-¡Pero tú no sabes nada, no conoces ni tu provincia!
La muchacha se echó a llorar. Cuando se calmó, él convino:
-Te voy a poner un tema para que lo desarrolles, a ver si, por lo menos, sabes escribir.
Ella redactó un texto sobre Reportaje al pie de la horca, de Julius Fucik. Escribía con tanto denuedo, que el profesor tuvo que mandarla a parar. Leyó con detenimiento el examen y le dijo:
-Parece que sabes escribir. Te voy a aprobar para ver si un día eres, por lo menos, una periodista mediocre.
“¡Aquello me dio tanto sentimiento! –confiesa. Le agradezco muchísimo porque me propuse cambiar mi imagen frente a aquel hombre que casi me desaprueba y que luego fue mi profesor durante los cinco años, y el tutor de mi tesis”.
Se graduó con Título de Oro y fue la mejor estudiante en docencia de su Facultad. Más tarde se convertiría en una de las periodistas cubanas más distinguidas del país, por su mirada honda y cuestionadora de la realidad y por el sinfín de reconocimientos que acumula, entre los que sobresalen el Premio Nacional de Periodismo 26 de Julio y el Premio Nacional Juan Gualberto Gómez, ambos en varias oportunidades.
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Cinco años después, cuando regresó radiante al barrio conocido como El otro lado, todo el mundo tuvo ganas de celebrar por ella, ¡la periodista! Aquel era uno de los sitios más humildes e intrincados de Caracusey, localidad ubicada a 25 kilómetros de Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus. Estaba rodeado por un río que, con frecuencia, inundaba las casas.
“Llegar recién graduada allí, donde la gente pensaba que ser periodista era una gran cosa, fue algo indescriptible. De hecho, cada vez que iba de pase me recibían mi familia, mis primos, mis hermanos y todo el barrio, como si hubiera llegado la presidenta de El otro lado. Mi plan no era quedarme porque allí no se hacía periodismo. Cuando me gradué, me ubicaron en Radio Sancti Spíritus. El primer día en la emisora me sentí extraña porque les tenía miedo a los micrófonos. Sin embargo, poco tiempo después la radio me cautivó”.
Ella se ruboriza cuando le mencionamos que es una firma reconocida en todo el país. “No creo que sea para tanto”, protesta, aunque en el fondo sabe que es verdad. Pero su camino no ha sido, precisamente, un lecho de rosas.
Se ha ganado su prestigio a pulso, sin hacer concesiones en su labor. El sacrificio y el esfuerzo los aprendió con su madre. Cierra los ojos y aún puede verse en su casa natal, con no más de seis años, dando vueltas alrededor de la máquina de coser, con la cual su mamá hacía la magia para alimentar a la familia.
“De esos dos lugares conservo el recuerdo de la humildad, de las raíces, que nunca deberíamos olvidar. Todavía soy aquella Elsa rebelde que fui de niña –asegura convencida. Sobre todo, no olvido que crecí viendo a mi mamá pasar tanto trabajo para criar casi sola a sus cinco hijos y no desfallecer. Buscaba siempre el momento para sonreír, aunque prácticamente no dormía porque tenía que coser para mantenernos.
“Ella fue asistente auxiliar de limpieza, trabajó como cocinera en un policlínico. Y la vi terminar de hacer un horno de carbón e irse para la máquina de coser. Le agradezco el ejemplo personal que me dio para sobrevivir”.
Eso explica por qué Elsa nunca se ha dejado amedrentar por los tropiezos ni por las pruebas que otros le han querido imponer. La entendemos cuando dice que se siente orgullosa de lo que es “porque con este color estudié periodismo, siendo hija de una auxiliar de limpieza y de un padre alcohólico. Y, ¿cómo pude estudiar periodismo?, porque esta Revolución me lo permitió, sin pedirme, sin preguntarme, sin tener en cuenta si yo era negra o guajira. Para mí quedó muy claro que no tenía que bajar la cabeza ante nadie, ni mendigar lo que me tocaba por derecho como persona. Eso me ha ayudado en mi carrera y lo he necesitado mucho”.
Recién estrenada en la maternidad, otra vez la vida mediría sus fuerzas y su ímpetu de trabajar y hacerlo bien:
“Tuve que criar a mi hija sola porque su papá falleció en un accidente de tránsito cuando ella tenía 35 días de nacida. Ese percance me llevó a imponerme ser periodista y madre a la vez. Desde pequeña siempre fue muy asmática; después de una noche de asma, yo regresaba de un hospital a las cuatro de la mañana y me ponía a trabajar, porque no quería que mi condición de madre interfiriera en la profesión, ni que ser periodista me interfiriera como madre”.
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Cree firmemente que en Cuba sí se practica el periodismo de investigación, y la denuncia y abordaje de temas conflictivos. “No tanto como quisiéramos, pero se hace. Y en ese tipo de periodismo yo he sentido las mayores satisfacciones porque cómo se disfruta cuando tienes un planteamiento de un tema cualquiera y, de pronto, vas descubriendo cosas que ni soñabas. Un descubrimiento te lleva al otro y puedes sacar a la luz lo que en la epidermis del tema no se ve.
“¿Recuerdan el fenómeno del reciclaje de las materias primas? –pregunta sin esperar respuesta–. Tengo un reportaje radial que habla de eso. Fue un trabajo por encargo. El objetivo era saber qué pasaba, porque en aquel tiempo las personas iban a vender su materia prima a las tiendas y luego esa misma se volvía a reciclar y se revendía. Era un fenómeno turbio”.
Para desenredar la madeja pasó noches en las filas frente a los puntos donde se formaba aquel trueque.
“Me metí allí con una grabadora escondida, hasta que uno de los ‛mafiososʼ, que era el ‛dueñoʼ de las colas aquellas, me descubrió. Tuve que decirle la verdad. Luego, ese mismo tema me llevó hasta la empresa donde se guardaba la materia prima. Una fuente confidencial me dijo que todo salía de aquella fábrica: la misma mercancía que entraba, salía por los muros y se revendía en la calle. Era un fenómeno prácticamente inacabable. Con aquella información fui hasta la empresa, hablé con el director, me enseñó lo linda que estaba la entidad, todo bien cuidado, protegido y yo me preguntaba: ¿Cómo se la llevan? Esa fuente creo que me engañó.
“Cuando salí, una persona me orientó: ‛Ve hasta el muro de la empresa y cuando veas a un hombre en un caballo dile que te lleve al lugar donde se la roban por la nocheʼ. Lo hice y, efectivamente, vi al hombre, me monté en el caballo y el desconocido me condujo por unos platanales, mientras yo iba grabando todo. Allí estaban las evidencias: los residuos de las materias primas y las marcas de los camiones de todas las provincias que iban a cargar. Así pude demostrar que se la robaban del mismo lugar de donde la depositaban”.
Son poco más de las tres de la madrugada y ella graba, una tras otra, las notas de voz que nos va enviando a través del WhatsApp. Elsa aprovecha tiempo y tecnología. De pronto, se da cuenta de la hora que es, ofrece disculpas y confiesa que casi siempre se duerme temprano, a mitad de telenovela o escribiendo en la computadora. “Me despertó mi nieto de meses Kylian, que es el complemento de mi vida. Y como me desvelé, decidí responder las preguntas”.
-¿Cuántos sinsabores te ha ocasionado ejercer un periodismo incómodo?, le preguntamos.
-Tengo la satisfacción de que he hecho el periodismo que he querido hacer. Sinsabores, muchos. Nadie piense que con un trabajo de este tipo va a tener aplausos por todos lados; no los espero nunca. Trato de quedar bien con la verdad, con sus matices. No puedo explicar cuántos desvelos, roces, encontronazos lógicos de la carrera… Al periodismo le toca eso.
-¿Ha valido la pena? ¿Has tenido ganas de tirar el guante y evadir los problemas?, volvemos a interrogarla.
-Nunca he tratado de evadir los problemas porque ellos me persiguen. Ha valido la pena por quedar bien con la profesión que escogí y con el rol social que tenemos los periodistas, que no es el de resolver problemas, como mucha gente cree. No imaginan cuántas personas me abordan para que les solucione sus situaciones. En la calle, por Facebook, Messenger, por mensajes, por teléfono… Los periodistas no resolvemos problemas, alertamos o representamos la realidad, ahondamos en ella. Les toca resolverlos a los decisores, a los gobernantes, a las instituciones.
Elsa continúa argumentando que “hay una queja del gremio y del público en ese sentido, de para qué los periodistas hablamos tanto si no se resuelve nada. Tengo muchos ejemplos de trabajos que he hecho cuya repercusión ha sido resolver el problema. Hace un tiempo hice un programa televisivo en Centrovisión que se llamó Apartado Popular. Se basaba en cartas que la gente llevaba a la televisión. Los temas se investigaban y se presentaban en pantalla.
“Hicimos uno sobre un hogar materno que estaba en mal estado. No había buena atención a las embarazadas, ni en la alimentación, en las condiciones de vida; no tenían televisor, agua, sillas, ventiladores, ni siquiera una buena alimentación, incluso problemas de atención médica. Ese asunto lo investigamos y era peor de lo que nos decían en la carta. Fuimos a grabar un lunes y el martes, cuando regresamos a hacer la segunda grabación, los problemas se habían resuelto. Es triste pensar que tenía que llegar la prensa para que se solucionaran.
-¿Cuál es el secreto para ese desdoblamiento que ejerces de forma natural, como si no representara un esfuerzo hacerlo bien en radio, en prensa escrita, en televisión?, inquirimos casi en el afán de develar secretos de profesión.
-“Tiene que ver con el atrevimiento y con la concepción que tengo del periodismo. Entiendo que el periodista tiene que ser un profesional integral en su conocimiento. Debemos ser multifacéticos y saber de todos los temas porque en cualquier momento me pueden mandar para una cobertura de un tema del cual, a lo mejor, no estoy bien preparada, pero no puedo decir que no. Por lo menos, nunca he dicho que no. Eso me ha abierto las puertas del resto de los medios.
Elsa confiesa, desde su modestia, que se esfuerza porque su trabajo quede bien en los tres lugares, por respeto a la gente. En el programa Apartado Popular era guionista y presentadora. También ha sido comentarista y panelista en programas de opinión de la televisión. En el periódico, además de la página deportiva que escribe desde el año 1999, también ha hecho otro tipo de trabajos.
“Eso me ha exigido un esfuerzo personal bien grande porque lleva muchas horas de trabajo. Aprendí desde el principio a hacer varias cosas al mismo tiempo. A veces, a las cinco de la mañana, en la computadora tengo abiertos cuatro Words, porque puedo estar haciendo un guion para la emisora y escribiendo la página deportiva para Escambray. A pesar de todas esas experiencias, a la radio le debo absolutamente todo”.
-¿Aún te queda tiempo para ti, para la familia?, continuamos con la entrevista.
-No creo que haya podido dedicarle a mi familia todo el tiempo porque es muy difícil. A veces lavo a la una de la madrugada o dejo la lavadora en sus procesos. El día tiene 24 horas y parece que consumo veintiocho. Todavía lo hago (no con la misma fuerza, pues tengo 56 años) porque necesito mantener la mente activa y altiva. Y sí, me queda poco tiempo para mí.
-Hay quien manifiesta que tus textos son agresivos. ¿Crees que es así?, indagamos más para saber su percepción que por cuestionamiento.
-Incluso algunos colegas, amigos míos, me han dicho que he sido agresiva o incisiva. El periodismo es agresivo y es incisivo porque hay que utilizar el término que es, no tengo por qué andar por las ramas; eso, obviamente, trae sus consecuencias. Conozco personas a quienes las han sacado de sus trabajos después de un reportaje crítico. Algunas personas sí me han pedido que suavice, que no vuelva a decir las cosas tan crudas. Que me retracte no, porque no lo admitiría. Para eso existe la réplica. Una vez tuve un encontronazo y el directivo me dijo que iba a escribir al periódico para acusarme. Le respondí que lo hiciera y que, si había escrito algo que no había visto, pagaba con mi título. La persona al final entendió y no escribió.
Ramos continuó ahondando sobre cómo los modos de hacer evolucionan: “No negaré que me he descubierto con crisis de conciencia porque conozco el impacto que tiene un trabajo crítico en la sociedad. Sé que dije la verdad, pero pienso en que las personas implicadas tienen familia. También he llorado. Una vez sacamos en pantalla el rostro de un jefe de la construcción que no acudió a dar respuesta a uno de los temas que estábamos abordando. Dijimos: ‛Este directivo no acudió a darle respuestas al pueblo sobre las viviendas mal hechasʼ. A los pocos días, aquel hombre me ‛dio botellaʼ. Venía con su hija y ella preguntó: ‛¿Esa no fue la mujer que te criticó, papá?ʼ. Aquello me partió el alma.
-¿Has debido chocar o evadir mucho la censura?, tanteamos también desde la experiencia.
-He chocado con ella de diferentes maneras: sobre la forma de abordar un tema para tratarlo con otros enfoques, aplazarlo, suavizarlo… Y de la misma manera que he chocado con la censura, también la he evadido. De otro modo, no hubiera podido hacer muchos trabajos con matices críticos y sobre temas considerados tabúes.
Evadirla significa que ha buscado las maneras, declara. “Cada periodista tiene que saber cómo hacerlo y todavía no lo puedo confesar porque me quedan algunos años de trabajo –dice y se ríe con cierto deje de malicia. Trato de no caer en la autocensura. Asumo el trabajo, se lo presento al directivo del medio, a quien le toca decidir y discutir, mas no me puedo autocensurar”.
Uno de los temas que más le apasiona es el beisbol y por ello la interpelamos sobre cuánto le preocupa la situación actual de nuestro deporte nacional
“La situación actual responde a varios elementos, pero el que más daño está haciendo es el éxodo sistemático de sus talentos. Tiene que ver, sobre todo, con un problema económico. Casi todos los peloteros que se han ido del país van con el sueño de jugar en las Grandes Ligas. Eso responde a la necesidad de su desarrollo deportivo; también al dinero.
“Aunque Cuba les ha subido el salario a sus peloteros, ha buscado vías de motivación, les ha mejorado en los últimos tiempos el alojamiento, los estadios… el país no tiene sostén económico para aguantar a esos muchachos aquí. Es triste, pero es así. No creo que todos quieran llegar a las Grandes Ligas, mas muchos de ellos sí. Si se van cuatro o cinco talentos de un golpe, se resiente la calidad.
Elsa Ramos declara que incluso se ha pensado en traer a jugar a los que se han ido. “Eso no es posible masivamente por una razón económica: El que está ganando 2 000 dólares en una liga del Caribe, cobra más que un pelotero de aquí. Es un fenómeno básicamente económico y va más allá del patriotismo, que ha sido un término muy vilipendiado en estos tiempos, sobre todo a partir de la cantidad de muchachos que se quedaron en la sub-veintitrés en la Copa del Mundo del año pasado.
“El país tiene potencial porque los muchachos jóvenes quieren ser peloteros, a pesar de la invasión del fútbol. De las matrículas de las EIDE se quedan fuera muchachos que quieren entrar. Cuba tiene esa cantera, que no la puede desarrollar todo lo que quisiera al no contar con dinero suficiente para comprar los artículos que lleva la formación de un pelotero. Hoy no juegan todos los que quieren, sino los hijos de quienes pueden sostener la compra de un guante, pelota, bate y trajes. Eso es lo que está lacerando, más allá de conflictos, situaciones y malas decisiones de entrenadores y directivos.
Hace cuatro años, a propósito de un gesto de Yuliesky Gourriel en suelo extranjero, escribió: “Nuestra pelota no se va a hundir porque la afición siga las Grandes Ligas. En todo caso, puede ser mejor si la propia familia beisbolera cubana sabe aprovechar la ventaja de tener una especie de escauteo directo para beber de maneras de jugar y mentalidades de juego (…)”. Las cosas no han cambiado demasiado.
“Lo dije a propósito de aquel gesto de Yuliesky, envuelto en la bandera cubana cuando su equipo, Astros de Houston, ganó la serie mundial. Sigo pensando exactamente igual. Ese texto trajo muchísima polémica y roces, tuvo millones de interpretaciones. Por muchos años vivimos el misterio de las Grandes Ligas, cuando se sabe que los cubanos, toda la vida, se las han ingeniado para tener información de los peloteros nuestros que se han ido a jugar allá. Por suerte, esas tendencias comenzaron a cambiar en los últimos años.
“Poder beber de lo bueno que tiene la pelota de las Grandes Ligas, de cómo se juega, de cómo batean y lanzan, de cómo se llevan los juegos, de las decisiones que aplican los managers, independientemente de las diferencias que tengamos, no nos quita, nos engrandece y también nutre, si se saben aprovechar esas ventajas.
A consideración de Elsa se ha mejorado en relación con otros años, al punto de que se han televisado juegos de las Grandes Ligas, algo que antes era impensable. “Y, más allá del disfrute del juego, la pelota cubana tiene que tomar eso como una clase práctica para llevarlo al término de las academias cubanas.
“El peligro nuestro está a lo interno y no desconozco el hecho del acuerdo beisbolero que no se concretó y que no permitió (a la manera en que se soñó) ese flujo normal de peloteros entre Estados Unidos y Cuba. Que ese acuerdo se rompiera incidió en más éxodo de peloteros que querían jugar en Estados Unidos y vieron sus puertas cerradas”.
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“Si pudiera evadir esa pregunta porque no puedo impedir que me trastorne cada vez que lo oigo mencionar”, dice Elsa del otro lado del teléfono y notamos que hemos tocado donde duele. El periodista Juan Antonio Borrego Díaz, director del semanario espirituano Escambray durante casi 24 años, falleció en 2021 debido a complicaciones asociadas a la Covid-19. ¿Quién era Borrego para Elsa?
“El gran amigo que nunca me falló, mi principal asidero para publicar los temas que le propuse y también los que él me conminaba a escribir –nos dice y abre el caudal de las memorias. Él sabía cuándo yo tenía mis momentos de querer colgar los guantes porque éramos confidentes uno con el otro. Él me dejaba para que refrescara y me llamaba a los dos o tres días para proponerme un tema escabroso: sabía que me gustaban. Reconoceré siempre la valentía para publicar y aprobar temas espinosos.
“Cuando se formaban los revuelos por alguna crítica, Borrego asumía absolutamente toda la responsabilidad. Nosotros lo sabíamos y él, por un problema ético, no nos contaba lo que pasaba en esas discusiones. Siento que el periodismo, aquí en Sancti Spíritus, se vive de otra manera sin Borrego. Todavía es muy reciente, ¡y todo fue tan violento, tan inesperado, tan estrepitosamente rápido! Ninguno de nosotros estaba preparado para ver partir a Borrego tan joven, pleno de vida, de creación… De ese golpe no nos hemos recuperado. Lo vivo con pesar y he necesitado mucha fuerza para seguir escribiendo en Escambray.
-Hay valores que definen a Escambray como la objetividad, el apego a la opinión de la gente, la credibilidad…, y tú, Elsa, ¿cuánto cuidas tu credibilidad?
-Este lanzamiento es de cien millas, bromea ella. Cuido muchísimo mi credibilidad, en ella va toda mi carrera. Para todos los periodistas, para un sistema, para un país… lo principal es la credibilidad. Cuando la gente no cree en lo que tú dices y haces, todo está perdido. Para mí eso es lo más importante y lo más difícil. Trato de ser creíble diciendo las cosas como son, a cualquier precio, a cualquier riesgo. Pero puede que uno tenga el empeño y la gente no crea en lo que uno dice. Por eso la cuido tanto, porque es como estar en una cuerda floja.
“No ser creíble o no ser veraz es la muerte de un periodista. Puedes seguir escribiendo toda tu vida, pero ya moriste cuando la gente constantemente está cuestionando lo que tú dices, a ti o al medio.
“Al periodismo hay que saberlo querer, quererlo como es, a pesar de que es ingrato. Aunque no es el mismo periodismo romántico de cuando yo comencé, sigue siendo una carrera hermosa, complicada, quizás yo misma lo soy un poco en mi carácter, un poco rebelde… El periodismo debe parecerse a lo que la gente es”.
* La entrevista original forma parte de un libro en proceso de edición, a cargo de la editorial Latinoamericana Ocean Sur.
(Foto de portada: La periodista Elsa Ramos Ramírez asegura que la suya no es una profesión de cultivar y cosechar halagos, sino de sortear obstáculos. / Cortesía de la entrevistada)
(Tomada de Bohemia)
Soy espirituana y para mi es una periodista excelente, muy profesional en su trabajo, no tiene miedo a la hora de decir la verdad y llamar las cosas por su nombre, muy querida por los espirituanos, y si creo que es una firma reconocida en todo el país y muy merecidos los reconocimientos que ha recibido. Saludos para ella y éxitos en su vida tanto laboral como personal.