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Ricardo: mi amigo inolvidable

“ A la Muerte se le mira de frente”, me dijo una vez Ricardo Alarcón en una ocasión, en un momento en que ambos corríamos peligro grave, ante una embestida de la policía batistiana en medio de una algarada estudiantil, bajando la escalinata universitaria junto al líder de la FEU José Antonio Echevarría.

Y así fue como Ricardo Alarcón dejó el mundo de los humanos, mirando de frente a la muerte, para ingresar en el altar de la patria cubana como digno revolucionario de estirpe Mambisa, por los “De Quesada”, familia independentista que ha dejado solo glorias y sacrificios y nunca traiciones indignas.

No tuve la oportunidad de darle un abrazo final al amigo entrañable que tuvo en mí, el afecto de hermano como también lo fueron en vida Alfredo Guevara, Eusebio Leal, Jesús Montané y Manuel Piñeiro Losada, todos ellos profundamente Martianos y Fidelistas hasta el último aliento de sus fecundas existencias.

Cuando llegue a La Habana el pasado jueves 28 de abril ya Ricardo estaba en estado de suma gravedad.
No pude darle un abrazo de adiós. Su hija Margarita -a quien quiero como una de mis hijas- me dijo compungida de dolor que ya Ricardo estaba en trance de muerte, el hombre que decía como Martí “ que la muerte no es verdad cuando se cumple la obra de la vida”.

Queda su hija Margarita y su nieto Ricardito, mi ahijado de bautismo, quien a pesar de sus cortos años ya tiene el vigor y la inteligencia natural del abuelo que se fue, que veía en él, como la prolongación de su existencia en la tierra.

Quedan también para la historia, su fecunda carrera diplomática como delegado de Cuba en Naciones Unidas, de quien se decía en aquellos tiempos que era el más brillante Embajador del multitudinario foro internacional de la ONU de entonces, así como en Cuba, su habilísima presidencia por más de dos décadas del Parlamento cubano.

Ha muerto uno de los grandes de la “Generación del Centenario”. Martiano devoto y fiel Fidelista. Para mí , siempre será sencillamente “Ricardo”, mi amigo inolvidable.

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