Los libros Tina Modotti. Mucho más que un cuerpo desnudo, Trazos Venezolanos y Entre col y colegas, editados por la Pablo de la Torriente, de la Unión de Periodistas de Cuba (Upec), serán presentados en la Casa del Alba el próximo 24 de abril, a las diez de la mañana, según informó Esther Pozo, directora de la editorial.
Los tres títulos son de agradable lectura con meritorios momentos del quehacer periodístico, si bien versan sobre diferentes temáticas.
Tina Modotti. Mucho más que un cuerpo desnudo, de la autora Reina de la Caridad Torres Pérez, ofrece a través de una seria investigación un retrato físico y sicológico de esta excelente fotógrafa de antes de mediado del siglo XX, militante comunista y pareja del líder revolucionario cubano Julio Antonio Mella.
Uno de los párrafos de la obra la describe así: La belleza física de Tina era demasiado palpable. De ella impresionaban sus ojos, que, aunque hermosos no dejaban de trasmitir una mirada triste, así como la frágil figura y el delicado rostro, en el que no se verá lágrimas cuando en 1929, colgado de su brazo es asesinado su más grande amor o cuando como integrante del Quinto Regimiento, durante la Guerra Civil española, invitaba a la cubana María Luisa Lafitta a cantar, bajo el fuego enemigo.
A propósito del intenso amor de la Modotti por Mella, la escritora Reina de la Caridad, asegura que “Solo una gran mujer podía desatar ese huracán de sentimientos. He ahí la razón de hacer un recorrido inverso a la mayoría de los que se han transitado hasta el momento: llegar al corazón de Mella, en esta oportunidad desde la inteligencia, el arte, la ideología, la piel y el alma de Tina”.
Una galería de fotos que le tomaron a Tina conforma el colofón del texto, así como sus múltiples desnudos en imágenes y dibujos. Uno aparece en el mural “La Tierra dormida”, del gran pintor mexicano Diego Rivera, igual que las fotografías realizadas por ella misma, como el rostro de Mella ya fallecido. Tina es hoy la fotógrafa más cotizada del mundo, de ahí que la imagen de “Rosas”, incluida en este volumen está evaluada en 165 mil dólares.
Al periodista Enrique Milanés León corresponde la autoría del interesante texto Trazos Venezolanos. No sé lector si cuando usted lea este libro, desgranado en hermosa prosa, le quedará la misma sensación que a mí: este colega ha escrito con la excelencia de un talentoso profesional y el corazón estremecido de pasión. Habíamos leído en Juventud Rebelde muchas de las crónicas seleccionadas para esta compilación; no obstante, vueltas a ver provocan agradecimiento por adentrarnos en la historia de ayer y de hoy de Venezuela, por conocer más profundamente a dos figuras excelsas: Simón Bolívar y Hugo Chávez, y porque nos acerca al alma vibrante de la patria bolivariana y chavista.
Intenté escoger la mejor crónica para citar un párrafo, pero fue inútil, en todas me esperaban ganchos atractivos de historia y de sentimiento, entonces fui al azar, abrí el libro en la página 28, con la escritura concluida así:
Quienes no conciben al héroe sin su espada puede aprender un par de cosas en esta casona de la vieja Angostura donde el tribuno dijo a los diputados: “Si merezco vuestra aprobación, habré alcanzado el sublime título de buen Ciudadano, preferible para mí al de Libertador…” Parado en el sitio en que él lo pronunció, un soldado desconocido cubano siente que, entre cañones silentes, jamás el gran guerrero fue más bravo.
Entre col y colegas, de Pastor Batista Valdés, reúne un rosario de sucesos protagonizados por periodistas. Muchas nos hacen reír, pero todas las anécdotas revelan los sinsabores e incomprensiones que asechan a la apasionante y riesgosa profesión.
Así lo reconoce el autor que lamenta haber dejado fuera muchos otros hechos que subyacen hasta en el más recóndito órgano del gremio periodístico. Apunta Batista Valdés que siendo como somos los cubanos, es difícil encontrar a un colectivo de prensa donde no haya, al menos, un colega en torno a quien giren las más humorísticas situaciones, ocurrencias y percances, propios de la profesión o relacionados con la vida en general (..).
No escapan del anecdotario lo ocurrido a José (Pepe) Alejandro en España y al narrador de un torneo de softbol en Santa Clara, donde un reconocido poder al bate era el entonces primer secretario del Partido en esa provincia, Miguel Díaz Canel, quien había pedido que no se dijera su nombre.
Cuenta Pastor que el jefe del equipo llamó al narrador y le leyó la cartilla: Fíjate bien, ni por casualidad puedes mencionar el nombre del jugador. Tu dices el pitcher, el serpentinero, el softbolista, lo que te dé la gana, pero que no se te ocurra pronunciar su nombre…
Emocionado el cronista de deporte de la emisora provincial, a duras pena ocultaba el nombre, leo: ¡Qué clase juego está lanzando este hombre! Yo jamás había visto cosa igual. ¡Qué control, señores, no hay quien le batee las pelotas que manda! Ahí si hay preparación física, ¡Fenomenal envío hacia la goma!…
A punto de concluir el juego y del infarto del fanático narrador de fútbol, en tono de arenga confesó: – ¡Y no aguanto más señores! Porque quien acaba de botar la pelota aquí, para darnos esta histórica victoria, ¡es nada más y nada menos que nuestro querido y respetado Miguel Díaz Ca-neeeeell! Y ¿qué pasó con el narrador, lo sacaron de la emisora? La respuesta está Entre col y colegas.
El querido amigo y colega Pepe Alejandro, brillante periodista y toda una leyenda por las mil y una fábulas tejidas por su andar penetrante en la prensa, especialmente en Juventud Rebelde donde labora. Hablar con él deviene una fiesta porque si se pone a contar sucesos involuntarios de los cuales ha sido protagonista, resulta casi imposible evitar al menos la sonrisa. Imagino a Pastor Batista en apuros a la hora de seleccionar dos anécdotas, tituladas: “Una estatua menos y un clavadista más”, y “El ánfora de la perdición”.
Cuenta Pastor que Pepe aceptó de buena gana la sugerencia del “gallego” encargado de soportarlo durante su estancia en España, la cual incluía una visita al Palacio de Aranjuez, en la ribera del río Tajo. Hasta allí llegó el periodista tiritando del frío que hacía, mientras caminaba sobre el puente de piedras que tenía, sobre una de las barandas, una majestuosa estatua milenaria.
El gallego cámara en mano se dispuso a fotografiar justo en el momento en que el infausto Pepe se recostó al monumento. La mole empezó a inclinarse en dirección al vacío. Aterrado, pero ecuánime, el cubanito recordó sus inolvidables experiencias colgado de la puerta de un camello (ómnibus urbano de los años novena en Cuba) en el horario pico y no tuvo otra opción que asirse con masculina fuerza a la estatua (…) En cuestión de segundo Pepe y la estatua cayeron al fondo de las gélidas aguas del río (…) Pastor también describe cómo el improvisado clavadista logró deshacer el abrazo con la estatua y subir como un delfín a la superficie.
Bajo el título “El ánfora de la perdición” narra acerca de la jarra de té caliente que, por descuido, tumbó Pepe y del líquido que rodó por la mesa y cayó sobre la cremallera del asiático que encabezaba una delegación de su país, China. En esta anécdota hay mucha tela por donde cortar y hacernos pasar un momento divertido pese a los aprietos y penas vividos por Pepe Alejandro.