¿Qué es un conflicto bélico? Jonathan Steele, periodista del periódico británico The Guardian, en el artículo El papel del corresponsal de guerra afirmó que todo encuentro armado es una obra humana que no ocurre de manera fortuita, sino por causas de índole político, y se desarrolla por objetivos políticos.
A su vez, Karl von Clausewitz, uno de los más prominentes investigadores de la teoría militar, define la guerra como continuación de la política por otros medios. En la misma dirección, Armando Borrero Mansilla señaló en Guerra, política y derecho que, en un enfrentamiento militar, la política llega a los extremos, no solo la de Estado, sino también, la de un partido político, de una clase social, de un grupo cualquiera.
Otra característica la ofreció el español Rafael Calduch cuando apuntó que en las conflagraciones permanece latente una pluralidad de intereses, así como una desigualdad de poderes entre las partes implicadas. Subrayamos que toda acción de este tipo es reflejo de la lucha de clases, en tanto se enfrentan explotados y explotadores.
El Héroe Nacional cubano, José Martí, calificó la lucha por la independencia de Cuba como guerra necesaria para una causa justa: era la contienda bélica para despojar a la isla del coloniaje español, un acto de entereza en pos de reivindicar los derechos del pueblo y liberar al ser humano de todo grillete.
Al respecto, el Apóstol subraya que esa lucha no es la revolución de la cólera, sino la revolución de la reflexión, la única forma, la única vía por la cual se puede llegar, tan pronto como las necesidades imperiosas quisieran, a la realización de brillantes y enérgicos destinos.
Como puede apreciarse en las definiciones, los choques de armas son acciones que por su naturaleza y devastadores resultados tienen su correlato en los medios de comunicación de masas, y encuentran en el corresponsal a un actor de primerísimo orden, encargado de relatar los hechos para el presente y el futuro.
El periodista, como ente mediador y proactivo entre los acontecimientos y los públicos, tiene la misión primera de informar. Con ese fin está sujeto a las más disímiles circunstancias, como pueden ser los contextos de alto riesgo, entre los que se encuentran las guerras.
Guerra y periodismo
Durante todo el siglo XX y lo que va del actual, uno de los signos distintivos han sido las conflagraciones. En la Primera Guerra Mundial, por ejemplo, más de ocho millones de militares y 6,6 de civiles perdieron la vida, mientras que en la segunda las cifras fueron superadas con creces al estimarse unas 70 millones de muerte. Según la lista de la revista Journal of Peace Research, en el período 1989-2009 tuvieron lugar 131 eventos armados, la mayoría de ellos en África (41) y Asia (39).
El 26 de septiembre de 1960, el líder histórico de la Revolución cubana, Fidel Castro, expresó en la Asamblea General de Naciones Unidas que la desaparición de la filosofía del despojo haría desaparecer la filosofía de la guerra. Puede identificarse, entonces, el saqueo, la explotación a terceros países en busca de mano de obra barata y riquezas, como algunas causales del problema.
Por las razones antes expuestas, desde finales del siglo XIX —con la intervención norteamericana en Cuba—, la prensa ha desempeñado un rol cada vez más significativo en el conocimiento y desarrollo de las conflagraciones. Ello viene dado por su carácter de actor político y su función estratégica, que estriba en la formación de la opinión pública y la fabricación del consenso, aseveró uno de los autores de este artículo, Roger Ricardo Luis, en su conferencia Guerra y geopolítica: ¿Adiós a las Armas?
Una muestra de esa estrategia es el empresario de periódicos estadounidense William Randolph Hearst quien, a finales del siglo XIX, manipuló a la opinión pública de su país con el fin de buscar el apoyo a la intervención militar de Estados Unidos en la guerra de independencia de Cuba contra España, una contienda prácticamente ganada por los insurrectos locales.
Ello quedó evidenciado, por ejemplo, en una conocida conversación de Hearst con Frederick Remington, a la sazón el corresponsal en La Habana. Este último le envía un telegrama en el que expresa que todo estaba en calma, sin guerra, y pedía volver a territorio norteamericano, a lo cual el magnate de los diarios le ordenó que permaneciera en la isla y suministrara los dibujos, pues él pondría la guerra.
Por esa línea, el Doctor en Ciencias Militares Ángel Jiménez González expresó en La guerra de los corresponsales: “La disputa era entre cubanos y españoles. Estados Unidos no estaba en guerra y, antes de que entrara en ella, era menester vendérsela a la opinión pública doméstica, de lo cual se encargó la prensa”.
En tal sentido, el sociólogo belga Armand Mattelart señala que durante el período de guerra se ha reconocido que la movilización de los hombres y de los medios no era suficiente; había que movilizar la opinión. Por su parte, la española Vanessa Diez Barriuso destaca que “la información en tiempos de guerra tiene un valor astronómico, y los medios de comunicación tienen la peligrosa capacidad de construir una realidad social, lo que puede extrapolarse a sustentar el poder sobre la percepción de la opinión pública”.
Así comenzó a dársele mayor prominencia al papel del periodismo en la construcción de la guerra y como un actor político clave en esos escenarios de confrontación militar. Ello se mantuvo invariable, si bien fueron cambiando los soportes tecnológicos para la comunicación.
Durante las campañas por la independencia de Cuba, los combates también se libraron en periódicos; en la segunda contienda mundial fue fundamental la radio, mientras en la de Vietnam se vivió mediante la televisión; a su vez, la del Golfo fue transmitida en “vivo y directo”; el nacimiento y desarrollo de Internet permitió conocer los más recientes enfrentamientos militares, dígase Irak, Afganistán, Libia y Siria. Hoy apreciamos que en el conflicto ruso-ucraniano la voz cantante la llevan las redes sociales.
Para la intelectual cubana Graziella Pogolotti: “La política fue elaborando formas de preparación artillera en el plano nacional y en el internacional, a través de los medios de comunicación cada vez más sofisticados”.
Ricardo Luis indica que la función de los medios como actor político está dada por el hecho de formar parte de la estrategia política del sistema. Para ello privilegia fuentes de información política según la postura asumida por el medio en su línea editorial. Así, ofrece visibilidad, construye estereotipos, entre otros elementos con los cuales elaboran cotidianamente percepciones e interpretaciones de la realidad mediante su discurso.
En el teatro de las operaciones militares
Al campo de batalla llegó el periodista ante la necesidad de los medios de comunicación de reportar los hechos. En ese escenario, por lo general, emplearon enviados especiales propios, e incluso, a los freelance o reporteros independientes, utilizados por sus conocimientos y por ser una alternativa más económica para las empresas mediáticas. La complejidad y el riesgo como características inherentes de esas coberturas hacen que la labor periodística sea igual de ardua y peligrosa, por lo que se requiere de un alto compromiso ético y profesional como cualidad y principio.
Antes de la Guerra de Crimea (1854), eran los propios militares quienes relataban lo sucedido en los campos de batalla. Como señala María José Cantalapiedra, profesora de la Universidad del País Vasco, en España, a partir de ese acontecimiento apareció el corresponsal civil; o sea, es el periodista quien reporta los hechos. Se trata del profesional de la prensa presente en un contexto, en extremo peligroso, para realizar una cobertura con apego a la objetividad periodística. En las contiendas bélicas hay dos preguntas básicas de la profesión que un reportero no debe olvidar: ¿qué está pasando? y ¿por qué está pasando?
El periodista y escritor español Jaime Vázquez Allegue, considera que el corresponsal de guerra ya no es un mero descriptor del conflicto. Su información ya no constituye un parte de guerra. Sus palabras no son una pura enumeración de cifras de heridos o de bajas. El corresponsal de guerra es un observador que da cuenta de lo que ve para confirmar o desmentir los datos y las informaciones oficiales.
Los últimos conflictos de alcance internacional han demostrado que la misión del corresponsal de guerra incorpora, como noticia, el papel de las organizaciones humanitarias, el cumplimiento de los derechos humanos, las consecuencias y repercusiones sobre la población civil, el estado de los prisioneros, las reacciones de la opinión pública internacional y de los gobiernos
Sin embargo, la objetividad al reportar un conflicto se edifica cada vez más apegada a los intereses y objetivos de las partes parapetadas en bandos opuestos. En tal sentido, vale señalar que la velocidad con que suceden las acciones militares y el papel de las nuevas tecnologías en su difusión, dejan brechas intencionadas para la desinformación. Como regla, en la construcción del mensaje se apela más a los resortes emotivos que a la formación de un pensamiento crítico sobre el acontecer bélico.
Otra arista de la cobertura se identifica en la responsabilidad que adquiere el reportero a la hora de caracterizar el contexto socio-político de la zona beligerante, como punto de partida para que los públicos comprendan el desarrollo del conflicto. De ese modo, Ricardo Luis señala que, quien reporta un acontecimiento de armas, tiene la obligación profesional de examinarlo en todas sus partes y componentes: “Uno de cardinal importancia es trasladarse a los escenarios de combate y constatar por sí mismo el drama. La narrativa bélica sienta sus bases en la vivencia, de no ser así, la información que se trasmite al público resulta incompleta”.
Itinerario bélico del periodismo cubano
Cuba posee, como parte de las luchas históricas por la definitiva independencia y soberanía, y en apoyo a otros pueblos del mundo, una larga tradición en el ejercicio de este tipo de periodismo. De tal manera, se puede mencionar la Guerra de Independencia del colonialismo español (1868-1898), la Civil Española (1936-1939), por la Liberación Nacional (1953-1959), Playa Girón (1961) y la Crisis de Octubre (1962).
En cuanto a misiones internacionalistas, ha prestado ayuda a naciones en conflicto que lo han solicitado: Argelia, Vietnam, Siria, Angola, Etiopía, Congo, Nicaragua, entre otros.
La actividad de las corresponsalías se ha realizado, por lo general, en función de los medios nacionales en la Mayor de las Antillas, así como de aquellos dedicados a informar a las tropas cubanas en los diferentes escenarios de combate: el periódico Verde Olivo en Misión Internacionalista, en Angola; Radio Tatek, como emisora internacionalista en Etiopía; o la Fílmica de las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
De acuerdo con el Club de Corresponsales de Guerra de la Unión de Periodistas de Cuba (UPEC), la isla cuenta con 198 profesionales —periodistas, fotógrafos, camarógrafos y cineastas— que han participado en ese tipo de cobertura.
Yendo a los orígenes, con el surgimiento del periódico El Cubano Libre —17 de octubre de 1868—, a una semana del inicio de la Guerra de los Diez Años y, con ella, de la lucha por la liberación del yugo español, surgió la figura del corresponsal de guerra en Cuba..
Por demás, otro de los ejemplos más brillantes de este tipo de corresponsalía en la nación caribeña fue el propio periódico Patria, fundado en 1892 por José Martí desde Nueva York, Estados Unidos.
Asimismo, cuando se habla de corresponsales de guerra cubanos en la historia resulta ineludible mencionar a Pablo de la Torriente Brau. Apenas comenzó la Guerra Civil Española, en 1936, y estando en Nueva York, sintió que su deber como periodista y amante de la libertad y las causas justas era estar en aquella contienda del otro lado del Atlántico.
Me voy a España —dijo—- a ser arrastrado por el gran río de la revolución. A ver un pueblo en lucha. A conocer héroes. A oír el trueno del cañón y sentir el viento de la metralla. A contemplar incendios y fusilamientos. A estar junto al gran remolino silencioso de la muerte.
Otro corresponsal que dormía poco y escribía tras la culminación de los combates, fue Ernesto Guevara. Le dio tanta importancia al periódico para la guerra de liberación nacional en Cuba, que en 1957 retomó la tradición y el nombre del Cubano Libre. En las diferentes ediciones se leían artículos sobre las acciones del Ejército Rebelde en su lucha contra la tiranía de Fulgencio Batista.
El Che, desde la Sierra Maestra, en el oriente del país, no solo contaba los combates desde su condición de militar, sino que lo hacía con una observación exhaustiva de los sucesos, tras cada batalla en la que participaba. A decir del periodista y profesor Hugo Rius, Ernesto Guevara “prefiere contar los hechos con toda su crudeza, ya sean las luces de los graduales logros guerrilleros, como las sombras de los ataques enemigos, los mártires caídos, las deserciones y la traición”.
Dejar la huella
Sobre las misiones militares internacionalistas cubanas, se han publicado libros y realizado audiovisuales cuya cifra, en conjunto, ronda el centenar.
Entre los textos que han visto la luz aparecen Prepárense a vivir, de Roger Ricardo Luis; Cuito Cuanavale, viaje al centro de los héroes, de César Gómez Chacón; En mi memoria Angola, de Ramón Manuel García Hernández; Tigres de Cangamba, de Rafael Ángel Ramos Fajardo; En el sur de Angola, de Rubén Jiménez Gómez; Misión peligrosa, de Jorge Luis Bernal; Radio Tatek: emisora internacionalista, de Rafael Ramírez Fernández; El hombre por dentro, de José Antonio Fulgueiras; Angola: Saeta del Norte, de Jorge Raúl Fernández Marrero y José Antonio Gárciga Blanco; Crónicas de la Guerra, de Marta Rojas; Heroínas de Angola, de Limbania Jiménez Rodríguez, entre otros.
Igualmente, se han realizado diversos documentales: Hanoi, martes 13, de Santiago Álvarez; España en el corazón, Corresponsales de guerra, Líbano, la guerra interminable, Marcas bajo la piel y Operación Carlota, de Belkis Vega Belmonte; Gracias por el miedo, de Rigoberto Senarega; Regimiento internacionalista, de Miguel Ángel Oro; La lucha continúa, de Jorge Fuentes; Victoria en Ogaden, de Romano Splinter; Etiopía, diario de una victoria, de Miguel Fleitas y Roberto Velázquez.
Vale destacar que el tema de la corresponsalía de guerra, despierta el interés investigativo de los estudiantes de la carrera de Periodismo. Ellos, a partir de la modalidad de las tesis para la producción, logran sistematizar la realización de productos comunicativos de excelencia que tributan a la conformación de la memoria histórica de la épica periodística en los frentes de batalla.
Uno de esos trabajos es el libro La guerra no espera. Entrevistas a corresponsales de guerra cubanos en ocho zonas en conflicto bélico durante el período comprendido entre 1961 y 2011, de Andy Lázaro Jorge Blanco, también coautor de este trabajo.
Ética y profesionalidad
La corresponsalía de guerra en su devenir, sigue el curso dialéctico de los conflictos que le dan origen a esta labor periodística; es decir, las coberturas están marcadas por el uso intensivo de las tecnologías de punta, la irrupción de escenarios no convencionales, el uso de nuevos y más mortíferos armamentos, y todo concebido y coordinado por un pensamiento bélico cada vez más letal.
Pudiera decirse que la imagen icónica del periodista reportando desde una trinchera con el casco en la cabeza y el chaleco que proclama en su espalda “¡PRENSA NO DISPARE!, tantas veces vista en noticieros, fotos, videos y películas, parece ir quedando en la memoria afectiva.
En nuestros días, la guerra y su correspondiente cobertura se ejecuta también desde los salones de las cancillerías y despachos presidenciales; de los lujosos hoteles, sedes habituales de las conferencias de prensa; de las habitaciones refrigeradas de los centros de cómputos donde se elabora, vertiginosamente, la big data; de los bunkers de los puestos de mando; de las redacciones de los medios… De todos esos sitios suelen disparase las balas de la (des)información.
Hoy la corresponsalía de guerra asume una nueva dimensión profesional y humana que exige de quienes reportan este tipo de hechos, ante todo, de un elevado sentido ético, digamos, a prueba de balas. A esto se suma una preparación multidisciplinar, cada vez más abarcadora, que permita disponer de los recursos informativos más actuales y contribuir a formar una visión crítica desde una perspectiva holística a la opinión pública.
Lo antes expuesto tiene su asidero en la concepción de la guerra mediática contemporánea donde a los medios de comunicación no se les conciben solo como apoyo propagandístico, sino también un factor estratégico en el pensamiento político-militar para el desarrollo de las acciones combativas. No por gusto se afirma que quien gana la batalla de las mentes, gana la batalla de las armas.
Foto de portada: El libro en producción La guerra no espera, del periodista Andy Jorge Blanco, integra entrevistas a corresponsales de guerra cubanos en ocho zonas en conflicto bélico durante el período comprendido entre 1961 y 2011.