“Perdía, una a cero, el equipo de Los Tigres, cuando llegó la Conga de Punta Alegre a las gradas y sus trompetas levantaron en alto a La Virgen de la macarena. El comentarista deportivo, percatándose de ello, dijo por el audio: “Acaba de entrar a Guantánamo la mitad del estadio de Ciego de Ávila”, y cuando arrancaron a desbaratarse, con desparpajo, el bombo, las tumbadoras y sartenes, Fiss metió un jonrón que igualó el juego.”
Eso no lo cuento yo, que burro soy al béisbol. Me lo contó Fernando Rey, el artífice de la popular agrupación acompañante de cuanto juego de pelota hay, animadora por excelencia de unos Tigres que quizá sean los más desafinados del mundo, pero vuelven a dar la pelea, esta vez frente a Los Vegueros de Pinar del Río, por el triunfo reiterado.
“Cuando se está perdiendo el juego es cuando las trompetas tienen que sacar chispas al aire y los cueros reventarse, porque somos un poco el alma de las ansias del pueblo queriendo que nuestro equipo gane”, me comenta su director y artífice, un hombre que tiene el alma curtida por el mar y por el entusiasmo de estar siempre “enredado” en cuanta iniciativa exista en su pueblito de pescadores.
La conga, es solo el iceberg de un fenómeno más profundo; la pasión por el deporte nacional, la cual dio vida a una peña que cumple este año su aniversario 30 de creada para animar las sofocantes y aburridas tardes puntalegrenses, donde conviven, en igualdad de condiciones y de amores, la blancura del yeso y de la sal. La esquina caliente del parque revienta allí no solo enconadas controversias verbales, sino, además, la buena música que cultivan los aficionados al arte.
Parranderos de Punta Alegre, como verdaderamente se le llama a la agrupación, está integrada, en su mayoría, por jóvenes que todavía pueblan esa alejada geografía, aunque ya no haya central azucarero, la pesca esté huyuya y las entrañas de la tierra no sean muy pródigas en dar sus blancos polvos para la supervivencia, porque, definitivamente, aman la tradición de unas fiestas que este año mal festejaron su aniversario 102 de fundadas.
Confieso que sería yo más feliz, y hasta sería más auténtico, si las trompetas, en lugar de un castizo pasodoble español, propio de las faenas taurinas de la madre patria, rajaran el aire con “…Y si vas al Cobre quiero que me traigas una Virgencita de la Caridad…”. Así “Cachita” le metería un jonronazo a su contraria Macarena, es por ello que le pregunto a Fernando el origen de esa pieza traída al aire conguero y rebelde de nuestros tambores africanos.
Y si vas al Cobre: Canción de la trova tradicional, de la autoría de Rafael Cueto, del trío Los Matamoros, que, aunque se le conoce por ese nombre, el verdadero es Veneración y es un son dedicado a la Virgen de la Caridad, la Patrona de Cuba:
“Eran tiempos en que, como parte de las parrandas, traía yo a Punta Alegre a la orquesta Yambú, de Morón, a tocar. Pero había un salinero rabioso, querido y conocido como Nene Muñoz, quien siempre me robaba el grupo para su esquina cuando éramos nosotros, los yeseros, quienes lo habíamos pagado. Hasta un día en que le reclamé y me contestó:
‘Te los dejo tranquilos si me tocan La Macarena’. Los músicos, ni por asomo se la sabían. Muma la parrandera mayor, como le llamaban a mi madre, y yo se la tarareamos y, al vuelo, la cogieron. De esa forma el pasodoble pasó a formar parte de la música que identifica nuestra fiesta más grande y, después, del béisbol.”
Le pregunto, entonces, qué sucede cuando “la cosa se pone dura” para el equipo de Ciego.
“Es cuando más hay que tocar para levantarle el espíritu a mi gente. Que ellos sientan en lo más profundo que la conga es el alma de ese público que quiere que Los Tigres ganen…”
—Sí pero a veces ni La Macarena calma las ofensas que los aficionados le gritan a sus peloteros cuando están perdiendo o hacen una mala jugada.
—También somos una especie de resguardo del equipo. Si se forma cualquier problema cesamos de tocar y nos unimos a los compañeros de protección del estadio. Si llueve somos los primeros en tiramos al campo para ayudar a secar el terreno, porque lo nuestro es que el espectáculo se dé, y se dé con calidad.
Rey fue en sus tiempos, según me confiesa, un futbolista de alto rendimiento. Incluso, afirma que es él, y no otro, quien bautizó al equipo avileño con el sobrenombre de Los Tiburones de La Trocha.
Se muere de la risa al recordar cierta ocasión en que llevaron su música a la Sala Techada para aupar a Los Búfalos del tabloncillo avileño, pero ni la santísima Macarena logró calmar la crítica de la comentarista Julita Osendi. Dice Fernando que cuando recibieron la orden de arrancar con el toque, dada la acústica del lugar, aquello fue el acabose; “¡hasta el árbitro se perdió porque no se podía escuchar ni siquiera el silbato!”
—Es decir, ustedes son Los Tigres de las gradas que sostienen a la virgen de los peloteros nuestros.
—No te quepa duda. Somos la otra parte del equipo, la que impulsa esas carreras ocultas que no se ven porque se anotan en otro marcador más profundo.
Si tocamos fuerte cuando el marcaje está arriba, tenemos que reventar los tambores si se está perdiendo; de pura rabia, pero también de puro amor por el deporte que es nuestra vida. ¡Una vez más apostamos a Los Tigres! ¡Ellos afilan sus garras, nosotros templamos los tambores!… ¡Ya olemos, otra vez, a victoria!”
(Por José Aurelio Paz / Periódico de Invasor)