Corría el año de 1931 y el doctor Santiago Claret acababa de fundar su periódico Información. Por esos días, un golpe militar protagonizado por el comandante Sánchez Cerro derrocaba en Perú al presidente Leguía, lo que provocó el exilio de muchos de sus seguidores, entre ellos el doctor Carlos Enrique Paz Soldán, eminente pediatra y profesor de la Universidad de San Marcos, de Lima.
Pronto se supo que el ilustre profesor vendría a La Habana, y Claret designó a un redactor para que lo entrevistara tan pronto pusiera un pie en tierra. Se hicieron las averiguaciones pertinentes, confirmó la casa consignataria el día y la hora de la llegada del personaje y el entrevistador, puntual, lo esperó en el muelle. Pasaron las horas, el barco no llegaba y el periodista volvió a la redacción. Ya allí, el reportero destacado en el puerto informó por teléfono que la nave, procedente de la localidad panameña de Colón, no arribaría antes de las cinco de la tarde. Como a esa hora Información debía estar en la calle, Claret dijo al frustrado entrevistador.
—Usted conoce al doctor Paz Soldán, sabe cómo piensa y conoce las razones de su viaje precipitado. Entonces escriba una o dos cuartillas y ponga en boca suya lo que estime pertinente.
Esa tarde, a las cinco, Información publicó la entrevista apócrifa, y esa misma tarde se supo que el distinguido pediatra había sido invitado a ofrecer conferencias en Panamá y demoraría unos quince días en llegar a La Habana.
Cuando al fin arribó a nuestra capital, el mismo periodista lo entrevistó para el Diario de la Marina. Y, ¡asombro! la entrevista verdadera no difería en gran cosa de la entrevista supuesta.
Imprescindible con hache
Juan Emilio Friguls, el destacado periodista de Radio Reloj, recordaba una errata aparecida en el Diario de la Marina Se hablaba allí, en una nota, de la purísima virgen y escribieron purísima con “t”.
El narrador Alejo Carpentier refería otra que es un primor. Apareció en la página que para el Diario de la Marina escribía Enrique Fontanills, el cronista social que cobraba a precio de oro aquel rotundo “asistiré” con que calzaba el anuncio que hacía de cada fiesta, boda o bautizo de la alta sociedad habanera.
Ocurrió que en una ocasión Fontanills reseñó un acto social y en el lenguaje propio de los cronistas que atendían ese medio dijo que la bella y elegante anfitriona, esposa del muy ilustre y querido hombre de negocios don Fulano de Tal, nuestro amigo, prodigó su celo entre los invitados… y escribieron celo con “u”.
Recuerdo esta de Nicolás Guillén. Allá por los años 60 del siglo pasado, el poeta tenía una columna fija en el periódico Hoy que aparecía bajo el título de “Crónicas dominicales” y que también se llamó, por etapas, “Motivos” u “Ocios dominicales”.
Pues bien. Nicolás, como todo cronista a plazo fijo, a veces echaba mano a la copiosa correspondencia que recibía y llenaba su página dándole respuesta.
Un día, después de contestarle a alguien, le dijo más o menos así —tenga en cuenta el lector que pasaron ya cincuenta años y escribo de memoria:
¡Ah! Cuide un poco más su ortografía. Fábula se escribe con “b”, exaltar con “x”, dígito con “g”, digresión no lleva “s” intermedia. Añadía el poeta: No tome a mal este consejo. Es como si le dijera que ya va siendo hora de que visite al peluquero o le recomendara el cambio de la loción para después de afeitarse.
Míreme a mí —remataba el autor de El son entero—, que con tantos años en el oficio, sigo recurriendo al diccionario ante la más mínima duda, reviso mis artículos casi hasta la exasperación antes de llevarlos al periódico, y ya allí vuelvo a revisarlos todavía con el plomo caliente del linotipo. Eso para mi es una práctica imprescindible.
Y nada. Le colaron imprescindible con “h”.
La línea de Claret
El 2 de junio de 1944 el caricaturista Juan David aguardaba en la redacción de Información el “OK” para su dibujo humorístico del día cuando lo llamaron con urgencia de la dirección del diario. Su director Santiago Claret estaba hecho un furia. Agitó el cartón ante el rostro del desconcertado dibujante y preguntó a gritos que significaba aquello.
—Pues, doctor, es la caricatura política del día -dijo David con aplomo.
—¡Hombre! Eso ya lo sé. Lo que usted parece desconocer es que ayer el doctor Ramón Grau San Martin obtuvo una aplastante victoria electoral que lo convierte en el próximo presidente de la Republica,
Respondió el dibujante que, por supuesto, lo sabía, y Claret, que parecía haberse calmado, volvió a perder la compostura.
—Entonces, ¿por qué lo satiriza?
David dijo que durante toda la campaña electoral, Información había ensalzado a Saladrigas, candidato del gobierno, y denostado a Grau, el candidato oposicionista y que, por tanto, su dibujo estaba dentro de la línea editorial del periódico.
Ripostó Santiago Claret:
—Mire, David, Información tiene una línea, una sola línea, y es un línea gubernamental… Información no tiene la culpa de que cambien los gobiernos.