Aunque esta afirmación es motivo de controversias científicas, la cultura es un fenómeno eminentemente humano. Para algunos etólogos o estudiosos de la conducta animal, también estos últimos tienen cultura. De acuerdo con el Doctor en Ciencias Biológicas Vicente Berovides Álvarez, eminente investigador cubano, dicha manifestación en los no humanos se llama protocultura.
“Cultura implica aprender y trasmitir por aprendizaje o lenguaje a la próxima generación. O sea, no está en los genes, está en la trasmisión oral, en la imitación, etc. La cultura en su término completo, implica una elaboración compleja en la mente y un lenguaje articulado. En el cerebro humano, la cultura se elabora de forma lógica, racional, y está mediada por un lenguaje especializado.
“Los animales tienen trasmisión cultural, pero no trascienden ese límite. Por eso yo prefiero decir que tienen protocultura, y cuando hablo de cultura solo me refiero a los humanos”.
Berovides Álvarez, añade que la cultura tiene tres facetas fundamentales: “lo que se piensa, que son las normas; las conductas que obligan esas normas (como andar vestidos), y los artefactos.
“Esta es una revelación de cómo ha evolucionado la mente y la cultura, en el sentido de organización social y tecnología. Nada de eso en forma tan compleja está presente en los animales, solo en los humanos. Es a dicha simbiosis lo que vamos a llamarle cultura”.
El Dr. Berovides —conocido en los medios por su protagonismo en la socialización del conocimiento científico— explica que existe una conjunción entre el genoma (conjunto de genes que tiene una especie) y la cultura.
“La cultura evoluciona, de eso no hay dudas, y los genomas también. Para los sociólogos, que ignoran los conocimientos sobre evolución humana, los cambios sociales son puramente sociales.
“Otros científicos, entre los que me cuento, dicen que la cultura influye al genoma de la misma forma que el genoma influye a la cultura. Una tercera escuela, la más extremista, defiende que genoma y cultura interactúan, pero que el genoma es determinante en la influencia de la cultura”.
Esta teoría —añade Berovides— respaldada por los sociobiologos no ha podido ser demostrada, a pesar de los numerosos experimentos que se han realizado. “Hay culturas guerreras y hay culturas pacíficas ¿Cómo lo explican? Dicen que, en última instancia, esas normas culturales están dictadas por los genes.
“La teoría de la coevolución dice que no, que tanto la norma cultural como el genoma se han influido mutuamente y a veces resulta que la cultura ha sido más fuerte que el genoma, lo cual los sociólogos no aceptan. Lo cierto es que genoma y cultura humana han evolucionado”.
El Profesor Berovides insiste en la importancia de que psicólogos, médicos y sexólogos estén claros de que esta interacción todavía existe. “Un desconocedor de dicha verdad no puede explicarse porqué dentro de la tradición cultural cubana existe el rechazo a casarse con personas de origen africano. La primera razón está en la norma cultural de la Colonia, época en la que casarse con un blanco implicaba mejora de estatus social. Sin embargo, pocos se dan cuenta de que tal retrocruce cambió todo el genoma cubano”.
Comenta el científico que, aunque nuestro genoma tenga muchos genes de africanos, también tiene de europeos, los cuales muchas veces no se expresan porque los genes de morfología no tienen que ver con otros de resistencia a las enfermedades o de inteligencia, por ejemplo.
“Puedes tener genes de la morfología africana con otros genes aportados por retrocruces ancestrales. Esta es una consecuencia genética de una norma cultural”.
Hay otros casos, señala, como los de la endogamia en los hebreos, los hindúes o los chinos, que al final traen homocigosis al emparentarse individuos emparentados, o por lo menos con genes semejantes. Pero, si un chino, alega, se casa con una cubana sale un genotipo heterocigoto. Y este último es más resistente a las enfermedades, a los factores climáticos y se vincula a una mayor habilidad para el crecimiento.
“Ahora, lo que se ve y se siente es la norma cultural; los genes no se ven”, afirma el Doctor Berovides.
En este sentido, dice que el caso mejor estudiado para ilustrar dicha aseveración es el de los pueblos que consumen leche y los que no consumen leche. “Hay un proceso fisiológico natural mediante el cual una vez que dejamos de tomar leche se pierde la enzima que degrada el azúcar de esta, o sea la lactosa, porque ya no hace falta”.
De esa manera, explica, los pueblos que tomaban leche tenían una mutación que permitía la persistencia de la enzima lactasa; aunque había variación, porque los adultos que no tenían este gen y tomaban leche morían por diarreas. Los que sí lo tenían, tomaban leche, sobrevivían y tenían descendientes y empezaron a propagar este gen.
El Profesor Berovides agrega cómo investigaciones actuales en los pueblos tomadores de leche indican que el gen de la persistencia de la lactasa tiene una frecuencia de un 80 ó 90 por ciento; mientras, en los que nunca han consumido leche la frecuencia de ese gen es del uno o del dos por ciento. “No les hace falta, la selección natural no ha operado allí y el gen normal se mantiene por mutación.
“Este es un ejemplo clásico de cómo una norma cultural, en este caso alimentaria, ha producido un cambio en un simple gen. Pero siempre hay una variación y el gen de la tolerancia a la lactosa puede mutar de nuevo al original, mecanismo que explica la intolerancia a la leche en algunos individuos”. (Publicado en Cuba en Resumen).