Seis años de intenso trabajo transcurrieron antes de que el Complejo Escultórico Comandante Ernesto Che Guevara pudiera concluirse, y casi 33 han pasado desde su inauguración el 28 de diciembre de 1988. Hace 18 años, falleció José Delarra, quien forjó cada palmo de ese sitio, y no solo las esculturas, como a veces suele decirse. Porque en la narrativa del lugar, cada espacio y cada forma, cada planta y cada luz, abraza el pensamiento del protagonista, su conducta y su vida.
Soy un hombre —decía Delarra— que ha vivido en la época del Che. “Respiré el mismo aire que él respiró: el del triunfo de la Revolución y el de las ideas revolucionarias».
“Por esa razón, he realizado todas esas esculturas y monumentos sin pretender recibir estímulos económicos a cambio, en consecuencia con los principios del Che, porque su espíritu e ideas de internacionalismo y desprendimiento me llenaron”.
El escultor, que solo vivió hasta los 65 años de edad, también solía definirse como un hombre del pueblo con la capacidad de hacer obras plásticas históricas y revolucionarias.
“Todas ellas, en Cuba o en otros países, fueron construidas mediante el trabajo voluntario de amplias masas del pueblo: en Holguín, en Bayamo, en Villa Clara, en México. Y, en determinado momento uno desaparece como creador, porque llegábamos a serlo todos, aunque siempre hay una dirección, una guía, una persona. Ese también es un reflejo del espíritu del Che”.
Un relieve en barro, donde igualmente aparecía Camilo, fue la primera imagen del Guerrillero que modelaron las manos de Delarra, en los días en que se conoció de su asesinato.
“Después, hice una serie de 15 o 20 pequeñas esculturas que se reprodujeron en cerámica. Entre 1970 y 1971 elaboré decenas de imágenes diferentes del Che, posteriormente multiplicadas en ese mismo material. También, se reprodujeron en bronce para entregar a cada diputado en 1976, durante la sesión inaugural del parlamento cubano”.
En la primera Plaza construida después de la Revolución, ubicada en la ciudad de Holguín (1979), también de la autoría de José Delarra, aparece el Che de cuerpo entero, al lado de Fidel, de Camilo y de Martí, en medio del panorama de la historia de Cuba que expone este relieve. Asimismo, en el monumento de la Plaza de Bayamo, obra del escultor, está presente la figura del héroe.
En 1980, un bajo relieve del Che ascendió al cosmos como parte de los objetos que el cosmonauta cubano Arnaldo Tamayo llevó a su viaje interestelar. Las imagen del Comandante guerrillero igualmente está presente en la geografía africana, en Luanda, en un monumento dedicado por el escultor a la hermandad cubano-angolana.
Numerosas son las imágenes del Che que modeló Delarra, aun cuando no sea incluida en esa relación su obra cumbre: el Complejo Monumentario dedicado al Héroe en Santa Clara (solo en el área de la Plaza abarca 17 556 metros cuadrados) que es, a la vez, punto de partida de otros 15 dedicados al incansable luchador en esa provincia y que en su totalidad están emplazados en diferentes puntos del entorno de unos 100 kilómetros de extensión.
Se trata de esculturas ubicadas en poblados y objetivos militares vencidos por el Ejército Rebelde en 1958, ellos son: Güinía de Miranda, Manicaragua, Zulueta, Baéz, Placetas, Caibarién, Remedios y Santo Domingo. Y en la propia ciudad: los monumentos al Vaquerito y al tren blindado, así como en la Loma del Capiro, la Comandancia y el Cuartel 31.
Es quizás —dijo Delarra— el complejo monumentario más grande que exista dedicado a un hecho histórico y a un personaje. “Fue un honor muy grande y una oportunidad excepcional”, subrayó.
No esculpí simplemente al Che de la batalla de Santa Clara —precisó muchas veces—, aunque tiene el brazo izquierdo enyesado, como en aquellos días. “La figura está orientada hacia el suroeste, como si viniera del oriente de Cuba y torciera hacia la izquierda en busca de su destino”.
Sobre la escultura de bronce del Guerrillero, un momento de gran simbolismo fue su izamiento y colocación en el pedestal. Al respecto, Delarra, que la esperó del brazo de una grúa en el escaso espacio de la superficie de apoyo, contó:
“Iba a levantarse una escultura de 20 toneladas a 30 metros de altura y su base tenía que quedar ajustada por 12 pernos (con una tolerancia de un milímetro) sin forzar ni estropear nada. En la medida en que la figura se iba elevando, miles de personas se acercaron al lugar, como si hubiesen sido convocadas”.
Seis años de duro bregar, no pueden resumirse en pocas páginas. Tampoco es preciso cuando el propósito no es elaborar un documento histórico sino llamar la atención acerca de algunos hechos que vale la pena recordar.
Porque el Che estuvo en Delarra hasta los últimos días de su vida. Tras su fallecimiento, fue inaugurada su última obra dedicada al héroe, que había concluida, pero sin emplazar. La escultura se encuentra en la localidad de Gavilanes, región montañosa del Escambray espirituano, adonde arribaron el guerrillero y su columna invasora en octubre de 1958. Representa al ave del mismo nombre, alzando el vuelo y en su centro está calada la silueta del Che.
Durante 35 años de su existencia José Delarra modeló sistemáticamente la imagen del guerrillero, por su extraordinaria habilidad y talento como artista de la plástica, pero también sustentado en un serio y constante trabajo de investigación histórica.
No fue entonces obra del azar que el escultor recibiera el encargo de erigir el universalmente conocido Complejo Escultórico, que casi diez años después de su inauguración también se convirtió en abrigo de los restos del Che y sus compañeros, aunque en la mayoría de los reportes mediáticos suela omitirse el “detalle” de la autoría o enfocarla solamente a la figura del héroe y a los relieves que le acompañan. (Fotos: archivo del escultor. Tomado de Cuba en Resumen).