La situación política en Cuba obligó a Guillén al exilio en 1953. A Buenos Aires llegó, procedente de París, el 28 de julio de 1958. Allí lo sorprendió el triunfo de la Revolución, y se enteró de esta manera: Me despertó una llamada telefónica del escritor guatemalteco Miguel Ángel Asturias, quien me dijo: “Desde hoy no puedes seguir llamándote Nicolás Guillén Batista, sino Nicolás Guillén Castro”.
Narra Guillén que una mañana de los primeros días de enero de 1959, todavía en Argentina, lo llamó por teléfono Leonidas Barletta, director del semanario Propósitos, y le dijo que esa tarde cerraban el número de turno un poquito después de las seis, y que si era posible le entregara una crónica o un poema en homenaje al Che Guevara, que tenía tanto prestigio en Cuba. Luego le preguntó: — ¿Qué te parece un artículo o un soneto?, y le advirtió que tenía que entregarlo apenas después del mediodía.
El poeta recuerda su reacción: Yo pegué un salto, excusándome en ambos casos por falta de tiempo. Un soneto no se hace así como así; tal vez la crónica… En eso quedamos, y cuando colgué… me puse a escribir un soneto. Llamé a Barletta casi a la hora del cierre, y le entregué los versos.
Es el primero de sus cuatro poemas dedicados al Che. De la existencia de este soneto me enteré por el propio Nicolás Guillén, la única vez que hablé con él. Fue en algún momento de 1970, porque yo tenía 18 años y me estrenaba como redactor de mesa en JR. De pronto se supo de un acto relevante de recordación al Che y no había ningún reportero disponible.
Algunos hablaron y Guillén recitó. Pese a mi inexperiencia quise darle algún viso de exclusividad a mi nota y al concluir el acto lo abordé. Me trató con amabilidad, diría que con cariño, y me habló del soneto, que aparece a continuación:
Che Guevara
Como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera,
como si el Plata vegetal viniera
con el Cauto a juntar agua y ternura,
así Guevara, el gaucho de voz dura
brindó a Fidel su sangre guerrillera,
y su ancha mano fue más compañera
cuando fue nuestra noche más oscura.
Huyó la muerte de su sombra imputa,
del puñal, del veneno, de la fiera,
sólo el recuerdo bárbaro perdura.
Hecha de dos un alma brilla entera,
como si San Martín la mano pura
a Martí familiar tendido hubiera.
Cuenta Guillén en Páginas Vueltas, sus memorias aparecidas en 1982, que al día siguiente el propio Barletta lo llamó de nuevo, feliz como un niño, y le dijo que la agencia norteamericana Associated Press (AP) había dado una importancia política grande al poema, distribuyéndolo por cable desde Buenos Aires hasta México, es decir, en toda la red noticiosa de esa agencia en América Latina.
En los últimos días de su estancia en Argentina visitó la casa de los familiares de Ernesto Guevara de la Serna. Regresó a La Habana el 23 de enero de 1959 y escribió que: Un mediodía, al llegar a mi casa, encontré recado de Núñez Jiménez –siempre capitán- en el cual me comunicaba que el Che Guevara quería hablar conmigo. Hubo una serie de desencuentros, pero, al fin, nos vimos en un café que estaba al costado del Palacio Presidencial.
Guevara tomó la palabra y me dijo que él quería hablar conmigo para dos cosas: una, comunicarme que Fidel pensaba y él estaba de acuerdo, en ver el modo de poner en pie alguna organización cultural que sirviera los intereses de la Revolución; y la otra, que él, es decir, el Che, había pensado en mí para ofrecer un recital de mis poemas en La Cabaña. Yo acepté, por supuesto, y el acto se dio presidido por el Che, quien lo abrió con palabras muy generosas acerca de mi poesía. Por cierto, que unos días antes del recital, este fue anunciado en unas hojitas sueltas cuyo título ambiguo no carecía de humor: “Guillén en La Cabaña”.
En el transcurso de aquellos primeros días habaneros, me fue dada la ocasión de ver varias veces al Che, y hablar con él: pero siempre de prisa; siempre en la tribuna, siempre en alguna asamblea. Una vez, sin embargo, estuve en su despacho oficial para algo relacionado con la publicación de su libro Pasajes de la guerra revolucionaria.
El Che me recibió en seguida. Por aquellos días yo trabajaba en el diario Hoy, y ello me dio pie para manifestarme con una breve crónica contra el ajedrez y en defensa del dominó, pues de esos dos juegos se trataba. Mi artículo tuvo suerte, sobre todo entre la gente de más de 40 años.
El Comandante Ernesto Guevara era un gran amante del ajedrez y se sintió ofendido con aquella crónica en la que de forma irónica Nicolás señalaba la repentina victoria del alfil sobre el blanco uno. Por eso en la despedida de ese encuentro le obsequió un ajedrez de bolsillo y precedida de una palabrota de soldado le dijo: —A ver si aprendes.
Yo era un niño, deslumbrado por la revolución, por Fidel, el Che, re uerdo haber oido entonces el poema, estamos en deuda con el Che, Guillen y con Merti, sus poemas y sus raigambres culturales deben ser publcadas sin costo, y recitsdas, junto a sus histrias, las redes deben ser inundadas, con sus vidas
Así debería ser, convertir no solo su foto de Korda que ya es icónica, las poesías en su honor y su pensamiento deben ser promovidos.
Bravo