“Yo soy un hombre de la calle, yo me relaciono mucho aquí en el barrio, un barrio un poco productivo en cosas humorísticas. Alguien se me acerca, me dice cosas, a veces me dan frases, así es como yo me nutro de todo lo que acontece a mi alrededor. Yo trato de estar actualizado. Una vez alguien dijo que los Van Van eran los cronistas musicales de la sociedad cubana, y yo dije, está bien, yo estoy de acuerdo, pero Alegrías también lo es. Usted agarra un capítulo y lo lee y sabe más o menos que estaba pasando en Cuba en ese momento”.
Así expresó en una ocasión el reconocido maestro de la radio cubana, Alberto Luberta Noy (Marianao, 27 de septiembre de 1931-23 de enero de 2017), Premio Nacional de Radio y Premio Nacional de Humorismo por la obra de toda la vida, quien este 27 de septiembre hubiese cumplido 90 años de edad.
Miembro del Consejo Nacional de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana; además de dirigente sindical y partidista en el Instituto Cubano de Radio y Televisión (Icrt) y fundador de los Comités de Defensa de la Revolución, la partida de este gran creador dejó un inmenso vacío en la radiodifusión nacional.
Jurado en diferentes concursos organizados por organismos y organizaciones cubanas, como el Caracol, de la Uneac, y de los festivales nacionales de la Radio desde 1994, Luberta está considerado como una de las figuras más sobresalientes en la historia de la radio y el humorismo nacionales. Su mayor legado a la espiritualidad de los cubanos fue su popularísimo programa satírico-musical Alegrías de Sobremesa, de Radio Progreso, el cual escribió por más de 52 años, haciendo reír, disfrutar y meditar a millones de insulares a través del éter.
Su vida se caracterizó por su total entrega y amor al universo radiofónico; incondicionalmente comprometido con Cuba y la Revolución desde que muy joven ingresó en el Movimiento 26 de Julio en la clandestinidad, debido a la cual tuvo que exiliarse en Venezuela. Su labor en la radio comenzó a partir del año 1947 como copista de libretos y posteriormente como adaptador de programas en la televisión; en tanto igualmente dejó su impronta como novelista y otros géneros concebidos para la pequeña pantalla, de corte dramático y sarcástico, respectivamente; amén de su creación para las tablas, entre las que se recuerda su memorable revista musical La Rampa, estrenada en el capitalino Teatro Martí.
Su historia de hombre noble y apasionado, afable y cariñoso, tanto con su familia como con cuantos se relacionaban con él en su medio laboral y en los barrios de Marianao, donde nació en Pogolotti, y falleció en el de Santa Felicia, bien puede ser objeto de muchas cuartillas que pudieran conformar un libro sobre su vida y obra.
En algunos escritos erróneamente se afirma que Alegrías de sobremesa, su mayor y más trascendente creación, fue producto de una idea de Luberta, cuando lo cierto es que este espacio ya se encontraba en el aire desde el año 1963 bajo la dirección de Antonio (Ñico) Hernández y por este habían pasado varios guionistas que no lograron satisfacer el objetivo esencial del proyecto: hacer reír, en tanto reflexionar a la familia cubana, sobre asuntos inherentes a su propia existencia e idiosincrasia.
Luberta se incorporó al célebre programa el 15 de abril de 1965 y bajo su ideario dramático-humorístico se transmitió durante 52 años por la emisora Radio Progreso, de lunes a domingo, en dos emisiones diarias, al punto de competir con las programaciones de la televisión y derivar en todo un esperado y alborozado suceso para la familia cubana en los momentos de reunión para el almuerzo y la comida.
El propio artífice contaba que por esa época se encontraba escribiendo el sketch para Tota y Pepe, incorporado al libreto de Fiesta a las nueve, de la CMQ, para la que también entregaba otras similares ideas. Recordaba, además, que en los primeros días del mes de marzo del año 1965 se encontró con Ñico en la calle 23, muy cerca del Icrt, en momentos en que transitaba hacia Progreso. El primero le expresó su preocupación con respecto a los fallidos argumentos dramático-humorísticos de Alegría de sobremesas, de muy poca calidad, y que necesitaba de un profesional, con la probada experiencia que él había demostrado, que asumiera esta labor.
Luberta aceptó la propuesta, pero antes impuso la condición de que el programa cambiara su estructura, además de que su participación no fuera puntual, sino que quedara como escritor fijo. Y fue así como el 15 de abril de 1965 realmente nace Alegrías de sobremesa, con un nuevo y atrayente diseño que desde su primera incursión en el éter ganó la simpatía de los radioescuchas en todo el archipiélago nacional.
Con extremada agilidad psicológica en el estudio de las preferencias populares, el aun joven artista con 34 años de edad ideó un proyecto radial que interrelacionara lo dramático con lo humorístico, para lo cual era necesaria la incorporación de probados actores; a la vez que el formato incluyera momentos musicales, en vivo, con destacadas agrupaciones y solistas de todo el país, aunque en ocasiones se utilizaba música grabada.
Es así como la salida al aire de Alegrías de sobremesa igualmente interesó a infinidad de músicos que encontraron en esta plaza radial un importante modo de promocionar su trabajo. La paradigmática orquesta Aragón fue una de las más recurrentes participantes en este show igualmente protagonizado por otro grande del medio: el insigne locutor Eduardo Rosillo, uno de los más fieles defensores de la música popular, quien tuvo a su cargo la conducción, con su singular ritmo y gracia expresivos.
El exitoso cambio que Luberta le propinó a Alegría de sobremesa, al que caracterizó con un estilo diferente en su argumento, estructurado sobre la base de un guion dramático, con momentos de humor, para derivar, durante más de cinco décadas, en un divertido encuentro en el hogar con varias generaciones de cubanos.
El propio escritor había dicho que recreó sus guiones en la cotidianidad de un edificio, “porque para mí era importante que la gente lograra visualizarlo en su casa. Además, esta estructura permitía la entrada y salida de personajes”; en tanto afirmaba que la mayoría de los ambientes que reflejaba en sus programas eran extraídos por él de experiencias e historias reales que experimentaba en sus vínculos cotidianos con las gentes en los barrios, las colas, los ómnibus, y en otros lugares que irradiaban nuestra idiosincrasia y modo de ser.
Los personajes diseñados por Luberta para Alegría de sobremesa, con el fin de llevar esa realidad a los hogares de un modo reflexivo y humorístico, alcanzaron tal arraigo entre los cubanos que estos llegaron a incorporar a su léxico muchas de las frases convertidas en símbolo del programa, entre estas la popular expresión “¡Qué gente caballero, pero que gente!”.
El esperado espacio de cada día prontamente pasó a ocupar los primeros lugares del rating de la radiodifusión en Cuba, éxito que no solo se debe a la calidad y excelente estructura de los libretos de Luberta, sino también al memorable desempeño de los actores, entre los que se encuentran figuras de la talla de Idalberto Delgado, el inolvidable Paco; Agustín Campos; José Antonio Rivero; Enrique Arredondo; Carlos Moctezuma; Erdwin Fernández; Marta Jiménez Oropesa, la carismática Rita; Aurora Basnuevo en su candente papel de Estelvina; Eloísa Álvarez Guedes; Darío Proenza, el simpático Florito; Dulce María Velasco; Miriam Isabel; Pipo de Armas; Juan Carlos Romero; Antonio (Ñico) Hernández; Aida Isalbe y Martha Velasco; muchos de ellos laureados con el Premio Nacional de la Radio.
Este equipo de admirables profesionales dio vida a hombres y mujeres de nuestro pueblo, generalmente representativos de las zonas más humildes de la sociedad, para desde las ondas radiales penetrar en los hogares e incorporarse a estos como si fueran parte integrante de la familia. Esta característica, única e irrepetible hasta ahora en este medio, es sin dudas el mayor legado de Luberta a la espiritualidad insular, convirtiendo sus textos en verdaderas crónicas del acontecer nacional durante todo un medio siglo.
El prestigioso escritor radial hizo de este show un memorable espacio que quedó en nuestra memoria y en la historia de la radio, sobre todo por la difícil empresa de haber mantenido en el aire durante tantos años —hasta su muerte—, con extraordinaria audición, un género tan complejo como el humorístico.
El primero de julio del año 2017 Alegrías de sobremesa llegó a su fin, con más de 30 mil transmisiones y retrasmisiones desde 1965. Tras la muerte de Alerto Luberta, junto con él se iba uno de los más grandes emblemas de la radiodifusión en Cuba. Ese día se apagó uno de los espacios con mayor audiencia de cuantos han existido en la red de emisoras radiales en todo el país, verdadero fenómeno que ha quedado en el imaginario popular.