Como cada año, la meteorología se adelantó oportuna anunciando la proximidad de nubes cargadas con polvo procedente del Sahara.
La incredulidad de muchos es superior a la percepción del riesgo. Reacción comprensible, teniendo en cuenta los miles de kilómetros que separan el trópico de tan lejano desierto.
Solo estudiosos del campo científico, o seguidores de esa especialidad, entienden que las nubes de polvo arrastradas por el viento pueden contaminar el medioambiente.
Cuba no escapa de esa influencia, pues tal dispersión de elementos atrapados por el aire tienden a llegarnos entre marzo y octubre, y en forma de tormenta, toneladas del polvo recogido en tan lejano desierto enturbia la atmósfera y “viaja” alrededor del planeta afectando la salud humana, e incluyendo a la fauna y ecosistemas marítimos y terrestres.
Por tanto, errados están quienes piensen que es solo arena…
Investigaciones comprueban la existencia de microorganismos patógenos en el polvo transportado, muchos agresivos por la mezcla de elementos biológicos y polvo mineral que contienen virus, bacterias, ácaros, polen, metales como el mercurio, además de insecticidas, pesticidas y herbicidas de impacto.
Carga fatal para quienes padecen enfermedades respiratorias, alérgicas y dermatológicas, entre otras, ya que dado su diámetro de acción, se encuentra en el rango de las partículas respirables.
No es difícil comprender entonces la afectación también a la agricultura. Ejemplos comprobados: hongos en la caña, plátano, bacterias del arroz, frijoles, frutas y algunas especies forestales.
La ciencia da seguimiento a este cíclico fenómeno natural, y alerta a la población para que tomen medidas ante síntomas que guardan relación con el avance de esa emisión tóxica que invade la atmósfera, y que, por cierto, conviene el oportuno aislamiento en las casas, orientado a la población entre las medidas de prevención ante el contagio de Covid-19.
He ahí la importancia de recibir con credibilidad la información, como un aviso de que, aunque el desierto del Sahara está distante, sus arenas sí nos pueden llegar.
Similar efecto ocurrió con el Coronavirus, que invadió distintos países del mundo hasta llegar a Cuba con su carga mortal que ha puesto a prueba la capacidad de nuestros científicos y la resistencia del pueblo.
Una conveniente enseñanza de que, en el campo de la salud, no hay enemigo pequeño… ni distante.