A Ciro Alegría que me inspiró, con una de sus magníficas narraciones, a convertir esta vivencia de los sesenta y pico en este escrito.
Vicente afila la mocha. Comenta como casi siempre que la caña lo está llevando a millón. Pero sigue aquí fajado a pesar de que saca un montón de años a la mayoría de los integrantes de esta brigada de pichones de reporteros. Se sienta en la tierra, recuesta la espalda a un horcón. Ahora vendrá con algún cuento. “Por aquella laguna decían que salía el mismísimo Diablo”. No se los dije. “Nadie quería pasar por allí sobre todo de noche. Pero Crescencio andaba enamoricado como un burro por Laura. ¡Qué clase de guajira, compay!” Y hasta se relame de gusto…
“Esa vez, ella no pudo escapar fácil de la vigilancia de la madre y llegó cuando el sol anunciaba escapar con velocidad a lo Figuerola. El amor que espera, desespera y crece hecho fuego: los besos fueron más besos y las caricias más caricias. Fuego encontró el novio luego de la despedida. Tenía que pasar muy cerca de la laguna. Apuró a su caballo. Y ahí mismitico, a pocos pasos: ¡el demonio en medio del camino, echando candela por todos lados!
“Lo sé, ustedes no creen en esas cosas, periodistas… Bueno, tranquilícense o no sigo, y ni se les ocurra sacarme en un reportaje. Mi amigo jura por su madre que no estaba ajumao. El caso es que Lucifer le frena el jaco y, con voz de bajo, le suelta:
Crescencio te he escogido para una misión importante… La respuesta más que temblorosa no se hizo esperar: ¡A mí! Yo soy muy bruto. Usted se ha equivocao… El tipejo no se dio por enterado: Deseo regar un grupo de males por esta región y eso solo lo puede hacer un mortal. No hay que ser muy cultivao para eso… Tú los repartirás o te fulmino.
Comenzó a entregarle varios paquetes cerrados. El primero, de un amarillo horrible, por pálido y manchado, y con tremenda peste. “Este contiene la envidia: cuídate de que no se te derrame arriba ni un poquito porque te destroza. Aquí tienes (le dio un bulto más pequeño, duro, arrugado, frío y con un olor peor) la traición”.
“Lo hizo cargar con el odio a lo que vale, la ambición desmedida, la vagancia, la mediocridad, el oportunismo… Y, también, con tres cajitas: la miseria, las enfermedades y los vicios. Más miserias y enfermedades, entodavía, señor Satanás”. Lo amenazó: Cierra la boca y obedece o te destruyo. Te seleccioné porque no te gusta pensar mucho. Precisamente, a mí me desagrada la gente de opinión: ¿para qué tanto peligro cerca de uno? Fíjate, quiero golpear a este pueblo y ganarme las almas de todos. Tú me ayudarás quieras o no”.
“Sacó de la cintura un pequeño sobre gris antes de decir: Este es el principal: ¡con él, todo; sin él, nada- Se descuidó y mi socio, después de encomendarse a Ochún, echó la cabalgadura encima del tipejo que rodó por el suelo y blasfemó como… un diablo mientras la víctima escapaba al convertir el jamelgo en corcel gracias a las espuelas.
La casa le pareció mansión y no bajareque, bebió varias jícaras de agua y les contó todo a los padres, que lo acostaron y le llenaron el pecho, la espalda y la barriga con hojas medicinales para quitarle lo matungo.
“Tumbé al Diablo y desde el suelo me gritaba: ¡Regresa, malnacío, que esto te falta, y sin él los demás males no se imponen!” Solté lo que me había dado y volé: no me paraba ni un toro”.
Bueno, Crescencio se curó y el susto lo creyó pesadilla debido a la calentura amorosa que le puso a gozar por dentro, y los dos platos con frijoles negros que se había disparado antes. Y, oigan, se casó con Laura enseguida para evitar la lagunita”.
¡De pie! Se acabó la siesta, el descanso, la cháchara. De nuevo, para el corte. No puedo más y le pregunto mientras vamos para allá:
– Oye, ¿qué tenía el sobre?
Sonríe:
“Ah, condenao, te gustó el jueguito… ¿Qué iba a ser? El desaliento, periodista, el desaliento.