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Génesis de la radiodifusión en Cuba

Aunque esta fecha no está considerada como el inicio de la radiodifusión en Cuba —la cual se produjo casi dos meses después—, el 22 de agosto de 1922 nació en La Habana la radio al surgir  la 2LC del Teniente y patriota mambí Luis Casas Romero, subdirector de la Banda del Estado Mayor del Ejército quien, junto a su hijo Luis Casas Rodríguez, instaló una pequeña planta de radioaficionados.

El creador del género de la criolla, instauró así los gérmenes de un nuevo medio informativo que muy pronto alcanzó gran popularidad, cuya apertura oficial se registró varios meses  más tarde, el 16 de abril de 1923, en la banda de 360 metros. La salida al aire ocurría desde la hora del cañonazo hasta poco antes de la medianoche, y una programación breve que incluía el parte del tiempo y un noticiero, además de segmentos musicales —incluso, algunos conciertos en vivo— con piezas preferidas por los oyentes.

Poco tiempo después, la familia Romero construyó otra emisora, previo permiso de la Secretaría de Comunicaciones, y sale al aire como radiodifusora con una potencia de 10 watts. Esa novedad  atrajo rápidamente el interés de la población habanera que, ante la ausencia de suficientes aparatos para captar las señales en su hogar, acudían a ciertos establecimientos públicos, y a la propia sede de la emisora, para disfrutar de las dos horas aproximadas de transmisión, que posteriormente se amplió a unas seis en vivo.

Sin embargo, como apuntamos al inicio, la primera emisora de radio que en realidad operó de manera oficial  en el país fue la PWX, acontecimiento que se produjo el 10 de octubre de 1922 bajo los patrocinios de la Cuban Telephone Company, ocasión en que actuó la entonces joven cantante Rita Montaner. En la apertura se transmitió un discurso del entonces presidente de la República Alfredo Zayas, el cual fue retrasmitido en Nueva York a través de una emisora situada en el edificio Walker-Lispenard, que operaba la American Telephone and Telegraph Company.

La estación poseía 750 khz y sus antenas estaban ubicadas en la azotea del edificio sede de la empresa propietaria. La programación se ajustaba a cerca de una hora y media.

Establecida la radio como principal fuente de entretenimiento en los hogares cubanos, comenzaron a comercializarse modernos equipos fabricados en Estados Unidos por la firma Western Electric. Con ellos captaron las señales tanto en La Habana como en el resto de las provincias a las que en esa misma década llegó la radio. De ese modo creció impetuosamente la radiodifusión insular.

Vale precisar que, amén de la existencia de la PWX, y ante su progresivo éxito, la 2LC aumentó su potencia a 30 watts y luego a 100, hasta  que desapareció en 1928 , estableciendo un récords en la estabilidad de sus transmisiones, las cuales solo fueron detenidas el 10 de octubre de 1922 cuando se inauguró la PWX.

De forma inmediata y durante toda la década de los años 20 del pasado siglo, en las principales capitales de las antiguas seis provincias cubanas, se inauguraron otras plantas gracias al interés de numerosos radioaficionados amantes de este descubrimiento que convirtieron  a la Mayor de las Antillas en una de las primeras en América Latina en desarrollar la radio; como en 1950 lo haría con la televisión, empeño evidentemente favorecido por el desarrollo económico y cultural experimentado en la República Neocolonial con la llegada de la nueva centuria, época en la que igualmente se produce un auge en las publicaciones periódicas (diarios y revistas) sobre diversos temas informativos y culturales.

Aquellas pequeñas primeras plantas, como la de Casas Romero y su hijo, fueron prácticamente construidas de forma artesanal, con un alcance muy limitado debido a lo cual presentaron recurrentes problemas y fallos técnicos que las obligaba a enviar su señal a cortas distancias.

Desde que la radio llegó a Cuba, dedicó, además, buena parte de sus espacios a la promoción comercial. Mantuvo  una programación que, hasta la siguiente década, se basó principalmente en la información y el entretenimiento.

En los años 1950, salvo contadas excepciones, tanto los servicios de radio como de la televisión pertenecieron a las clases dominantes poseedoras del poder político, que los utilizaban para imponer patrones ideológicos y culturales convenientes para sus fines e intereses.

La raíz de las grandes transformaciones que, a partir de los años 60 se produjeron en ese medio cubano, pueden situarse en la apertura, en la Sierra Maestra, el 24 de febrero de 1958, de Radio Rebelde, emisora de la Revolución fundada por Ernesto Che Guevara. Por aquella época existían en el país 156 repetidoras radiales.

Tras el triunfo del Ejército Rebelde, en enero de 1959, se promulgaron nuevas leyes revolucionarias que originaron que el sector se dividiera en dos bandos: uno conformado por los dueños de los grandes monopolios que hicieron resistencia al nuevo proyecto de reivindicación social; y el otro, por los pequeños radioemisores, los cuales se unieron para conformar el 20 de marzo de 1960, por iniciativa de Fidel y Raúl Castro, el Frente Independiente de Emisoras Libres (FIEL).

En octubre de ese mismo año, el Ministerio de Hacienda resolvió confiscar el patrimonio de Abel y Goar Mestre, quienes mantenían un monopolio radial y económico, pues eran dueños o accionistas de empresas nacionales o extranjeras de diversa índole.

Por medio de otra Resolución, la número 1000 del mismo Ministerio, se designó al Doctor Gregorio Ortega como interventor de los bienes de los hermanos Mestre; entre los cuales se encontraban: El Circuito CMQ S.A., El Radio Centro S.A., y la televisión Interamericana de Cuba, entre otros.

El FIEL tenía entre sus fines apoyar al proceso revolucionario por lo que fue reconocido como órgano rector de la radio y la televisión cubanas, hasta que el 16 de noviembre de 1960 entregó a la dirección de la Revolución sus instalaciones y la operación de las mismas, para lo cual se creó una Oficina de Radiodifusión, anexa al Ministro de Comunicaciones. El 1ro. de Mayo de 1961 salió al aire la emisora internacional Radio Habana Cuba.

Después del triunfo revolucionario se trabajó para que la señal de radio pudiera ser captada en todo el territorio nacional y que esta estuviera al servicio del desarrollo socioeconómico. Con una red de emisoras nacionales, provinciales, municipales y locales que integraron el subsistema de la Radio Cubana, el empeño encontró sólidas bases en la creación, el 24 de mayo de 1962 (Ley 1030 del Consejo de Ministros de Cuba), del Instituto Cubano de Radiodifusión, con el objetivo de difundir y orientar las emisiones de la radio y televisión para todo el territorio nacional.

En 1975 ese nombre sufrió un cambio y pasó a denominarse Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT), con las mismas atribuciones. Desde su creación el ICRT tiene como misión ofrecer una programación radial y televisiva, portadora de altas virtudes políticas, ideológicas, sociales, éticas y estéticas, al servicio de los conocimientos, la cultura, la recreación y la defensa de los valores e intereses más sagrados de la nación y de todos sus ciudadanos.

Su objetivo principal está dirigido a profundizar los más elevados ideales patrióticos e internacionalistas de nuestro pueblo, en la lucha por su independencia, soberanía e identidad nacionales y su amor a la construcción del socialismo, teniendo en cuenta los intereses, necesidades y deseos del público.

Este medio de comunicación contribuyó al desarrollo de la oralidad y amplió las potencialidades del sistema comunicativo cubano, puesto que superó la barrera del analfabetismo que impedía a los medios impresos un mayor alcance social.

Con la llegada de la Revolución Socialista, la radio amplió sus fronteras y llegó incluso a los municipios y localidades de todo el país. Hoy en día continúa siendo un medio de comunicación insustituible, cuyos gestores trabajan por llegar más y mejor al pueblo, principalmente a las nuevas generaciones en tiempos en que internet y las redes sociales pugnan por desplazarlo con toda suerte de inventos tentadores y falsas noticias que tanto daño hacen a su integridad y al real conocimiento de nuestra verdad.

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