En medio de guerras mediáticas, de crisis de valores y de pandemias interminables que nos azotan, me urge ponderar a mis colegas, a los que verdaderamente sienten orgullo por lo que hacen y se han convertido en predicadores motivados por la pasión y el sacrificio, a esos que perpetúan imágenes para la eternidad, encienden la palabra para iluminar entornos, o buscan las historias cotidianas detrás de las líneas rojas o debajo de las piedras.
Tengo que hablar de los míos porque nadie como ellos saben traducir el complejo lenguaje de la vida y convertir los sucesos diarios en agua potable para que las multitudes calmen su sed de conocimientos y se orienten en los laberintos de sus existencias.
A los entregados, a los que no se mienten a sí mismos para complacer a nadie, a los que escriben su verdad sin miedos ni complejos y creen en ella con una fe ciega e inquebrantable, a los autocríticos y a los que aprenden mucho más de las derrotas que de las victorias.
Tengo que ponderar a mis colegas que se reinventan todos los días, a los que tienen un objetivo como bandera y se niegan a “emborronar cuartillas” por inercia y compromiso, a los que respetan la opinión ajena y defienden a muerte la independencia de los territorios que han conquistado con su pluma y su lente.
A los que ven el periodismo como un acto creador y multiplican a diario los “panes y los peces” como dioses mansos, a los que usan la crítica para construir sociedades más justas, y a los que sufren alergias por las rutinas y las complacencias.
Son tiempos difíciles y los necesitamos no solo por su gramática correcta o por el arte que desprenden en sus obras. Son imprescindibles todos esos que se desvelan, son realistas, y sienten un respeto enorme por la verdad; los que defienden sus perspectivas con el alma pura, y todos esos que nos traen noticias e historias sin esos maquillajes excesivos que tanto agobian y excluyen.
Pondero hoy a mis colegas en medio de tantos héroes anónimos que surgen de crisis y pandemias porque nadie como ellos pueden comprender las intenciones de los mortales, sus intereses, sueños, y tragedias, y gracias a la pasión que los caracteriza hacer literatura, revolucionar el mundo, y protegerlos de las miserias humanas.
(Tomado de Tribuna de La Habana)