“…contra Cuba se aplica una lupa inmensa que magnifica todo lo que allí ocurre cada vez que conviene a los intereses enemigos, llamando la atención sobre todo lo que pasa en la Revolución, mientras la lupa se distrae y no alcanza a ver otras cosas importantes”.
Eduardo Galeano
Las fake news en contra de Cuba datan del inicio de la revolución misma. Cuando la agresión a Playa Girón la falacia mediática expuso “que el Habana Libre ardía”, “que Fidel huía”, “que los invasores tomaban ciudades y pueblos”… la misma historia que hoy se vuelca a las redes sociales en torno a los actuales sucesos; y con lo que se pretende manipular a quienes consumen esas noticias, bajo el principio de propaganda nazi de Goebbels: “repetir una mentira con suficiente frecuencia la convierte en verdad”.
El hecho de extender la subversión a los medios no es casualidad. Desde el siglo XVIII Edmund Burke consideró a la prensa el cuarto poder, de ahí su fuerte influencia en la construcción social de la realidad que se hacen las personas, cuestión acentuada con la irrupción de internet.
Desde 1959 el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos (CIA) se hermanaron en proyectos comunes para acelerar el desarrollo de una oposición en Cuba. Por ello, desde los primeros momentos, la Revolución tuvo que adoptar disímiles medidas para defender sus conquistas.
Ante la caída del socialismo europeo, los enemigos, eufóricos por sus victorias, invirtieron en métodos subversivos que iban desde las formas tradicionales de propaganda escrita hasta la creación de líderes de la oposición interna; además de la violación del espectro radioeléctrico y el uso de las redes sociales para la transmisión de campañas en contra de la Isla.
La serie “Razones de Cuba”, presenta al fenómeno de la ciberguerra como “una guerra que no es de bombas ni balas; sino de información, comunicaciones, algoritmos y bytes. Es la nueva forma de invasión que se ha originado en el mundo desarrollado”; aunque el modus operandi de los últimos años demuestra que también la usan como antesala de la intervención armada, creando desunión, miedo y linchamiento antes de cualquier estallido. Claro que, como dijera Néstor García Iturbe, quienes se prestan a estas acciones “no son más que los anexionistas del presente cubano”.
Gene Sharp, filósofo del Albert Eisntein Institute, en su libro “De la dictadura a la democracia” elabora un manual en el que incluye 198 acciones estratégicas de desestabilización social, política y económica, donde incluye el uso de internet para construir un movimiento o hacer parecer que un movimiento tiene fuerza y apoyo.
Precisamente, por las posibilidades que brinda internet, en la segunda mitad de los años 90 del siglo pasado se empieza a desarrollar un grupo de estudios de cómo utilizarla como medio de guerra. Hasta ese momento las computadoras solo fungían como herramientas para el trabajo de oficina.
Ya en 2009 se oficializa la doctrina de guerra irregular, para en 2010 publicarse comercialmente en un documento firmado por Donald Rumsfeld, Secretario de Defensa. Este escrito contenía el mapa en el que dibujaban su visión de cómo el campo de batalla se iba a mover y reorientar hacia el ámbito comunicacional del ciberespacio.
El 19 de abril del propio 2010 el Instituto George Bush organizó una conferencia para planear estrategias de ciberguerra contra Cuba; experiencia, cuya primera incursión conocida, llevada a cabo por el gobierno de EE.UU., se produce en Yugoslavia, con la intrusión en la guerra de ese país; y la cual se manifestó a través de una intervención directa en las redes de correo electrónico.
Contra Cuba empieza cuando EE.UU. crea un monitoreo las 24 horas de lo que acontecía en nuestro ciberespacio y nos inserta en ese chequeo junto a China e Irán.
Radio Martí, proyectos como ‟Piramideo” (red social para el envío masivo de sms a usuarios de teléfonos móviles en el país), ZunZuneo (que pretendía funcionar como un twiter cubano), y el llamado “paquete” integran la lista de variantes usadas.
Que por qué hago esta relatoría, pues porque nada en el actual contexto es fortuito. Las redes sociales son un laboratorio en el que se ensaya desde hace mucho tiempo y con el que ya han tenido resultados.
Seguramente muchos de los que permanecen “enredados” han necesitado un “respiro”. Algunos se han tomado vacaciones, otros “certificado”, debido al mal estado de ánimo que provoca. Lo cierto es que la infoxicación agobia, atormenta, estresa, deprime… sobre todo cuando se aprecia tanta confrontación y odio, cuando se politiza donde debería confraternizarse.
Aparejado a los planes de descrédito, están las redes vistas como espacio dónde depositar la ira, las insatisfacciones; aún cuando la solución no esté en ello; pero en lo que incide muchas veces la deslegitimización de los canales establecidos, o una supuesta preponderación del Facebook, especialmente, como si fuera el Santo Grial, visto como recipiente bendito.
El priorizar el teléfono antes que los libros, nutrirse de post antes de investigaciones serias, incide, máxime en la juventud, en construcciones ideológicas erradas.
Y aclaro, no estoy hablando de lo que se publica sobre problemas reales de la sociedad cubana, de las carencias, de la complejísima situación epidemiológica… (que también llevan su análisis, de forma particular y profunda), sino de la manipulación que se teje en ese mismo entramado de dificultades para crear caos y mayor descontento, para tergiversar, confundir y ganar terreno en nuestras vidas. Y es que de eso se trata de no permitirle a la Fake News y a las “redes sociales” conducir los hilos en nuestras vidas.
(Tomado del periódico Ahora)