El día que Heidy González Cabrera iba junto a un grupo de reporteros de Radio Rebelde a cubrir, como de costumbre, una de las Asambleas del Poder Popular, nunca imaginó que la avería del auto que los trasladaba hasta el Palacio de las Convenciones, y que les aseguró una tardanza al evento, también le permitiría conversar por vez primera con Fidel Castro.
Los recuerdos son una geografía confusa de olores, voces, distorsiones y apariencias. Heidy —periodista, editora, directora de medios, vivaz e inagotable— no puede precisar en qué año se sitúa esta historia, solo que ella, como muestran las fotos, era joven y segura. Con 82 años, algunos de los cuales dedicó a la lucha clandestina como parte del Movimiento Revolucionario 26 de Julio; otros al exilio en Nueva York; 23 a la revista Mujeres; más de una veintena a la agencia Prensa Latina, y los más recientes a la Unión de Periodistas de Cuba, continúa siéndolo.
Por el teléfono que sostengo con la mano izquierda sale su voz lisa y nítida que va directa al otro móvil que agarro con la derecha. La grabación está resultando como esperaba.
“Yo atendí por años las informaciones relacionadas con la Asamblea Nacional del Poder Popular desde la emisora Radio Rebelde. Una de esas oportunidades fue diferente”, me dice.
Cuando el chofer logró reparar el auto, ya habían escapado los minutos. El retraso les impidió llegar a tiempo para que, en el departamento de revisión técnica, comprobaran sus herramientas de trabajo. A pesar de estar cerrado, un compañero que los conocía les dio acceso al lateral izquierdo del plenario donde se situaba la prensa, muy próximo a la presidencia.
Fidel comenzó a conversar con una diputada, y Heidy sostuvo su grabadora bien cerca del equipo amplificador del sonido. Comenzó a grabar. Su misión era registrar todos los discursos del Comandante y llevarlos a Rebelde.
A los pocos minutos se le acercó un oficial de la Seguridad del Estado, y le dijo, en un susurro, que debía entregar la grabadora.
“Me negué con la cabeza para evitar romper el silencio, y a la vez, apretaba el equipo contra mi pecho, hasta que el compañero, al verme en esa actitud, se marchó”.
El receso del plenario confirmó lo que la había mantenido en ascuas el resto del tiempo, luego del intercambio de miradas con el oficial. Otro miembro de la Seguridad le pidió que lo acompañara.
-¿Sintió miedo?, pregunto.
“Yo estaba realmente muy nerviosa, pero no arrepentida. Dentro de mí, sabía que estaba cumpliendo una tarea”.
En lugar de dirigirse a la oficina de seguridad, el oficial la orientó hacia donde sesionó el plenario. Fidel aún estaba sentado en el escenario del teatro y al verla, comenzó a descender las escaleras para tomar su mismo nivel.
Sus colegas y algunos de los diputados que se disponían a salir del lugar no entendían qué pasaba.
Heidy habló con un hilillo de voz. Dijo su nombre y su medio de prensa. Fidel le preguntó: “¿Qué fue lo que ocurrió contigo? Desde aquí, te vi muy brava, por eso te mandé a buscar”.
“No sé cómo pude, quizás su voz amiga, comprensiva, me ayudó; el caso es que le expliqué.”
Fidel asintió con la cabeza a todo lo que decía, puso una mano en su hombro y la otra, “con ese gesto de afirmación que todos recordamos” le dijo: “Hiciste muy bien, un soldado no se deja quitar su fusil”.
El hilillo de voz que había podido emitir Heidy se terminó definitivamente, mientras Fidel hacía señas a quienes, desde lejos, contemplaban la conversación. Los flashes de las cámaras iluminaron los rostros, pero Heidy no sabía cuántas fotos quedarían del momento, solo escuchaba cómo Fidel repetía la conversación a los presentes.
“Aquello me marcó para siempre. Lo más grande fueron su comprensión y sensibilidad, en medio de aquella Asamblea, y sobre todo, su enseñanza”.
Muchas Asambleas volvieron después, y cuando Fidel repasaba con la mirada el espacio donde estaba la prensa en el plenario, ella siempre percibió un movimiento en su cabeza, “yo lo sentía como un saludo personal”.
Antes de detener la grabación, Heidy me cuenta una parte importante de su vida como combatiente, periodista, mujer y madre de cuatro hijos, y yo, desde este lado, voy apuntando en una agenda ficticia para la vida: “lo fundamental está en no dejarse vencer”, “todo se puede, depende de la voluntad que tengas”, “cuando te sientas un poco débil ve a los demás y te darás cuenta que se puede porque los ejemplos ayudan”.
Esa es una verdad monumental y Heidy, uno de esos ejemplos a los que siempre debemos mirar para tomar fuerzas en los días más tenues.