Rigo perdió el match de su vida. A contrarreloj, como esas partidas rápidas donde sacrificamos peones creyendo que serán solo peones, que no terminarán luego haciéndole falta a su Rey.
Se nos fue del tablero en Jaque. Irremediablemente Mate. Y ahora parecemos empedernidos ajedecistras estudiando cada movimiento: e4 e5; Cf3… y así hasta repasar las cordenadas y preguntarnos si no pudimos permitirnos un enroque, al menos, para protegerlo o para entablarle el juego a la COVID.
Nos inventamos otra apertura, incluso… cualquier estrategia para que Riguito no pierda y nosotros no lo perdamos a él… pero no sabemos. No podemos. El gran maestro de la Redacción era él. Nadie ama tanto allí el ajedrez ni lo juega mejor. Por eso quiero pensar que si sacrificó un caballo, un alfil y una torre fue porque pensó que, al final, ganaría. Que no cedió en vano, ni por nada.
Aun así, tercos y fatuos, seguimos repasando las fichas y no sabemos si cargarle las culpas al nasobuco que nunca fue N-95, a alguna superficie que no desinfectó, a la microgota de un vecino a dos metros de su portal, al ingreso que tardó, al medicamento que no siempre tuvo, a la enfermera que atendía a otro… O si fue su corazón, más abierto en su pecho que aquella vez que se lo operaron, el que no resistió la soledad de su final.
No debieron pasar ocho horas de que lo dijera: “esto solo aquí, no está fácil”. Eran más de las 12:00 cuando pasaba por su sala, estrictamente a reportear, y entonces no sabía que el “no está fácil” sería, antes de las 9.00, el “está imposible”. Uno pensaba ─y pensé─ que intermedia era el camino entre la gravedad y la recuperación, destino a casa. No al crematorio.
Ni siquiera lo presentí. Incluso hice fotos para cuando un día hiciera el cuento, las enseñara y le hice chistes, también: que si se estaba haciendo el gracioso pa soltar el cargo del Núcleo, que si tiene a Fili embarcao con la página deportiva, que si había que ir hasta allá pa verle las canillas, que dejara la lentitud hasta pa recuperarse, coño, y acabara de salir …
“Yo espero salir pa fin de año”, me devolvió en broma, y entonces remató con un “¿cómo está el medallero?” . Enseguida creí que aquellos eran buenos síntomas, que mejoraba, porque uno sabía que el periodismo deportivo es su estado natural. Pero en la noche sabría que Rigoberto Triana Martínez no estaba mejorando, sino muriendo como periodista. Preguntando por las medallas de oro y las peleas del boxeo…
No sé ni cómo fuimos a dar, suavecito, al salto de Pichardo, porque le impedía hablar por temor a que se fatigara, aunque él se confiaba del oxígeno en la nariz y aprovechaba su boca. Sin embargo, siempre fue un hombre de escasímas palabras. Las pocas que decía las iba colocando lento, muy lentas, y si uno articulaba toda la sintaxsis de Rigo, podía decir en cinco minutos lo que a él le tomaba 10. Casi siempre nos reíamos de eso en el periódico, de su parsimonia, y él se reía como si fuera gracia ajena porque no le incomodaba.
Ya se había acostumbrado a ser un tipo sin prisas por esta vida y ahora que se nos ha ido solo quisiéramos rogarle que se demore, que no se vaya, que todavía, que espere un poco…¡Qué ironía!
Ojalá pudiéramos tenerlo en otra partida, pa la revancha, pa que fuera él quien le diera el jaque mate a la COVID y nosotros aplaudirlo. Y nunca llorarlo.
TREMENDO. Terrible la covid.
Fotografía de Triana. EPD amigo ya no te veré más tan amable y educado por el mercado de Ortíz.
Bonita reflexión forjada a golpe de palabras.
Se sabe , cuándo un periodista escribe con el corazón en la mano es capaz de hacer una obra muy bella. Katia ha escrito sobre su colega sin ápice de vestirlo cargado de oropel, ha sido con sencillez estrena, muy creíble por estar en el centro de la verdad absoluta. Katia
Ya nos tiene acostumbrados a su ” Don”que es Extraordinario…¡ Felicidades !…
Mi amigo de la infancia de toda la primaria y de toda la vida mi más sentido pésame a la familia. EPD .