Angelito convirtiendo nuestras cuartillas en seductoras incitaciones, a puro conteo de líneas, a pura pica, aquella unidad de medida de las columnas que ya casi nadie recuerda, así como se ha extraviado el incitante olor a plomo de los talleres. Angelito siempre defendiendo desde entonces el poder iniciático de la visualidad. «La belleza entra primero por los ojos, en un paneo», me confesó una noche, en un borrascoso cierre en medio de un huracán.
Angelito así llegó a convertirse en subdirector artístico de Juventud Rebelde. En un centinela de lo que entra por los ojos. Angelito nos enseñó con su parsimonia en aquellos cierres de fiesta, que al periódico, precisamente por andar de prisa, hay que vestirlo despacio y con aplomo. Angelito reconcentrado en las formas de presentación del diario. Absorto en el encaje exacto, en el preciso balance entre texto e imagen. Angelito disciplinado y tenaz, con esa flema que escondía tanta pasión.
Después de jubilarse, de vez en cuando irrumpía en nuestra redacción, como si lo matara la nostalgia, y quisiera retornar a aquellos años felices de cerrar el periódico a la hora exacta, para que se abriera en el gusto de la gente al amanecer. Y uno presuroso, como si no fuera al mismo rincón algún día, no le dedicaba todo el tiempo, para evocar juntos aquellos años felices sin la competencia de la inmediatez postmoderna, del aquí y el ahora que nos devora en el destello apenas de la noticia: esa desfloración permanente de la realidad.
Llegaba con ese mismo talante de buen hombre, de gran padre y excelente compañero, para contarte que estaba activo en las redes sociales, y con unos deseos obsesos de escribir la historia de Juventud Rebelde, esa que se tragó tantos destinos singulares como el suyo, en distintas épocas.
Angelito, ahora recorro tu muro de Facebook, y te veo recordando a Cary, tu querida compañera de toda la vida, quien te espera allá adonde has partido. Te observo junto a tu hijo y tu nieto, tu último desvelo, orgulloso de haber cerrado una época de tanta entrega, que necesita contarse.
Angelito, allá donde estés, seguirás en el cierre eterno de Juventud Rebelde, esperando por nuestros textos e imágenes para armar la gran belleza, conteniendo nuestros desesperos y desenfados con tu precisión de relojería. Te debo más de una charla y un recuerdo permanente, que desbordan las páginas trémulas de Juventud Rebelde.
(Tomado de Juventud Rebelde)