Hace unos meses escribí acerca del último premio y los más recientes logros de la escritora artemiseña Olga Montes Barrios, ya asentada entre los más reconocidos escritores cubanos contemporáneos, aunque ella así no lo crea.
Decidí entonces que, tras la publicación de la noticia, correspondía su momento a una entrevista con esta mujer, autodidacta, de origen campesino, poseedora del talento suficiente para aspirar –y lograr– los galardones literarios que aún no han engrosado su larga lista de reconocimientos. Pero ella tampoco parece creerlo.
-Dicen que escribes todos los días y largamente. ¿Cómo abordas en verdad el acto de la escritura?
-Escribo todos los días, después del desayuno, en el horario de la mañana. Ese tiempo es sagrado. En la noche, jamás, ni de madrugada. A veces escribo también en la tarde, pero no siempre, solo cuando estoy apurada en terminar el proyecto en el que esté trabajando (generalmente estoy apurada por terminar algo).
Creo que ya es un vicio, al punto de sentirme agredida cuando algo interrumpe ese momento, cualquier cosa que sea el motivo de la interrupción: comer, quitar el polvo, cocinar, recibir una visita inesperada, y eso por no hablarte de un horario laboral.
En la tarde me dedico a la lectura, a ver algún audiovisual, una película. Estoy convencida de que el tiempo no me va a alcanzar para escribir todo lo que quiero.
A veces me obligo a tomarme un descanso, los domingos, pero si estoy en casa es imposible, termino inventándome un pretexto para sacar la laptop, revisar, corregir y ahí empiezan a imponerse las palabras. Escribir para mí no es un hobby ni una alternativa, es una necesidad de vida.
-Obtuviste el Premio Fundación Ciudad de Santa Clara, en la categoría de Literatura Infantil, por el libro El celular encantado. ¿Qué podrán encontrar los lectores en un libro con tan sugerente título?
-Esta novela narra la historia de una niña que encuentra en la basura un celular encantado y, a partir de ese momento, establece con él una relación de dependencia. ¿Quién no ha sucumbido alguna vez ante las posibilidades que los mundos mágicos ofrecen?
Personajes, lugares y objetos fantásticos que satisfacen deseos, son símbolos utilizados a lo largo de la literatura escrita para niños y jóvenes. Yo me apropié de esos referentes para contar una historia con la cual las niñas y los niños de hoy pudieran identificarse y ver reflejado su contexto. Es un relato de suspenso, absurdo y humor, que no elude la reflexión.
-Dentro de la larga lista de premios que has obtenido, ¿dónde colocarías este?
-En realidad no es tan larga la lista. Si contamos los premios en el género serían seis: Premio Regino E. Boti con la novela Gorila del Angumu, publicada por el Mar y la Montaña; Premio Fundación de la Ciudad de Matanzas en dos ocasiones, con la novela juvenil Danza de Papalotes y con el libro de cuentos Permiso para decir, ambas publicadas por Ediciones Matanzas, y el Premio Abril con la novela infantil Chimbe.
A ellos sumo el Premio La Edad de Oro de cuentos con Un mensaje sin leer, en proceso por la Editorial Gente Nueva y el Fundación de la Ciudad de Santa Clara.
-Eres hoy por hoy una de las escritoras cubanas más galardonadas. ¿Cuántos premios te has propuesto ganar?
-No escribo para ganar premios, contrario a lo que mucha gente piensa. Ni tampoco creo ser una de las escritoras cubanas más galardonadas de estos tiempos, hay muchos escritores y escritoras con muchos más premios de los que yo he recibido.
Que los he ganado en un corto margen de tiempo, puede ser. Que de ser una completa desconocida, he logrado alcanzar cierta “visibilidad” por ganar concursos, tampoco te lo discuto, pero de ahí a ser “una de las más galardonadas”… no lo creo.
-En fecha no muy distante te estrenaste como dramaturga y guionista de audivisuales, y ya has tenido varios reconocimientos dentro y fuera de Cuba. ¿Cómo te sientes al navegar en estas nuevas aguas?
-Recientemente mi obra La Prueba resultó seleccionada entre las once finalistas (entre 500 obras presentadas de 38 países) en el IV Concurso Internacional de Teatro Joven, auspiciado por la editorial Dalya, en España.
Otro texto mío, Todo depende de ti, quedó entre las diez seleccionadas en el Concurso Internacional de Micro Radio Teatro para Dramaturgas.
Eso parece alentador, pero no me avala como dramaturga. No me gusta autoproclamarme títulos que no tengo. Un dramaturgo debe ser un conocedor del tema y eso no te lo da ningún premio de la categoría que sea.
Lo mío ha sido más bien intuitivo, prefiero llamarle experimentación, porque eso sí, me gusta explorar nuevas maneras de decir, permitir que las palabras fluyan libres, sin encasillamientos y encuentren su propio camino.
También hay una obra que escribí a pedido de mi amigo José Manuel Guzmán, director del grupo Iuvenis Teatro, y en la que está trabajando para su próximo estreno, cuando esta situación de la pandemia lo permita.
Quizá algún día esa historia logre convertirse en libro y, con suerte, hasta consiga ganar algún premio o alguna editorial se interese en publicarla, quién sabe. Pero de ahí a decir que soy teatrista, no. No me considero dramaturga.
En el guion audiovisual me siento un poco más cómoda, aunque tengo que seguir estudiándolo, una nunca deja de aprender y esto es una manera de contar muy diferente de la literatura. Son otros códigos. Estoy convencida de que lo importante no es el formato en que se haga la propuesta, sino tener una historia atractiva, que conmueva y haga pensar.
-El teleplay Luna mía, con guion tuyo, llevó a la Televisión Cubana un tema duro; pero que cada vez nos va siendo más familiar y menos prejuicioso: la homosexualidad femenina. ¿Cómo te fue con esa historia?
-Luna Mía tuvo varias versiones hasta llegar a la propuesta final que vimos en pantalla, pero en esencia la historia siempre fue la misma: dos muchachas que se enamoran y tienen que enfrentar a familiares y amigos para poder estar juntas. Puedo decirte que me siento satisfecha con el resultado.
La reacción del público fue diversa. Muchos halagaron mi “osadía” al abordar un tema tan polémico como la homosexualidad en la adolescencia, otros me criticaron y otros tantos se arriesgaron a “justificarme”.
Pero ese es el riesgo que asumes al escribir: si no desencadenas cierta “turbulencia” ¿qué sentido tiene? Desafortunadamente, el público cubano aún no es muy receptivo con el tema, pero estoy segura que el teleplay llegó a conmover e hizo reflexionar… y ese era el objetivo.
–¿Qué escribe ahora Olga Montes?
-Como siempre, no consigo disciplinarme en ese sentido y me involucro en varios proyectos a la vez, que luego no me dejan ni dormir. Recientemente terminé dos propuestas para series de dibujos animados, un proyecto de dinosaurios con el realizador Nelson Serrano.
También doce guiones de tres minutos de duración y quince capítulos de cinco minutos de duración de mi novela literaria Chimbe, que ahora intento llevar al audiovisual, ambos en producción.
Trabajo en un proyecto de serie juvenil e investigo para una posible telenovela. En literatura le doy los últimos retoques a un par de novelas juveniles, que ningún autor jamás da por concluidas, como dice mi buen amigo y maestro Luis Carmona Ymas.
Éxitos para la talentosa Olgs