Anoche, 23 de julio, me estremeció la noticia de tu partida. No hubo lágrimas en los ojos, pero si en mi alma. Entristecí y recordé tu paso exitoso por Bohemia, donde fuiste tan admirada, respetada y querida como antes lo habías experimentado en Juventud Rebelde.
Entonces solías adelantar acontecimientos en los artículos, sin provocar la llamada de prudencia porque todavía no eran tan nítidos. Eso sucedía porque siempre fuiste respetuosa contigo misma, jamás publicaste un comentario que no llevara el arduo trabajo investigativo y conocimientos de antecedentes.
Pero no voy a regodearme con tu currículo profesional, de ello se encargarán otros medios como Radio Progreso y la Mesa Redonda. Quiero agradecerte el legado brillante que nos dejas en cientos de trabajos enriquecen la historiografía de la prensa cubana, muestras de la manera inteligente, profesional y tenaz con que trabajaste hasta los últimos días, cuando tus pulmones ya no podían resistir.
Cuando te conocí en Bohemia, comencé admirarte por tu mesura al hablar y la firmeza de tu temple revolucionario. A la hora de dar una opinión sobre un tema polémico, fuiste siempre muy auténtica, a sabiendas de que navegabas contra la corriente de opositores a tus criterios. Pronto descubrí tu devoción por la justicia y el apego a la verdad.
Y qué decir de la sensibilidad exquisita advertida en los poemarios, que también nos legas. Nunca te vi hacer alardes sobre tu obra, eso no iba con la mujer culta que eras. Tu único protagonismo está en la propia entrega a la labor periodística desempeñada por más de 60 años. Todo lo hacías en silencio, frente a la máquina de mecanografía y después a la laptop. Desde muy joven te apartaste del alarde y de hacerte visible a través de la adulonería. No que va, esas fallas de la autoestima no tienen impronta en tu personalidad, porque la modestia y la sencillez son tus mayores virtudes.
¿Qué te extrañaré? Mucho y te lo confesaré parafraseando unas letras trasmitidas por el grupo de Benedetti al cual pertenezco: “Aprendí el significado de extrañar cuando falleció una persona querida”. Elsa, sé que extrañaré no verte más, no escuchar tu voz, no leer tus opiniones y porque no podré abrazarte o enviarte un mensaje de felicitación, tras un poema publicado o un comentario encendido de tu pasión, divulgado en Cubaperiodistas. (Publicado en Bohemia).
Bonito, no hay mas palabras