El 19 de julio recién pasado perdí a mi gran amigo Sigfredo Barros. Ah, esa terrible e inexorable muerte. Sabemos que algún día llegará pero no deja de hacernos sufrir si la persona vale. Lo admiraba y quería por encima de su calidad profesional. Sin alharaca siempre se lo di entender. Y lo hice público. Incluso en Al mediodía en TV en una ocasión. Me llamaron a hablar sobre él porque conocían mis opiniones sobre la personalidad bien escogida que honraría el programa. Solo expresé lo que conocía, más allá, lo que sentía sobre Sigfre, un símbolo del periódico Granma donde llenaba de luz las páginas deportivas desde hace muchos años.
Exalto su calidad periodística y no porque la amistad nos unió desde su arribo a la profesión. Era profundo, sabía ir a lo esencial, no se quedaba en informar: trataba de reflexionar, de interpretar, para que el lector lograra lo mismo. Intentaba convencer sin dejar de considerar incluso opiniones contrarias. Argumentaba, no se ligaba a lo fantasioso, al idealismo barato. En el artículo, en el comentario, era muy bueno. Licenciado de la alta casa de estudios cubana de la ciencia deportiva, dominaba que el contenido con una forma deficiente no atrae ni ilumina. Sus pasos en cada párrafo por tanto eran hermosos.
Como ciudadano era superior. Decente, honesto, revolucionario. El alma en la primera fila. Lejos del sí a todo por conveniencia o para evitarse problemas. Hasta como estudiante los tuvo en aquella universidad por culpa del dogmatismo que por poco no le deja graduar. Con su labor les tapó la boca a los atacantes y a los adulones. Sufrió, ya en el ejercicio de su profesión, una agresión física cobarde, a traición, sin mediar la diferencia de edad, corporal, por expresar su verdad. Jamás dejó de realizarlo antes o después del suceso.
Gran justicia la del Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación al otorgarle el Premio Nacional de Periodismo Deportivo por la Obra de la Vida en el 2018, junto a otros dos ases del sector: René Navarro y Jesús González Bayolo. Los tres enaltecen el galardón.
Supo separar lo válido de lo negativo del profesionalismo, en especial de las Grandes Ligas, alejado del esquematismo, del extremismo y del canto absoluto. Sus conocimientos acerca del deporte nacional antes y después de la victoria del pueblo fueron apreciables. Los condujo a sus textos. En varias ocasiones conquistó diversos premios en el Concurso Nacional de Periodismo Deportivo José González Barros. En ellos y los que atesora el diario de nuestro Partido, los jóvenes de este ámbito, y no solo ellos, tienen un manantial magnífico. Si beben en él, eso mitigaría mi tristeza ante la pérdida de Sigfredo Barros.