Sobre una pared de ladrillos rojos, como el de las mazmorras donde estuvieron encerrados, la imagen de Ethel y Julius, palomas que vuelan y el texto “Por la paz, el pan y las rosas enfrentemos al verdugo”, sobresalen en relieve blanco. Su sencillez llama la atención de los visitantes, de los transeúntes y de los recién casados, que durante mucho tiempo han depositado flores allí. Esa tradición —dice Estela Bravo— es lindísima, porque también lo son las cartas de amor de los Rosenberg.
En breve entrevista, una noche de septiembre de 2016, la documentalista norteamericana evocó en la sala de su casa las circunstancias que propiciaron la concepción y emplazamiento de la escultura en La Habana, cómo entabló diálogo con José Delarra y el día en que los Rosenberg fueron asesinados.
Recordó, además, que en 1973, veinte después de que los asesinaran, hizo actividades en esta ciudad para recordarlos. “Después supimos que los hijos de los Rosenberg iban a venir. Y no recuerdo quién habló de hacerles un monumento en Cuba. Había varias personas que decían: hay que hacer un concurso entre artistas, a ver quién gana. Pero decidimos que fuera Delarra”.
Lo llamé —recapitula— y él vino a nuestra casa y le encantó la idea de hacerlo. Eses día hablamos de los Rosenberg, de lo que ellos dijeron antes de morir; le mostramos fotos a Delarra. “Luego él regresó con el proyecto, se sentó en la esquina de uno de los sofás de esta sala. El proyecto fue aprobado y cuando vinieron los familiares de los Rosenberg ya estaba hecho el monumento@.
“Después nos preguntaron por qué no habíamos hecho un concurso. Dijimos que porque ya habíamos escogido a Delarra, un buen escultor que estaba entusiasmado con la idea. Creo que él conoció a los hijos de los Rosenberg. La frase que eligió para poner en el monumento está en la última carta que Ethel escribió a sus hijos. Pablo Milanés puso música a esa carta; Fidel habló de los Rosenberg en La Primera Declaración de La Habana. La gente se olvida de eso”.
—Fue una buena decisión, añadió Ernesto Bravo. “El monumento es sencillo, moderno y el mensaje está ahí”.
—Sí, fue una buena decisión, reafirmó Estela.
En palabras de Ernesto, los norteamericanos que visitan el monumento se sorprenden de la sencillez de la obra y del mensaje tan claro que trasmite. Cuando lo han visto personas que vivieron todo lo de los Rosenberg se quedan sin poder hablar, porque la ejecución de ellos fue un escándalo mundial, hasta el Papa participó de aquello antes de que los electrocutaran.
La historia de los Rosenberg es terriblemente hiriente, agrega Estela. Han publicado que a lo mejor él era culpable, pero ella no. “Lo cierto es que a Ethel le dejaron un teléfono en su celda hasta el último momento. Si establecía una conexión con la Casa Blanca podía haberse salvado. ¡Que tremendas personas fueron!
“Yo tenía 20 años en el 1953. Fue lo primero tan fuerte en que yo participé. Llevé mi cámara y filmé en Washington; tengo la película en 8 milímetros. El tema de los Rosenberg era como decidir de qué lado tomar partido@.
“El día en que los mataron yo estaba en New York. Por los altos parlantes decían: ya faltan cinco minutos para que los electrocuten. Y así hasta que anunciaron que estaban muertos. Él murió enseguida. A ella tuvieron que darle varias descargas eléctricas. Entonces, en ese momento, cuando anunciaron que estaban muertos, la policía, a caballo, fue para arriba de la gente. Y una amiga muy querida y yo, corrimos y nos metimos en un subterráneo de trenes para salvarnos”.
Pero siempre —contimua Estela— los 19 de junio nos recordamos una a la otra. Ella vive en Las Vegas, tiene una vida completamente diferente, pero ese día nunca lo olvidamos. “Por eso ese monumento significa mucho para mí. Que yo sepa, en ninguna otra parte del mundo hay un monumento en homenaje a ellos”.
Delarra tenía otra idea que me pareció buenísima, narra la cineasta. “Hacer un muro, un relieve alrededor del monumento, de los más importantes luchadores norteamericanos como Saco y Vanzetti, que murieron por sus ideales. Tal vez alguna institución se interese por retomar ese proyecto”.
En junio de 2003, en acto recordatorio de los 50 años del asesinato de los esposos Rosenberg, celebrado en el monumento, la documentalista norteamericana leyó una carta de los hijos y nietos de los esposos Rosenberg, contentiva de su agradecimiento al pueblo de Cuba por el homenaje y apoyo incondicional que ha tributado a la causa de Ethel y Julius.
Foto de portada: Joaquín Hernández Mena/ Archivo.
(Tomado de Cuba en Resumen)