Atraviesa la intelectualidad burguesa uno de sus momentos más decadentes. Sus “máquinas de guerra ideológica” se han esclerotizado y se refugian en argumentos filantrópicos inverosímiles a la sombra de la pandemia y las dádivas de vacunas mercantilizadas. Todo barnizado con tecnologías mayormente baratija. No tienen manera de seguir ocultándose bajo el tápate de las inmundicias que producen. O se les achicó el tápate o se multiplicó la basura… o ambas cosas. No hay atenuantes. Sálvense las excepciones honrosas lideradas por Cuba, por ejemplo.
Ya no les alcanzan las maromas silogísticas más recurrentes para esconder la lucha de clases. No podrán ocultar el crimen económico monumental durante la pandemia que arrasó con la clase trabajadora y enriqueció, como nunca, a las burguesías imperiales. No podrán esconder, ni con millones de enciclopedias, la bofetada lacerante contra el derecho básico a la alimentación, la vivienda, la educación… la dignidad. Es inocultable la inmoralidad del capitalismo en un mundo despojado de infraestructura mínima para los pobres y con una industria militar creciendo con “cifras récord”. Simplemente inmoral, injusto, inhumano.
En los cenáculos de la intelectualidad burguesa dirimen la invención de un “capitalismo humano”, “capitalismo social”, “socialismo capitalista”… que no cuadra en práctica alguna la aberración de sus sofismas. Hoy, para sobrevivir ellos, sólo cuentan con sus maquinitas de “fake news” y algunos reformistas desvergonzados a quienes los relojes de la historia no dan más margen en su tarea suprema de demorar las revoluciones. Inminentes.
Ya es imposible ocultar la claridad de las conciencias multiplicándose hacia la organización de frentes muy diversos en todos los ámbitos de la producción sea artística, científica, fabril o poética. En todo centro de trabajo hay una fuente de rebeldía. A la intelectualidad burguesa no le alcanza la saliva docta para apagar ese “incendio” emancipador. Cada día se oculta menos el carácter criminal de los bloqueos (disfrazados de “embargo”) que no son otra cosa que extorsión, tortura, saqueo y marginación con premeditación, alevosía y ventaja… todas las agravantes del propio “derecho” burgués. Indefendibles de punta a punta.
En su debacle, la intelectualidad burguesa, ha retrocedido a saltos los relojes de la historia y se han hundido en las contradicciones más cínicas. Los que se pavoneaban como “defensores de la democracia” hoy operan en defensa de los peores estercoleros de la corrupción. Vargas Llosa abogando por Fujimori; Krauze defendiendo al golpismo empresarial y Aguilar Camín escupiendo insultos en lugar de sus rancios razonamientos. Así en Argentina, en Colombia, en España… en Brasil. Ahora tienen por candidatos políticos a lo peor de las farándulas mercantilizadas. La intelectualidad burguesa seducida por el “estiércol del diablo”.
Semejante panorama abre oportunidades e interrogaciones en plena Batalla de las Ideas. Renuncian al debate racional, que alguna vez creyeron ganar, para refugiarse en amasijos emocionales planificados para devaluar ideas. Ahora, más que nunca, se hace urgente el gran proyecto humanista de nuevo género, capaz de conformar una agenda revolucionaria plena de valores y prácticas en lo cotidiano tanto como en los plazos largos. La urgencia nuestra es trabajar arduamente en la organización política anti-capitalista; la revolución de las comunicaciones y la semántica emancipadora; los mapas de la subjetividad y el desarrollo de métodos críticos superadores de las “máquinas de guerra ideológica” burguesas. La consolidación de los modos de producción y las relaciones de producción emancipadas y emancipadoras. En suma, un programa humanista de nuevo género para la transformación de la realidad y la supresión del capitalismo. Hay que decirlo claramente.
No caer en emboscadas “reconciliatorias”; no tragarse el discurso de “igualdad” esgrimido por quienes nos bloquean o marginan. No legitimar el “dialoguismo” falaz del discurso único. No engañarse con la “igualdad de oportunidades” si no se garantiza la igualdad de condiciones. No sucumbir a los pregoneros del individualismo o del escapismo. Derrotar todo “supremacismo”, racismo y nazi-fascismo. Con la revolución todo, contra la revolución nada.
La bancarrota de la intelectualidad burguesa es, al mismo tiempo, una gran responsabilidad que nos compete y compromete. No podemos aceptar que nos avasalle. Ellos harán lo imposible por esparcir confusión y mugre a diestra y siniestra. Ellos preferirán la mentira y la calumnia como campo de lucha enrarecido por la estulticia y nosotros debemos impedir, a toda costa, que nos arrastren en su debacle a una emboscada de la que salgamos debilitados o supeditados a su suerte. Nuestra agenda debe ser profundizar la revolución del pensamiento y de la praxis. Esa debacle en que se revuelca la ideología de la clase dominante, es una fase altamente peligrosa para la humanidad y no podemos ser víctimas de sus errores y mucho menos de los nuestros. La salida es “ser cultos para ser libres” porque “por el engaño nos han derrotado más que por la fuerza” y “en la demora está el peligro”. Nos urge la unidad de la inteligencia crítica para la acción directa. La historia nos lo advierte.
(Tomado de Granma)