Los resultados de las votaciones del 6 de junio en México arrojan lecciones muy negativas para el periodismo profesional y anuncian que seguirán las turbulencias políticas.
La primera conclusión general es que una gran parte del electorado (el que votó para que Morena obtuviera importantes victorias) mostró que mantiene altos índices de desconfianza, con la mayoría de los grandes medios de prensa convencionales y sus políticas editoriales, pero enseñó al mismo tiempo que sí acepta a medios y plataformas emergentes, sobre todo digitales, que hacen propaganda abiertamente para demérito del periodismo profesional.
En contraparte, también se observó que buena parte de los medios convencionales recuperó algo de la aceptación que había perdido en las llamadas clases medias y que lo hizo ampliando su distanciamiento del gobierno federal en turno, pero no con el periodismo de servicio social que informa con oportunidad, suficiencia y equilibrio sino también con una fuerte inclinación a la propaganda con noticias sesgadas, incompletas, editorializando sus contenidos y con saturación de sus espacios con los géneros de opinión.
Como lo sabe cualquier observador de la política y el papel de los medios de comunicación, el periodismo puede ser factor en la creación de consensos y estabilidad política, o lo contrario: causa y efecto de la polarización política, como ocurre en la transición del régimen político mexicano.
En resumen, en este proceso electoral el medio ambiente de la comunicación social se pervirtió de más con la propaganda y perdió el buen periodismo.
Malos augurios
En esta situación, hay analistas que prevén dos consecuencias muy negativas:
1. Seguirá la turbulencia mediática debido a la confrontación por la hegemonía informativa entre el Gobierno federal y las empresas de prensa afectadas por la extinción paulatina del modelo de mutuas conveniencias prensa-gobierno, modelo que aún no se extingue.
2. Seguirán y empeorarán las dificultades económicas, de seguridad para las personas que aspiran a hacer un periodismo bien aceptado socialmente y mejor tratado profesionalmente.
Aquella desconfianza
Una de las mediciones más acuciosas y aceptadas sobre la confianza en las instituciones y entidades sociales es la que realiza desde hace 25 años la organización no gubernamental de origen chileno Latinobarómetro.
Su encuesta más reciente en México es de 2018, previo a las elecciones presidenciales. Desde entonces refrendó lo que ya indicaban empresas encuestadoras mexicanas: que era minoritaria la cantidad de mexicanos que confiaba en los medios de comunicación (televisión, radio, impresos).
La proporción que tenía entonces mucha confianza en los medios era 7.66 por ciento; algo de confianza 27.25 por ciento. La suma de mucha y algo de confianza sumó entonces 34.91 por ciento de la población. https://www.latinobarometro.org/latCodebooks.jsp
Y en contraste fue 60.75 por ciento de la población reflejada que dijo tener poca o ninguna confianza en esos medios convencionales.
En 2020 varias empresas de nuevas tecnologías para la información verificaron que la mayoría de mexicanos se informaban más por medios digitales –excepto televisión– como la empresa Wisum, al reportar que alrededor del 6 por ciento se enteraba por los periódicos impresos, 10 por ciento por la radio y 25 por ciento en redes sociales.
(ver gráfica y o: https://www.wisum.mx/blog/2020/03/10/de-donde-obtienen-sus-noticias-los-mexicanos/)
La batalla por las clases medias
Desde un día después de las votaciones el Presidente de la República criticó nuevamente a “los conservadores” que desde los medios de prensa hicieron campaña contra su proyecto, pero esta vez abrió otro debate al asegurar que lograron convencer a clases medias “aspiracionistas” (desclasadas dirían los clásicos de la izquierda) para que Morena perdiera posiciones.
Ese debate augura la batalla que viene en el movimiento-partido en el Gobierno contra los adversarios en partidos, empresarios y medios de comunicación; la batalla por las clases medias que mostraron autonomía de decisión electoral y no solo en la Ciudad de México.
Así lo demostró, con datos duros el analista y director editorial de El Financiero, Enrique Quintana, en su columna del 13 de junio. Asentó:
En la Ciudad de México, Morena y sus aliados obtuvieron 43.1 por ciento. Con lo que perdieron la Ciudad de México.
Pasó lo mismo en el estado de México, los partidos que respaldan a la 4T se quedaron en el 42.68 por ciento.
En Monterrey, los partidos afines a la 4T obtuvieron solamente el 18.9 por ciento de los votos.
En Jalisco, (zonas urbanas) la 4T obtuvo solamente el 28.5 por ciento de los votos.
En 2018, el 48 por ciento de quienes tenían entonces educación superior, inclinó su voto hacia López Obrador. Es decir, la 4T perdió 15 puntos entre este grupo.
Lo que viene
En los días recientes y posteriores a los comicios del 6 de junio, comenzaron a aparecer balances y críticas al comportamiento de los medios y el periodismo en México que afectan a la libre circulación de la información de interés público.
El periodista y editor de coberturas culturales, Alejandro de la Garza, en el portal Sinembargo también hizo una aproximación a los pocos cambios y varias crisis que sufre el medio ambiente para el ejercicio periodístico. Prevé que después de las elecciones seguirá la “turbulencia”, la gran batalla por la hegemonía informativa “del periodismo tradicional con el gobierno de la 4T”.
De la Garza avizora que seguirán las tendencias para el futuro inmediato del ejercicio periodístico, la mayoría en perjuicio de las personas periodistas y por consecuencia para la población a la que deben servir. Esas tendencias, con redacción de este reportero, son:
- Violencia contra periodistas / 2. Escasas garantías laborales para periodistas / 3. Fragmentación de organismos profesionales de periodistas / 4. Alto cuestionamiento a la veracidad de los corporativos de prensa / 5. Fragmentación de las audiencias por más medios alternativos digitales, lo que dificulta los consensos / 6. Impulso a los medios públicos y estímulo al debate si deben ser del gobierno en turno o del Estado.
El eco ambiente para ejercer el periodismo en México cada día se hace más plural, extendido, complejo, casi caótico en perjuicio de la información del interés ciudadano. Y no hay a la vista un atractor que perfile un modelo más civilizado, menos turbulento, de relaciones entre el gobierno central y los medios.
No hay una sola prensa. No hay una sola ética. Pero sí se denota una gran bifurcación en dos bloques, como en la política, entre al menos seis modelos de comportamiento en el periodismo mexicano.
Las salidas
Frente a todos estos modelos y empresas, cada día se hace más notable la poca fuerza de periodistas profesionales que tengan más libertad para el ejercicio, seguridad y trato laboral equivalente.
Sí hay un modelo teórico para que hombres y mujeres sean periodistas reconocidos en sus sociedades y ganen la confianza que hace falta: quienes estén preparados académicamente, actualizados en los hechos y sinceros a la hora de presentar y difundir la información que necesitan sus públicos.
Con ese perfil, ellas y ellos pueden ser la garantía para hacer circular la información de interés público con más vocación de servicio social que del interés por la ganancia económica o con compromisos extra periodísticos.
En el sentido de apoyar el alcance de este perfil, están pendientes dos leyes: en la Cámara de Diputados espera una iniciativa para regular esta función social como actividad especial en la Ley Federal del Trabajo y, en el Senado espera la ley aprobado por los diputados que mejora y amplía el sistema de protección a periodistas y personas defensoras de los derechos humanos.
Frente a todo esto también se insiste en que se requiere un nuevo pacto para alcanzar nuevas normas en el medio ambiente mediático para mejorar el régimen democrático que beneficie a la mayoría de la población, normas que trasciendan las coyunturas políticas.
Quizá otra salida, como he insistido, sea una nueva ley de comunicación social de carácter general, radicalmente distinta a la actual, una que le dé la rectoría al Estado para regular el mercado, que reconozca la figura de no lucrativos a los miles de nuevos medios impresos y digitales que laboran entre precariedades; una ley que instaure un sistema de medios públicos con suficientes recursos y posibilidades de generar ingresos propios, una nueva ley que regule y transparente la publicidad oficial y que condicione esa subvención para que todos los medios que la soliciten (incluidos los digitales), primero se autorregulen con códigos de ética y defensores de la información.
(Tomado de La Jornada San Luis)