Si recordar es volver a vivir, hacerlo en estos días ante un nuevo aniversario de su desaparición física, me anima a proyectar al querido colega Manuel González Bello como animado socio de aventuras poco conocidas como la que brevemente narro: el nacimiento del Club Cubano de Jazz, en su segunda temporada.
Hablar con él de lo divino y de lo humano siempre era estimulante, pero lo era más aún en mi caso debido al gusto común por ese género musical, con origen foráneo pero ya enraizado y con notables frutos en nuestro país desde mediados del siglo XX.
De nuestras pláticas y con la entusiasta participación de Juanita Carrasco, entonces junto conmigo en la Presidencia Nacional de la organización gremial, nació la idea de reavivar el movimiento de seguidores al jazz que tenía para los aficionados capitalinos unos pocos y aislados focos y solo un gran momento anual, el Festival Jazz Plaza.
Así fue como abrimos la sede nacional de la UPEC, el último sábado de cada mes, para que afiliados e interesados en general disfrutaran del género y sus cultores.
El 28 de julio de 1995, en la Sala del Té de la institución, a la convocatoria que realizamos desde una especia de Comité Gestor, con Manolito entre sus integrantes, nos reunimos miembros del sector (y muchos que no lo eran) para comenzar a dar cuerpo a la idea.
Ese día, Roberto Toirac, quien fuera el último presidente del Club Cubano de Jazz existente al triunfo de la Revolución, propuso que se asumiera ese nombre como continuidad de los esfuerzos de los aficionados en la difusión y disfrute del género.
Así nació un empeño que tuvo una linda, intensa y breve historia, que no viene al caso reseñar ahora, pero que vale la pena recordar, para volver a vivir lo que González Bello representó para su creación.
En la foto, parte de los asistentes a la fundación de esa iniciativa extra profesional, con Manolito en el centro, al fondo, junto a Ernán López-Nussa. Al extremo izquierdo, Roberto Toirac y muy cerca de él, la actriz Sarita Reyes y la siempre entusiasta Juanita Carrasco.
Excelente reminiscencia donde renacen mis impares amigos Toirac y el Fígaro en medio de una pleyade de figuras,que como tú, han avivado algo tan especial. Mil gracias por el fuego
Conocí personalmente a Roberto Toirac, infatigable defensor del jazz en Cuba, contra viento y marea, a veces en la soledad de momentos en que ese mágico género fuera condenado al ostracismo. No cree que Roberto Toirac merece reconocimiento?