El 27 de marzo de 1977 falleció Juan Marinello Vidaurreta, el destacado intelectual comunista cubano que ejerció el periodismo y fue director del periódico Noticias de Hoy y otras publicaciones marxistas-leninistas. Tras el triunfo de la Revolución, ocupó distintas responsabilidades; entre ellas, Rector de la Universidad de La Habana y embajador de Cuba en la UNESCO. En 2017, a propósito del aniversario 30 de esta efeméride, Sergio Valdés Bernal escribió el artículo que reproducimos a continuación.
En este año 2017 se cumplen treinta del fallecimiento de Juan Marinello Vidaurreta (1898-1977), una de las más sobresalientes figuras del siglo xx cubano, quien por su actuar en el acontecer político y cultural de Cuba representa a la persona que más nos recuerda a José Martí Pérez (1853-1895), nuestro Héroe Nacional.
De todos los que han estudiado la vida y obra de Marinello, al poeta y ensayista Ángel Augier se debe el haber definido en una sencilla frase quién fue esta somera figura de la cultura cubana: “Poeta en actos, maestro en la actitud y el ejemplo” (Augier, 1968, p. 22). Precisamente, en uno de sus primeros poemas, “Yo soy como esos árboles”, publicado en la revista habanera Social, en 1923, Marinello proclamó:
Yo soy como esos árboles, de pie junto al camino,
que dan al sol y al viento su verdura y su flor,
y el sol seca sus flores y el viento les arranca
sus hojas, corazones que temblaron de amor (Marinello, 1923, p. 25).
En la introducción a Órbita de Juan Marinello, Augier familiariza a los lectores con las diversas actividades que realizó Marinello como poeta, como maestro, como ensayista y como líder. En mi caso, me referiré a la obra de Juan Marinello como cultivador de la lengua nacional, como filólogo y como lingüista. Pero, antes de adentrarme en las inquietudes idiomáticas de Marinello, amerita la pena señalar la siguiente anécdota.
Su padre, Felio Marinello y Fábregas, había nacido en Cataluña, en Esparra-
guera, cerca de Barcelona, y era descendiente de un inmigrante italiano procedente del sur de Italia, de una región cerca de Nápoles, como el propio Juan Marinello reconoce en esa especie de tributo que le rindiera Luis Báez en su libro Memoria inédita. Conversaciones con Juan Marinello (1995, p. 11). De ahí que Marinello, al publicar sus primeros poemas entre 1917 y 1922, escribiera su apellido con la forma Marinel·lo, con el evidente propósito de indicar la correcta pronunciación, pues, al parecer, todo el mundo le decía /marinéyo/.
La lectura de aquellos primeros poemas publicados en diversas revistas de la capital y del interior del país, revela a un gran conocedor de la lengua materna, por la riqueza del léxico y el pleno conocimiento y disfrute semántico de cada vocablo empleado. Liberación (1927), su único y primer libro de poemas, publicado a la edad de veintinueve años, atrajo la atención por los recursos idiomáticos utilizados, por la renovación del lenguaje poético. Al respecto, el más exigente y riguroso crítico literario del momento, Regino E. Boti, llegó a señalar que: “en el vórtice de la nueva, novísima poesía o poesía de vanguardia, denominación extensa esta última que comprende todas las tendencias surgidas en español desde el estancamiento del modernismo […]. Liberación unce definitivamente a Cuba a la nueva poesía” (Boti, 1927, p. 12). Muchos años después, Emilio de Armas (s. f.), en su prólogo a la compilación de poemas de Marinello, destacó que: “Los poemas posteriores a Liberación, publicados en revistas desde 1927 a 1930, demuestran la rápida evolución del autor respecto de su obra original […]. El poeta se ha vuelto en ellos casi coloquial” (p. 30). Este coloquialismo, representado por voces y giros propios del habla popular se mantuvo en su poesía y con gran fuerza emergió en “Las coplas de Pancho Alday” (1962), escritas en los días de la invasión de Playa Girón:
Cubano: dale tu amor
a quien funda el tiempo nuevo;
y guarda para el traidor
guásima, cabuya y sebo (Marinello, 1962, p. 2).
Si la labor de Marinello fue importante como cultivador de la lengua, como poeta y ensayista, como nato orador que era, puliéndola, enriqueciéndola, modernizándola; no menos destacado fue este quehacer en cuanto a la penetración en el mundo idiomático de Martí y en el análisis de su pensamiento político e ideológico. De entre sus 18 ensayos dedicados al Héroe Nacional, sobresalen “Caminos en la lengua de Martí” (Marinello, 1998a) y “Españolidad literaria de José Martí” (Marinello, 1998b).
En el primero de los mencionados análisis acotó la necesidad de un estudio filológico de los textos martianos, deuda que todavía tiene la lingüística cubana con la obra del Maestro, y de las virtudes y condiciones de la prosa del creador decimonónico:
Está haciendo falta un estudio a fondo del lenguaje de José Martí […]. Es por ello que me atreví a afirmar que el lenguaje llega en Martí a la categoría de protagonista. Y eso se ve más claro cuando recordamos que en Martí hay el magisterio de la conducta y el magisterio del patriotismo, pero también el magisterio del escritor […]. Martí no es una desviación sino una culminación del idioma de España; pero una culminación cubana, americana […]. Pero, junto a la posesión de la lengua prodigiosa y al diario laboreo porque tradujese cada día mejor la intimidad generosa, hay en Martí, caso singular y sin segundo en el ámbito americano, una conciencia del idioma, una política de la lengua. Esa medida inusual, histórica, de la función del lenguaje (del lenguaje propio y del ajeno, del presente y del futuro) es la más rica lección de Martí en el campo literario (Marinello, 1998a, pp. 131-132; 134; 154).1
Es evidente la importancia que concedía Marinello a la lengua, soporte idiomático de la cultura.
Resultado de su labor escrutiñadora de nuestra lengua nacional como escritor, ensayista, poeta y orador, Marinello legó una pequeña obra lexicográfica llamada Un guacalito de cubanismos, publicado en forma seriada en la revista habanera Archivos del Folklore Cubano, entre los años de 1925 y 1926. En este trabajo, se basó la última edición del Guacalito, publicada en 1996 por la Editorial Gente Nueva, bajo el cuidado de Exilia Saldaña. En la “Introducción” al texto original, Marinello confiesa que esta labor lexicográfica “-como grato descanso a más vitales menesteres- ha ido realizándose al margen de dos esfuerzos meritísimos a favor del conocimiento de nuestra habla criolla: el Vocabulario cubano, de Constantino Suárez, y el Catauro de cubanismos, de Fernando Ortiz” (Marinello, 1996, p. 5). Debo señalar que tras la última edición del Diccionario provincial de Pichardo, en 1875, y del Diccionario cubano, de Macías (1885), quedó un vacío en los estudios lexicográficos cubanos. Por tanto, el Vocabulario cubano de Constantino Suárez vino a llenar en parte esa carencia. Su autor concibió la obra como complemento necesario del Diccionario de la Real Academia Española, en cuanto a lo referente al léxico de procedencia cubana. Ortiz, por su parte, con el Catauro de cubanismos (1921-1922) trató de corregir algunas de las observaciones hechas por Suárez, además de añadir más información sobre el nivel léxico del español hablado en Cuba, que Constantino había pasado por alto.
Y a esta labor se sumó Marinello con su Guacalito, que:
consigna los cubanismos no hallados en el Vocabulario ni en el Catauro y rectifica, por un largo contacto de su autor con lo más característicamente cubano, las significaciones que se creen erradas o deficientes. Y, como en pocas materias como en las filológicas influye de modo tan poderoso el transcurso de los días -influencia que tiene en nuestro pueblo ironista y voluble una rapidez inusitada-, se añaden a los dos libros dichos, giros y vocablos que se formaron después de ver en ellos la luz. Véase cómo solo aspira a ser este Guacalito una fe de erratas modestísima (Marinello, 1996, p. 7).
Debo destacar que el Guacalito -voz de origen náhuatl o azteca, hispanizada para oponerla a la caribe catauro, utilizada por Ortiz- cumplió su cometido en el momento de su publicación, pues, además de las precisiones acotadas por Marinello, fue una actualización del conocimiento que se tenía de la forma en que los cubanos hablan el español. Dentro del Guacalito se pueden destacar dos aspectos: la corrección de las acepciones utilizadas por Suárez y Ortiz y los propios aportes lingüísticos de Marinello. Ejemplos de acotaciones al Vocabulario de Suárez están los siguientes:
- Abogado de manigua: Suárez trae “abogado de sabana” que pocas veces vemos usar. Además, se acostumbra en Cuba llamar así, no solo al que “alardea de profundos conocimientos en cuestiones jurídicas”, como dice Españolito [sobrenombre de Constantino Suárez], sino a todo el que habla desmedidamente o trata de entender las cuestiones sin conocimiento alguno de lo que trata.
- ¡Agua!: Suárez explica bien el significado de la criollísima interjección, pero no el origen de ella. Durante mucho tiempo, los muchachos callejeros y la gente maleante gritaron cuando veían conducir por las calles algún catre o “colombina”, “Agua para las chinches”, y hoy se sobrentiende la irrespetuosa frase, con solo gritar: ¡Agua!
En cuanto a las observaciones hechas a Ortiz están las que siguen:
- ” Aguajirarse: guajiro, apocopado, tímido. Asimismo, vestirse a lo rústico.
Chivichana: Rifa o juego clandestino, según Ortiz. Precisando más, diremos que es llamada así la lotería clandestina y, además, se da el mismo nombre a cada una de las fracciones del “billete” clandestino”.2 - Pero Marinello fue mucho más allá en sus observaciones, pues incluso realizó señalamientos al Diccionario provincial de Pichardo y a la Lexicografía antillana de Zayas. Pichardo y Zayas consignan el cubanismo “Jojoto” para designar el tubérculo o fruta (principalmente el boniato) pasado de sazón, o con mancha u “ojos” endurecidos y, por tanto, no comestible. Es conocida la acepción cubanísima derivada de ésta: “Manuel está jojoto”, es decir, inútil, cansado, maltrecho.
Por otra parte, a Marinello se debe la explicación que motivó el uso de determinadas denominaciones o expresiones:
- Botella: No vemos explicado por ninguna parte el origen de la acepción criollísima de esta palabra, es decir, de la razón por la que botella quiere decir una forma típica de sinecura. Se dice que, cuando fueron establecidos, en tiempos republicanos, los frontones del Jai Alai,3 se nombraron ciertos empleados para que condujeran de vez en cuando al salón de juego botellas con agua fría, para los agitados pelotaris.4 Estos empleados, naturalmente, no pagaban al entrar y se comenzó a distinguirlos con la expresión de “botelleros”, es decir, que pueden ver el juego gratuitamente, por razón de su oficio. La denominación hizo fortuna y se extendió muchísimo, y a los numerosísimos ciudadanos que por aquellos tiempos menocalistas 5 gozaban de cuantiosos ingresos pagados por el Estado a cambio de una absoluta inactividad, se les llamó “botelleros” y “botella” al envidiado privilegio.
- Electricista: Persona que, sin ruido y sin cualidades aparentes, triunfa inesperadamente. El vocablo nació en nuestras carreras de caballos, donde se llama “electricista” a los que sin ser “preferidos”, llegan a vencer inopinadamente. Parece que el origen de la palabra está en el uso (hoy duramente sancionado) que se hacía por los jokeys norteamericanos de las pilas eléctricas, que, conectadas con la espuela, llegaban a producir verdaderos “desbocamientos” en los caballos.
- Desteñirse: Vocablo muy usado en Las Villas, que puede traducirse aproximadamente por “deshacerse”, es decir, perder la fama o el prestigio conquistados. Se oye: “Luis es un liberal que no se destiñe”, o bien, “Manuel es un conservador desteñido”, es decir, frío, vacilante.
- Fanático: Cubanismo muy extendido y originario, como muchos otros, del juego de base-ball. Se dice del entusiasta por los deportes. Derivación de la voz inglesa fan.
- Madrina: Palomadrina. Recibe este nombre al poste clavado en medio del “corral” de nuestros potreros, donde se “amadrinan” las reses para aplicarles la “calimba” 6 o “castrarlas”.
- Pirineo: Extendido hacia el interior de la Isla, para referirse a la persona pequeña, esmirriada, enclenque. Curiosa corrupción de “pigmeo”.
- Punta: Pequeña cantidad de terreno sembrado: “Al lado del cañaveral, tiene Cheo una punta de maíz”.
- Punta: Sentido oculto de alguna frase o cuestión: “No le veo la punta a este chiste”.
Lamentablemente, por motivos que se desconocen, el Guacalito quedó inconcluso, pues la revista Archivos del Folklore Cubano no incluyó las papeletas léxicas que completarían este vocabulario, que quedó en la letra P.
Marinello, al igual que Martí y otros escritores cubanos, al esmerarse en conocer a fondo la riqueza de la lengua española y de su variante cubana en aras de una mejor manipulación y expresión de la misma, tuvo que detenerse en el análisis lingüístico, gracias a lo cual se debe el Guacalito de cubanismos, que constituyó un paso de avance en la mejor descripción de la lengua nacional. (Tomado de Scielo).
Referencias Bibliográficas
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AUGIER, Á. (1968): Órbita de Juan Marinello, UNEAC, La Habana.
BÁEZ, L. (1995): Memoria inédita. Conversaciones con Juan Marinello, Editorial SI-Mar, La Habana.
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HAENSCH, G. et al. (2000): Diccionario del español de Cuba, Gredos, Madrid.
MACÍAS, J. M. (1885): Diccionario cubano, etimológico, crítico, razonado y comprensivo de las voces y locuciones del lenguaje común y del de las dicciones del nomenclátor geográfico, Tipografía Veracruzana, Veracruz.
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MARINELLO, J. (1925c): Archivos del Folklore Cubano, vol. II, n.º 4, La Habana, pp. 263-168.
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MARINELLO, J. (1998a): “Caminos en la lengua de Martí”, en A. Feijóo (ed.), Juan Marinello. 18 ensayos martianos, Ediciones UNIÓN-Centro de Estudios Martianos, La Habana, pp. 131-154.
MARINELLO, J. (1998b): “Españolidad literaria de José Martí”, en A. Feijóo (ed.), Juan Marinello. 18 ensayos martianos, Ediciones UNIÓN-Centro de Estudios Martianos, La Habana, pp. 47-78.
ORTIZ, F. (1921): “Un catauro de cubanismos”, Revista Bimestre Cubana, vol. XVI, n.º 1, La Habana, enero-febrero, pp. 67-79.
ORTIZ, F. (1922): “Un catauro de cubanismos”, Revista Bimestre Cubana, vol. XVII, n.º 5, La Habana, septiembre-octubre, pp. 38-56.
Pichardo y Tapia, E. (1875): Diccionario provincial casi razonado de vozes y frases cubanas, 4.ª ed., Impenta El Trabajo, La Habana.
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ZAYAS, A. (1931): Lexicografía antillana, 2.ª ed., Tipografía Molina Cía., La Habana.
Notas aclaratorias:
1. El resaltado es del autor del presente ensayo (N. del E.).
2. En la actualidad, este significado ha caído en desuso y la voz se utiliza como denominación de una pequeña plataforma de madera, con cuatro ruedas y con el eje delantero móvil, que usan los niños para deslizarse (Haensch et al., 2000, p. 140).
3. “Expresión vascuence con que se designa un deporte o juego de pelota vasca. De Jai, fiesta, diversión, espectáculo; y ALAI, alegre” (Rodríguez, 1958, p. 126).
4. Denominación aplicada a los jugadores de pelota vasca.
5. Denominación derivada del apellido de M. García Menocal, presidente de Cuba de 1913 a 1921.
6. Instrumento de hierro con el que se marca el ganado.