Las “fake news” (noticias falsas) no son un producto original de las nuevas tecnologías de la información En realidad, existen desde que el hombre adquirió la facultad de comunicarse y esgrimió la mentira para engañar a las demás personas.
Lo realmente nuevo en la situación actual es la facilidad con que se pueden difundir las falsas noticias. Basta con tener acceso a las redes sociales, lo cual es muy simple, por cierto, para que cualquier persona pueda transmitir a millones de receptores el mensaje que le plazca.
Antes, hasta hace unas pocas décadas, la transmisión de noticias no estaba al alcance de cualquier persona, era –si se quiere- más elitista o menos democrática. Los propietarios y/o directores de los medios informativos, ya fuesen una empresa privada u órganos de prensa estatales, tenían la potestad de decidir lo que se publicaba. Esa era su responsabilidad y por ella tenían que responder ante sus superiores o a quien lo demandase por vía judicial.
Es indudable que los adelantos en las comunicaciones son extraordinarios, maravillosos en muchos sentidos, pero no están exentos de aspectos negativos como es el hecho de que, sin proponérselo, han posibilitado que muchas, muchas más personas, puedan ser engañadas y manipuladas por la difusión de textos calumniosos.
Se organiza la lucha contra la desinformación
Ante el vertiginoso incremento de las “fake news”, en abril de 2019 se celebró en la ciudad de Buenos Aires el Primer Encuentro Latinoamericano sobre Regulación en Comunicaciones y Nuevas Tecnologías, organizado por la Asociación de Entidades Periodísticas (Adepa) y la Comisión de Comunicación de la Cámara de Diputados de la República Argentina.
A manera de conclusión, el Encuentro sostuvo que las “fake news” son más un problema de las redes sociales que de los medios. No obstante, en el curso de los debates resultó importante que varios participantes recomendaran comenzar a trabajar en el establecimiento de una regulación de las redes sociales en América Latina, señalando como experiencia a considerar la estructura que ya existe sobre esta materia en la Unión Europea (UE).
En 2014, la UE creó la “comisión estratégica” con el propósito de detectar y contrarrestar las campañas de desinformación. El presupuesto de esta comisión se incrementó de 1.800 millones de euros en 2018 a 5.000 millones en 2019.
Sobre este tema es oportuno señalar que en octubre de 2018, las grandes empresas informáticas, encabezadas por Facebook y Google, suscribieron con la UE un código de conducta en el que se comprometieron a redoblar los esfuerzos en la lucha contra las “fake news”.
El código previó efectuar una reunión anual de verificación de lo acordado, pero la UE prefirió reforzar el control y en diciembre de 2018, la Comisión Europea (el máximo órgano de gobierno del grupo comunitario) le pidió a los grandes usuarios de las redes sociales que mensualmente le comunicasen los resultados de su lucha contra las campañas de desinformación.
En particular, la medida dispuso que en los primeros cinco meses del año 2019, las principales plataformas de Internet (Facebook, Google, Youtube y Twitter) informasen a la Comisión el número de cuentas falsas clausuradas, el rastreo de los llamados “bots” (mensajes propagados de manera automática sin interacción humana) y la marcha de la colaboración con verificadores externos de datos y contenidos.
La Comisión Europea ha descrito a las “fake news” como “una de las armas de la guerra híbrida en la que se han embarcado varias potencias extranjeras” y acusó a la Federación Rusa como uno de sus principales agresores.
Según el vicepresidente de la comisión para el área digital, Andreus Ansip, al menos 30 estados están involucrados en la guerra de propaganda y desinformación, entre los que mencionó, además de Rusia, a Turquía, Sudán y México, este último en la pasada administración de Peña Nieto.
El gobierno ruso, por su parte, ha declarado en reiteradas ocasiones que Estados Unidos y la Unión Europea manejan sus recursos en los medios digitales como uno de los instrumentos de su política supremacista, cuyo objetivo es dominar el mundo en el terreno económico, militar y doctrinario.
La desinformación a lo largo de la historia
Los tratadistas, que acostumbran dividir la Historia en “antes y después de nuestra era”, consideran que la práctica de mentir en las descripciones de los sucesos acaecidos en el entorno social es muy anterior a la era cristiana y sus orígenes datan de épocas ancestrales, cuando la Humanidad apenas emprendía el camino de la civilización.
Es conocido que los hombres recurren a la mentira como vía de escape para ocultar lo mal hecho o, en otros casos, tergiversan la realidad que no es conveniente a sus intereses. Por ejemplo, se considera que entre las “fake news” más antiguas es forzoso incluir el incendio de Roma, provocado en el año 64 por el emperador Nerón con el propósito de acusar como causantes del desastre a los cristianos primitivos, contra quienes había desatado una guerra a muerte.
En la lista de los más poderosos tergiversadores que han existido a lo largo de la historia, se menciona con mucha frecuencia al jefe de propaganda nazi Josep Goebbels, quien convirtió a la radio en el medio de comunicación de masas más efectivo de su tiempo.
Para suerte de la humanidad, en la época de Goebbels todavía no se habían inventado las redes electrónicas, que posibilitan a los falsificadores la difusión de sus mensajes a los millones de receptores de Internet que existen en el mundo.
En el presente siglo, el récord de las “fake news” lo tiene la Administración del presidente George W. Bush, que lo ganó con su testimonio (nunca probado) de que Irak poseía armas de destrucción masiva, lo que esgrimió como justificación para invadir a esa nación árabe.
La fuerza de esta versión puede medirse si tenemos en cuenta, como consta en las estadísticas consultadas, que el 62 por ciento de la población adulta de Estados Unidos prefiere las redes sociales como fuente primaria de información, en un contexto en el que cada usuario actúa simultáneamente como emisor y receptor de información no verificada y que se propaga sin control.
En los países integrantes de la Unión Europea, según publica Forum Europa Ciudadana, es el 46 por ciento de la población la que utiliza las redes sociales como fuente primaria de información. De este grupo, agrega el reporte, el 60 por ciento tiende a propagar los contenidos sin haberlos leído completamente, ni haber verificado su certeza.
La verdad a medias también es mentira
El estudio de contenido permite distinguir, por su origen, dos tipos de “fake news”.
Uno de ellos es la información totalmente basada en la mentira y el otro es la noticia que se vale de un hecho real con el fin de encubrir una falsedad.
Un ejemplo ya clásico de este segundo tipo es el hundimiento del acorazado “Maine” en la bahía de La Habana, a fines del siglo XIX. Este hecho, como probaron las investigaciones efectuadas por expertos estadounidenses y españoles, tuvo su origen en el compartimento de calderas de la nave. Sin embargo, varias cadenas periodísticas de EE.UU. se confabularon para acusar del incidente al gobierno español y las autoridades de Washington inmediatamente declararon la guerra al régimen ibérico.
El conflicto, como es sabido, terminó con la ocupación militar norteamericana de los territorios coloniales de España, es decir: Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Respecto a la información totalmente falsa, los cubanos tuvimos una dolorosa confirmación en lo que se llamó Operación Peter Pan.
La conjura comenzó a fines de 1961, cuando la emisora Radio Swan, filial encubierta de la Voz de América, que transmitía desde territorio hondureño en el Caribe, difundió la falsa noticia de que el gobierno cubano había decidido dictar una ley que privaba de la patria potestad a los padres de menores de 16 años de edad, con el fin de enviarlos a Rusia para formarlos como agentes comunistas.
Simultáneamente con este anuncio, sacerdotes católicos radicados en Cuba, en su mayoría de nacionalidad española, repartieron entre los feligreses lo que identificaron como una copia del “decreto” contra la patria potestad. Como era de esperar, esta campaña causó gran alarma entre los padres más influenciados por la propaganda antisoviética, al mismo tiempo que organizaciones autotituladas humanitarias ofrecieron su ayuda para trasladar a Estados Unidos a los menores y el Departamento de Estado les concedió visas de emergencia, que no incluían a los progenitores.
Documentos secretos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) develados varias décadas después, revelaron que la Operación Peter Pan fue dirigida por los servicios de inteligencia estadounidenses y contó con la complicidad de sectores ultraconservadores de la Iglesia Católica asentados en Miami y en la nación caribeña.
Los analistas cubanos que han estudiado el montaje de esta campaña, destinada a desestabilizar el estado socialista, comprobaron que mediante su ejecución más de 14 mil menores fueron separados de sus familiares y trasladados a campamentos de refugiados en distintas ciudades de Estados Unidos, donde vivieron alejados de sus padres por períodos de tiempo que oscilaron entre uno y varios años.
Desde luego, los niños, adolescentes y jóvenes que permanecieron en Cuba disfrutaron, en compañía de sus padres, de las ventajas proporcionadas por la nueva sociedad que se construía en la Mayor de las Antillas.
Anexo
· El papa Francisco ha expuesto, con toda claridad, que los periodistas en el desempeño de su labor deben tener en cuenta tres principios:
– Amar la verdad,
– Actuar con profesionalismo, y
– Respetar la dignidad humana.
“Llegar lo más cerca posible a la verdad de los hechos y no decir o escribir algo que, en conciencia, sepas que no es cierto”, recomienda el sumo pontífice.
· Los enciclopedistas, como se puede leer en la guía de Wikipedia que proporciona Google, han analizado que las noticias falsas tienen algunas de las siguientes intenciones:
-Engañar,
-Inducir a error,
– Manipular decisiones personales,
-Desprestigiar o enaltecer a una institución, entidad o persona,
-Obtener ganancias económicas o rédito político.
· La denominación “fake news”, cuyo uso se ha extendido por todo el mundo, fue elegida como “la expresión más difundida del año 2017” por los editores del diccionario Collins.
· Por su parte, en el diccionario Cambridge aparece una definición precisa del fake news:
“Las fake news son historias falsas que parecen noticias, difundidas en Internet o usando otros medios, y son generalmente creadas para influir en las opiniones políticas y, en algunas ocasiones, como una broma.”
· Jonathan Albright, director de investigación del Tow Center Digital Journalism, de la universidad de Columbia, opina que aún no existe una definición precisa de las fake news y agrega: “Se trata de un contenido que puede ser viral y que muchas veces está sacado de contexto. Está relacionado con la desinformación y la propaganda, y se asemeja a un engaño intencionado”.
· Los estudiosos de la comunicación de masas concuerdan en que las noticias falsas en los medios humorísticos no deben incluirse en el grupo de las “fake news” porque su objetivo es divertir y la evidente falsedad de sus textos no induce a la confusión de los lectores.